El Charol
Errores de Cristina consolidan a Moyano como líder de la CGT.
Miniseries
escribe Oberdán Rocamora
Redactor Estrella, especial
para JorgeAsísDigital
«Expresión contenida del desengaño, ante muestras torpes de ingratitud».
(Extraído del twit de @cayetanoasis)
«Cáscara», o carcasa, «vacía». Sin vida ni ideas.
Es el Partido Justicialista, al que acaba de renunciar Hugo Moyano, El Charol (como lo llama, a sus espaldas, uno de sus amigos).
El Partido es un vegetal confeccionado de acuerdo a la voluntad de Néstor Kirchner. De cuando El Furia cometió el error de quedarse sin el trabajo de presidente. Decidió entretenerse con la fila de gobernadores, legisladores, jetones varios, que se amontonaban para verlo.
Como presidente de la Argentina -lo apuntamos aquí- Kirchner pudo resultar relativamente aprobado. Tuvo suerte y marcó la década. Pero, como Presidente del Partido Justicialista fue, unánimemente, un desastre.
El vaciamiento de la acción legitima que Moyano abandone el partido que, en la práctica, no existe. Al contrario del peronismo (discusión para otro seminario).
Ningún peronista, que se precie de serlo, banca, según nuestras fuentes, la jugada peligrosamente frontal de Cristina, Nuestra César. Contra Hugo Moyano. A El Charol supo sobrarlo, gastarlo, rodeada de empresarios. Lo tildó también de extorsionador, en un momento de solemnidad insuperable, como la ceremonia de asunción.
Son los riesgos previsibles de la excesiva locuacidad.
Cristina habla tanto que se habla, con frecuencia, encima. Articuladamente.
Los que no bancan
Los peronistas que resisten, en el gobierno, jamás pueden entusiasmarse con este escenario de confrontación evitable.
Justamente con Moyano, el guapo del barrio, que sabe explotar, como ningún otro, el encanto de la negritud. El Charol fue el socio fundamental que tuvo Néstor Kirchner, para instalar, durante ocho años, la ficción del modelo, que se agotó. Desaparecieron también los fondos, incluso, hasta para pagar lo que les corresponde por las Obras Sociales. Inducen a suponer que resulta más conveniente perseguir a los sindicalistas, que pagarles.
Entre los que no bancan, Julio De Vido, en primer lugar. Es el único peronista sensato que puede postularse, según nuestras fuentes, para atemperarlo. Ponerse en contacto con Moyano. Y que El Charol, incluso, lo atienda.
La chiquilinada frontal puede, en cambio, emocionar a la franja gravitante que participa del frepasismo tardío. Son los que suelen utilizar, al peronismo, como mero instrumento garantizador de la permanencia laboral. Como si fuera (el peronismo) la cicuta cotidiana que debe tragarse para llegar al poder. Y mantenerlo. Con la alucinación de creer que los peronistas son elementos siempre descartables. Úselos y tírelos. Como los preservativos. Sobre todo cuando se deslizan, como hoy, en el error altivo de creer que, el 54 por ciento, sirve para legitimar, incluso, hasta la traición.
La infiltración exitosa
La confrontación puede entusiasmar, también, a la militancia que supo incorporarse a la Agencia de Colocaciones La Cámpora.
Son los jóvenes apasionados que instalan, engañosamente, la ficción del liderazgo de Máximo Kirchner. El vástago, un muchacho bastante prejuicioso que aún tiene, en materia política, que tomar miles de litros de Toddy. Al menos para ser considerado, con relativa seriedad, un cuadro potencialmente relevante. Con una legitimidad que supere a la mera condición del hijo. Alguien que influye, en la práctica, en las decisiones imperiales de la mamita solitaria.
Lo cierto es que La Cámpora, 40 años después, supera, históricamente, a aquella fresca Tendencia que inspiraban violentamente los Montoneros.
Sin arrojar, siquiera, un solo petardo, produjeron, en el peronismo, otra infiltración, inicialmente exitosa. Un globo de gas que asume el riesgo de extinguirse, en cuanto Moyano, El Charol, recurre, sin ir más lejos, al encanto de la negritud. Con las decenas de miles de camioneros sudorosos, socialmente malos.
Basta con la contundencia del vozarrón. Con los efectos del discurso creíble, artero, racionalmente dirigido, de El Charol, para generar el temor repentino al colapso. Por el desmoronamiento de la fantasía.
Cristina -pobre- suele tener mala suerte en los inicios de sus administraciones. Es de esperar, de corazón, que la racha le cambie en el 2015.
En el 2007, apenas aceptó el bien ganancial de la presidencia, le brotó, de inmediato, la secuela catastróficamente bolivariana de Antonini Wilson. La valija emblemática aludía a las barbaridades acumulativas. Consecuencias de la pasión recaudatoria del marido, que aún vivía y no era Él.
En el 2011, después del triunfo colosal del «Avanti, Morocha», produce, por sus torpezas, la reacción del otro Morocho. El de verdad. El Charol estuvo a su lado en los peores momentos del reinado, que presentan hoy la forma de una factura. Para cobrarla.
Cristina lo hizo
Así como dijimos que aquellas descalificaciones semanales de Joaquín Morales Solá consolidaban, en su puesto, al canciller Timerman, hoy puede asegurarse que los altivos cuestionamientos de Cristina, Nuestra César, lo galvanizaron a Hugo Moyano, El Charol, en su puesto de Secretario General de la CGT.
Gracias a las ingratitudes presidenciales, los simpáticos Gordos ya no tienen otra alternativa que detener, en adelante, la ambición desplazatoria. Ellos estimulaban graves deseos de liberarse, lo más pronto posible, de Moyano, el gaucho malo que les arreaba los afiliados, y se los llevaba para su campo de «camioneros». Pero ahora Los Gordos Simpáticos tienen que aceptar que El Charol permanezca. Al menos, hasta el final del mandato, mediados de julio. Aún faltan seis meses, en los que, el cristinismo, puede sentirse menos poderoso. E incluso serlo.
En julio, los sobrevivientes acosados del sindicalismo, van a estar demasiado activos. Justo para designar un reemplazante acorde con las características del interlocutor oficial.
Si para Menem lo eligieron a Daher (mientras el elegido estaba en el baño), para Kirchner le designaron a Moyano (porque El Furia le temía). Si Cristina se comporta, como se prevé, relativamente mal, podrían reelegirlo. Luisito Barrionuevo, el adversario que suele ver debajo del agua (y en el Riachuelo) ya hizo punta. Largó que su «jefe» para la CGT es Moyano. El Charol.
Cristina lo hizo.
Oberdán Rocamora
para JorgeAsisDigital.com
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