Atesorar el canuto
Seminario IX - INTERREGNO DE NOVIEMBRE: “El dinero ya no fluye. Huye”. Efecto de la “crisis a la flatulencia”.
Economía
escribe Alejandro López Vitaca
Economía y Sociedad, especial
para JorgeAsísDigital
Introducción
Pese a los esfuerzos voluntarios del Portal, y al formidable sonambulismo de de la sociedad argentina, nos cuesta que Cristina –«Nuestra César»– llegue entera al 10 de diciembre. Para concederle la cortesía prometida. Los 60 días de gracia. Que merece y necesita, aunque se trate de una re reelección. Para recuperarse de la «crisis a la flatulencia», como supo calificarla Oberdán Rocamora. Y a la que alude hoy Alejandro López Vitaca, nuestro nuevo colaborador.
Noviembre irrumpió como un mes más cruel de lo que imaginaba el poeta.
Boudou, el juguete que divertía, se rompió pronto. Batió el record que ostentaba Cobos. Aunque lo incorporen en las fotografías, y traten de minimizar el papelón, trasciende el infortunio del próximo vicepresidente electo. Va a ser suplido, en la práctica, llegado el caso, por la designada Presidente Provisional del Senado, la senadora Beatriz Rojkes de Alperovich. Segunda en la línea de sucesión, y próxima primera presidente (aunque interina) de religión judía.
La señora Rojkes de Alperovich, con seguridad, va a motivar las atenciones minuciosas de los posibilistas conjeturales.
C.M.
Editora del Asís-Cultural
«El dinero ya no fluye. Huye»
No se trata del anarco-capitalismo, el título que «Nuestra César» tiró, como al pasar, en el G-20. Para su lucimiento ante la hinchada.
Ni siquiera es el slogan del «capitalismo de amigos». Porque Cristina ya no tiene amigos. Ni respeta los «pactos preexistentes». Y menos, si fueron concertados con su marido extinto.
Hoy se atraviesa la etapa del capitalismo petrificado. Frizado. O simplemente el capitalismo quieto.
«Lo que instalaron es la cultura del atesoramiento», sintetiza un banquero preocupado, pero con «la suya» a resguardo.
«Atesorar» es un término técnicamente usual en la economía. Para el diccionario, significa «acumular y guardar cosas de valor».
Es el ciclo donde el inversor improvisado se dispone a atesorar el canuto.
Pero sólo por el placer inútil de contemplarlo. De calmarse, apenas, por saber que el canuto está ahí. En una caja de seguridad, u oculto detrás de las paredes. Sin rendir tributo. Ni interés. De aquí lo del «frizado».
El atesoramiento del canuto es el efecto inmediato de la crisis a la flatulencia. Mejor calificada, para el vulgo, como una crisis al p…
Patología de la insolvencia
La crisis (a la flatulencia) la produjo el cristinismo en noviembre. Exhibe inquietantemente el costado patológico de la insolvencia.
Miles de millones de dólares pasaron, desde los depósitos de los bancos, hacia las cajas de seguridad.
Es un trayecto que sólo puede modificarse, en adelante, a través de la confianza. Que es, precisamente, lo que aquí falta.
Aquí se vota en quien no se confía.
«Estos muchachos están prematuramente en problemas. Volcaron», sentencia un pícaro, con veleidades de operador.
A esta altura Moreno, el poli-funcional Secretario de Comercio, y aunque lo acompañe la señora Mercedes, no puede inspirarse, positivamente, para resolver los desastres elementales que, en simultáneo, genera. Y suele magnificar. Con las sobreactuaciones memorables que produce (alude a las dificultades para la próxima capacidad ambulatoria del poderoso banquero. Lo llama El Ex Convicto. Con deseos explícitos de transformarlo en El Futuro Convicto).
Con inocencia admirablemente estremecedora, el Trío de Irresponsables (Marcó, Echegaray, Boudou) abrió, a la más absoluta flatulencia, la caja financiera que contenía culebras venenosas.
La Caja de Pandora es, comparada con la caja financiera de la desconfianza, La Lámpara de Aladino.
Aquí se frota con una franela amarilla y aparece un ángel predispuesto a llevarse los dólares hacia una caja de seguridad. Donde Moreno, transitoriamente, no puede ingresar. Aunque Echegaray ya estudia, por lo que sabemos, la manera de entrarle. Con el pretexto contundente de impedir «el lavado de dinero». O el mero efecto masturbatorio que suelen disfrutar los que atesoran canutos.
Los que mantienen capitales inmovilizados que difícilmente vuelvan a salir de los habitáculos. Por una crisis de fe. Desconfianza fundamentada, inmune a los discursos articulados.
Impotentes y resignados
De todos modos, la pedantería inconvincente, que cultiva la locuacidad presidencial, aún cautiva a la multiplicidad de incautos que suponen encontrarse, aún, delante de una gobernanta fuerte.
Toman, incluso, como un adelanto significativo que «Nuestra César» haya concedido tanto. Al extremo de haber pronunciado la palabra «inflación».
En cualquier momento la señora va a tener que mencionar, también, la fuga de capitales, que la escasa credibilidad de su gestión genera.
Deriva en la desaparición (casi total) del crédito.
Mientras tanto, por la canaleta de la historia, se desperdicia, paulatinamente, el porcentaje del 54 por ciento. Es la cifra que paraliza a la conjunción de impotentes y resignados que se quedaron sin ninguna idea. Ni siquiera para plagiarla. O mala.
Los resignados, como los impotentes, presentan sus fracasos parciales como si fueran rasgos constitutivos del fracaso general.
Es el fracaso que los instiga a sobrevalorar, aparte, la capacidad política de la dama desorientada y perpleja, que hoy ostenta la concentración del poder decisorio. Y que nos mantiene en el suspenso del film de terror de clase c, que asusta a los desinformados. Hasta que se decida, con el invalorable señor Grossman, a ofrecer el show de los nombramientos y las confirmaciones. Acaso sea, otra vez, en la residencia de Olivos. Como cuando Cristina comunicó aquella designación del vice, durante la evocable equivocación que resultó, al menos electoralmente, exitosa.
Los que opositan
En la Argentina actual, lo que se presenta como oposición, ya no oposita.
La oposición es, en realidad, un complemento secundario del oficialismo. Al que, con su debilidad, completan.
Los inútiles que no opositan legitiman la pasión de los ángeles por hacerse pronto de los dólares. Así sea para la nulidad pasiva de contemplarlos. Como adalides del capitalismo quieto que se conmueven con atesorar el canuto.
Del costado opositor que no oposita, se percibe, alarmantemente, la incertidumbre del desierto.
La trama del conflicto, otra vez, por lo que sabemos, debe hurgarse en el interior del peronismo gobernante. Suele portar el virus devastador de la auto-aniquilación. Entre los aferrados, como se dice en este medio, al «Vestidito Negro» (cliquear).
En el relato del film, de clase c, el autocalificado «peronismo disidente» no alcanza, siquiera, el rol de extra. De figurín.
La trama del conflicto debe buscarse, esta vez, en el hastío sindical.
La estrategia, aquí, es defensiva.
«Vienen por nosotros», dijo cierto gremialista.
«Hoy es por El Negro, o por el Momo, y mañana vienen por mí».
«Ya convivimos con la humillación de tener dos presos y hacernos la del mono. Mientras los traidores, a los que apuntalamos, vienen por más. Los esperamos», concluye.
Alejandro López Vitaca
para JorgeAsisDigital.com
Continuará
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