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Bajo los tilos

Vladimir Putin y Ángela Merkel, ex comunistas en alianza estratégica.

Jorge Asis - 8 de marzo 2012

Artículos Internacionales

Bajo los tilosescribe Jorge Asís
especial para JorgeAsísDigital

Berlin

Unter den Linden se llama la avenida principal de Berlín. Significa, en traducción literal, «bajo los tilos». En el costado oriental, a trescientos metros de la Puerta de Brandenburgo, emerge la imponente embajada de Rusia. Cuando era la Unión Soviética, camuflado como diplomático, aquí trabajaba Vladimir Putin. En la estación de espionaje del KGB. Contacto irremediable con la STASI, el servicio par de la Alemania Oriental, que recibía con puntualidad las instrucciones del KGB. Y se abría, en abanico, hacia los multiplicados topos que se mezclaban en la comunidad de inteligencia occidental. Bastantes quedaron, aún, sin identificar. Solían transmitir sus informes utilitarios para construir la utopía comunista.
Una obviedad, Putin habla un alemán perfecto.

Bajo los tilosPor esta avenida, «Bajo los tilos», Unter den Linden, suerte de Champs Elysees germánica, solía caminar también, para la misma época, Ángela, la hija del pastor Kasner. Nacida en Hannover.
La construcción del muro, en 1961, sorprendió a Ángela, a los 17 años, del lado bolchevique. Sin gran originalidad, la estudiante de física, que se especializaría en la física cuántica, se afiliaría a la Juventud Comunista. Pero con el tiempo iba a evolucionar hacia la disidencia.
Otra obviedad, Ángela Kasner, hoy Merkel (aunque está divorciada del señor Merkel), habla un ruso perfecto.

Padres de la Patria

Paradojas de la historia. Los dos estados, Alemania Oriental y la Unión Soviética, desaparecieron. Y aquel Vladimir, espión bolchevique, y aquella Ángela, militante comunista, 30 años después se encuentran al frente de la asociación estratégica que debiera merecer mayor atención. Entre Rusia, aún temible potencia nuclear, energética y militar, y Alemania, el baluarte industrial del capitalismo europeo.
Bajo los tilosEl ensayista Michel Albert, desde la jactancia francesa, solía denominarlo «capitalismo renán». Para diferenciarlo ostensiblemente del capitalismo anglosajón, o estadounidense. (Ver «Capitalismo contra Capitalismo», de Michel Albert, ampliaremos).

La alianza de la gigante Gazpron rusa, con la RWE de Alemania, junto a la penetración cotidiana de Volkswagen y la Siemens y el resto, hoy le permiten, a la canciller Merkel, dejar parcialmente al costado algunas de las reivindicaciones esenciales, tomadas como pilares de la construcción de Europa. Los atropellos, sin ir más lejos, a los derechos humanos básicos. Las prisiones de determinados oligarcas adversarios (que se enriquecieron con el desmadre de la URSS), y el exilio compulsivo de otros, como Boris Berezovsky. Sumados a los asesinatos impunes de periodistas de la magnitud de Anna Politikoskaya, la mártir que avanzó, en materia informativa, en las matanzas devastadoras de Chechenia. Y más grave aún, en las matanzas pre-electorales, orquestadas por la FSB, heredera de la KGB. Con las explosiones sospechosas que produjeron decenas de muertos que saltaron con los edificios enteros, y que le fueron facturadas al recursivo terrorismo checheno. La tergiversación posibilitó la represión infernal que supo brindarle, al jerarca Putin, la imagen apetecible del dirigente duro. De imbatible Padre de la Patria.

Alianza estratégica

Bajo los tilosLas alianzas estratégicas, por mutuas conveniencias, trascienden las eventuales carnicerías de sus partes. Significa confirmar que el partenaire principal de Alemania, emblema del capitalismo renano, dista de ser Estados Unidos, emblema del capitalismo anglosajón. Pero tampoco lo es China, el nuevo fenómeno, exclusivo beneficiario del desastre contemporáneo. Menos, aún, lo es la Francia, más que nunca hoy dependiente. Es, según nuestra evaluación, Rusia. Que se acerca a Alemania con un interés recíprocamente superior al del acuerdo transitorio de 1939. Cuando se repartieron -como si fuera una salchicha blanca- Polonia.

Los viejos enemigos hoy se acercan. Para agilizar la capacidad interpretativa de los distraídos que tardan en registrar los cambios caprichosamente dinámicos de la historia.
La Reunificación Alemana -como popularmente se llamó a la mera anexión de la Alemania Oriental por la Alemania Federal-, y el desmoronamiento del socialismo real soviético, motivaron el milagro del acercamiento.
Algo que tranquiliza y reconforta, después de tanta destrucción, sobre todo de esta Berlín que fue, en un 80 por ciento, reducida a escombros. Después del fracaso del alucinado conductor que pretendió, en la impotencia del final, invadir los campos congelados de Rusia. A Merkel le resultó infinitamente más redituable invadir, los mismos campos congelados, con los automóviles, la pasión por el consumo, y las infraestructuras.

Cuestión de piel

Por una cuestión cultural, o meramente de piel, Ángela Merkel hubiera preferido, según nuestras fuentes, que Rusia continuara presidida por Dimitri Medvedev. El candidato instrumental de Putin que, en un momento ya superado, decidió tomarse en serio como líder.
Bajo los tilosOcurre que Merkel congeniaba más con Medvedev. Y casi nada de simpatía sentía por el muy poco confiable Putin, el espía bolchevique que solía caminar, con la identidad del diplomático, hasta su despacho de la Unter den Linden. «Bajo los Tilos».

Después de todo, ya ninguno de los dos, ni Putin ni Merkel, tienen nada que ver con el comunismo. Aunque el crecimiento expansivo de sus naciones -más importantes que las contingencias de sus estados- generan siempre  preocupaciones históricas.

Los dos, Alemania y Rusia, a través de la prepotencia de sus economías, mantienen, inconfesablemente intactas, las obsesiones imperiales.

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