Moreno y el apriete eficaz
Seminario VII - INTERREGNO DE NOVIEMBRE: La metodología brutal que frenó (con dos mil palos) el alza del dólar.
Artículos Nacionales
escribe Oberdán Rocamora
Redactor Estrella, especial
para JorgeAsísDigital
Alarma, para la indiferencia de la historia, saber que fue precisamente Guillermo Moreno, el Secretario de Comercio Interior, el que frenó el alza del dólar.
La hinchada kirchner-cristinista suele inspirarse en la frialdad de los resultados. Entonces Moreno resolvió la «crisis a la flatulencia», que le costó, al estado, según nuestras fuentes, dos mil millones de dólares.
Para dejar, en incómoda contrapierna, a los colegas más presentables de su gobierno. Con rango nominalmente superior. Como el ministro Boudou, al que llaman El Boconccino.
Con su frontal brutalidad, y con dos mil palos para gastarse, Moreno demostró, en definitiva, que el fantasma del mercado es perfectamente manipulable. Puede vencerse.
Se consolida otra estrella.
Para la construcción del relato mitológicamente kirchnerista, Luis D’Elía, con aquella trompada mediáticamente inofensiva, fue quien impidió que el «golpismo agrario», o la oligarquía «destituyente», se apoderara de la simbología de la Plaza de Mayo.
Para la similar construcción del relato heroico, va a quedar registrado que fue Moreno el que impidió la conspiración cambiaria.
O que logró dilatar, al menos, el estallido. La corrida que sus superiores generaron, y no supieron evitar.
En su cesarismo vulnerable, Cristina venía, según nuestras fuentes, bastante fastidiada, por la magnífica ineficiencia de los funcionarios presentables.
Se peleaban entre sí. La sociedad daba la vida por los «verdes», y entonces no tuvo otra alternativa que recurrir al menos presentable Moreno.
La pobre iba sola en la ruta, altiva con el 54 por ciento del electorado en el bolso. Y justo en la primera curva, volcaba. Se llevaba puesta. A la flatulencia total.
Metodología bárbara
Con la venia explícita de la Presidente, Moreno recurrió al arsenal efectivo de su metodología bárbara. Para tomar, la cuestión del alza del dólar, como un problema personal.
Por «prepotencia de trabajo», y a través de su disparatada creatividad, Moreno desplazó a los funcionarios «tiernitos» que llevaban el asunto.
Chiquilines improvisados que se dejaron llevar por la estremecedora inocencia de sus «novatadas».
Desde «El Boconccino» para abajo. Los que ni siquiera asumían, con convicción, las medidas que habían tratado de aplicar. Y que ocasionaron el «maremoto en el florero». La crisis a la flatulencia que indujo hacia la paranoia colectiva por los dólares.
«Para el viernes quiero el dólar debajo de los cuatro punto cinco, ¿entendiste?». Empezó Moreno, a bajar la línea telefónica.
Ante el estupor de los «tiernitos». Los preocupados por la imagen, que se precipitaban en despegarse. Para delimitar las responsabilidades.
En aclarar, según nuestras fuentes, al Vasco De Mendiguren. O al banquero al que Moreno llama «El Ex Convicto». Y, si venía el caso, hasta a los periodistas deportivos. Difundían que nada tenían que ver con los arrebatos de Moreno, que bancaba Cristina.
Política cambiaria
«Yo sé que vos, que sos un tipo vivo, y que no sos ningún gil, me vas a hacer caso, y el dólar me lo vas a bajar. Lo quiero a menos de cuatro punto cinco, nunca más de cuatro punto siete», le dijo Moreno, según nuestras fuentes, al poderoso cambista emblemático. Apretado, pobrecito, como una naranja de verano.
El cambista había llegado algo aterrado. Bastante temprano. Al despacho del Señor Secretario de Comercio.
Para Moreno, la entrevista, con este supermercadista del dólar, era decisoria.
Incentivado por la clásica inseguridad, el cambista asistió a la reunión acompañado de su hijo. Muchachón inquieto, fortachón, con vago aspecto de rugbier y con título universitario. En condiciones ideales de enrolarse en La Cámpora.
El Heredero, justamente ante el imprevisible Moreno, intentó mediar con razonamientos intelectualmente lógicos.
«Señor Secretario, si me permite, las sensibles sutilezas del mercado cambiario», arrancó.
«Pero nene, no digás p…», lo interrumpió Morenito. «¿A quién le ganaste? Vos, si querés tener suerte en la vida, sólo tenés que hacerle caso a tu viejo, que es un garca de verdad. Y que la supo hacer muy bien. Y que llegó adonde llegó porque es un vivo, ¿entendiste? Y como tu viejo es un vivo, y no es ningún b…, me va a hacer caso, y entonces el viernes el dólar no va a valer nunca más de cuatro punto siete».
La metodología Moreno, ante el estupor de Mendiguren y de Bonelli, resultó, otra vez, efectiva.
El apriete multiplicado exhibe su eficacia.
«Y los giles que compraron los verdes a 5,10, que se los…»- confirma la Garganta morenista. Lo promueve a Moreno por su condición admirable de peronista frontalmente apretador. Pero -para colmo- transparente.
«Moreno no afana», agrega. «Pero no hay que decirlo», advierte. «Porque, si es muy decente, nadie, en el peronismo, en el fondo, nunca lo va a respetar».
Oberdán Rocamora
para JorgeAsisDigital.com
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