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En el G 20, de garrón

Cátedra de Nuestra César para Hollande, Putin y Merkel.

Serenella Cottani - 18 de junio 2012

Artículos Internacionales

En el G 20, de garrónescribe Serenella Cottani
Interior-Exterior, especial
para JorgeAsísDigital

LOS CABOS, MEXICO (De nuestra corresponsal itinerante, Serenella Cottani).- Europa, como la Unesco, es su propio tema. Representa el agotamiento de su principal dossier. La preocupación fundamental consiste en alcanzar siempre el mejor funcionamiento que nunca lo consigue. Pero insiste con los proyectos de reformas. Con la epopeya de la construcción eterna. A través de debates enriquecedoramente estériles.
Son los que seguramente van a copar, otra vez, la Cumbre del G 20. En este páramo bellamente protegido de la Baja California. Un soñado campo de concentración para millonarios.

«Aquí venía a ocultarse Rock Hudson con sus amantes furtivos», confirma la Garganta, algo fabuladora, en el bar del hotel Riu Palace.
«Y hasta Desi Arnaz la traía a Lucille Ball para surfear sobre su cuerpo».
El aislamiento espectacularmente marítimo de Los Cabos permite el desarrollo de la Cumbre ideal para el G 20. Sin el riesgo, siquiera, de los manifestantes antiglobalizadores que suelen estropear los encuentros selectivos. El presidente Calderón, presidente del G 20, supo elegir.

Pata ancha entre la ilusión europea

Debates, decía, que signan el dilema estructural de Europa. Con su dinámica comunitaria, encerrada en sí misma. Y acotada, casi siempre, por el espejo. Por el apasionamiento invertido en una suerte de psicoanálisis continental, recostado en un colchón histórico de millones de muertos.

En el G 20, de garrónLo que se desmorona, en Europa, es la ilusión económica. La caída, según la evaluación, le complica la existencia hasta a Obama. Y el deseo, incluso, de perduración.
Cambian los sujetos para los predicados similares.
En los noventa, la obturación era principalmente política. Con el desmembramiento de la URSS y el descuartizamiento de Yugoeslavia, que inundara oportunamente el continente de flamantes estados (y de millares de inmigrantes desposeídos, «pobreza blanca», en las capitales de Europa occidental).
Hoy la obturación es esencialmente financiera. Pero agravada por la magistral impericia de la política.
Por la carencia de liderazgo que le permite, incluso a Nuestra César -la periférica Cristina Fernández-, suponer que existe un ancho espacio para que ingrese, en el más alto nivel, su vibrante recetario.
Y tergiversar, con admirable audacia, el protagonismo. Para situarse más en condiciones de reprochar, que de recibir los reproches. Los que, de todos modos, trascienden, pero que nunca van a atravesar el espacio de la grosería.

«Nadie va a expulsar a la Argentina del Club del G 20», confirma otra Garganta, en el Presto, restaurante italiano.
Es el Club al que Argentina ingresó, como miembro, en 1999, como consecuencia de las políticas económicas aplicadas en aquella década que Nuestra César considera nefasta. Pero que le permite, sin embargo, la gloria de hacer «pata ancha», en directo, para la televisión argentina. Y encontrarse entre los selectos «países emergentes». De garrón.

Ajuste y crecimiento

En el G 20, de garrón«La utopía del recorte» (cliquear) conduce, directamente, hacia la danza de los rescates.
Sin inconvenientes, Europa va a imponer su agenda, en Los Cabos. Como supo imponerla el año pasado, en la reunión de Cannes.
Es el turno de las laceraciones de Grecia, España, Portugal.
Precisamente Grecia brinda, de pronto, un brote de optimismo hacia el mantenimiento y la fortaleza del euro (que le preocupa tanto a Obama como a la señora Merkel).

En Grecia triunfó, felizmente, la derecha presentable de Antonis Samarás. Con su mínima diferencia (29 a 27, al cierre del despacho), Samarás garantiza aquello que el saludable izquierdista, Alexis Tsipras, aún ponía en duda. La adherencia al euro. Aunque electoralmente Tsipras se obstinaba en afirmar que, si triunfaba, iba a comportarse, relativamente, como un buen chico. Y de ningún modo iba a degradar el accionar de los auditores permanentes de La Troika.
Es la banda que integra el Fondo Monetario Internacional, la Comisión Europea y el Banco Central Europeo.

La derecha de Samarás permite, además, el florecimiento de la otra ilusión. La compensatoria.
Consiste en creer que el francés François Hollande, y el italiano Mario Monti, en conjunto con el español Mariano Rajoy, van a disponer de fuerzas suficientes para persuadir -si no doblegar-, a Ángela Merkel. Para que no sea tan estricta y brinde definitiva luz verde al jolgorio del dispendio. Que suele presentarse, en la actualidad, con el expansivo -y sobre todo elegante- pretexto del «crecimiento».
Es el concepto que tomó una fuerza avasalladora después de la derrota de Sarkozy.
De «Nicolás», como lo llama, en confianza, Nuestra César.
«Nicolás» era el único socio minoritario, y bastante debilitado por las medidoras de riesgo, que solía aliarse a las tesis impugnadas de «Angelita». Como perfectamente Nuestra César podría llamarla. Como a «Vladimir» (por Putin).
Pero Nicolás, para desdicha de Merkel, perdió con Hollande, «El socialista subestimado» (cliquear).

En el G 20, de garrónLo bueno es el «crecimiento» (con «inclusión», en el recetario), para estimular el consumo. Y siempre en contra de lo malo. La antipatía del ajuste. El cercenamiento de la orgía disparatada que impulsa, aún, La «Angelita». La alemana perversa que se obstina en leer la vida a través de los balances y los déficits. Y que tampoco encuentra motivos, ni los busca, para convencer a los contribuyentes alemanes de la necesidad estratégica de financiar la fiesta de los países inviables. Los que supieron derrochar infinitamente más de lo que producían.

Sería providencialmente necesario que Ángela Merkel se dispusiera a escuchar atentamente las modestas recomendaciones de Nuestra César. A los efectos de resolver, apenas, la crisis económica mundial. Y para que hagan, de una vez por todas, lo mucho que se hizo, con Él, en la Argentina. País que derrama credibilidad, confianza y éxito.
Aquí, en Los Cabos, a François Hollande, según nuestra evaluación, Nuestra César podrá ponerlo, con facilidad, en su bolsa.
Sobre todo porque «François» ya tiene el antecedente de lo que le pasó a «Nicolás».
Por no hacerle caso a Nuestra César, que llegó al bellísimo campo de concentración para millonarios, alhaja turística de la Baja California, dispuesta a dar, con altruismo, cátedra. En el G 20. Y de garrón. Sin agradecerle, siquiera, a su antecesor. Menem. Ni a Domingo Cavallo ni Roque Fernández. Antecedentes irrelevantes, muy menores, de Lorenzino.

Serenella Cottani
para JorgeAsisDigital.com

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