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Scioli y Mariotto, Boudou y Cristina, la “dueña de los votos”.

Jorge Asis - 30 de septiembre 2011

Cartas al Tío Plinio

Marcadores de canchasTío Plinio querido,

Así como Daniel Scioli, el Líder de la Línea Aire y Sol, se equivocó de entrada con Néstor Kirchner, El Furia, Gabriel Mariotto, el Durito de Lavallol, se equivoca hoy con Scioli.
Pocos días después de asumir como vicepresidente de la nación, en junio del 2003, Scioli no supo controlar la ansiedad. Y se le precipitó encima a Kirchner. Plantó diferencias de estilo. Desconocía el temperamento del número uno, escasamente adicto a las tribulaciones amables de la diplomacia.
Entonces El Furia le aplicó, a su vicepresidente, la terapia del freezer. Acuérdese que hasta lo despojó de la propina gestionaría. El carburante del Turismo.
El Furia lo mantuvo frizado, al pobre vice, durante un año tétrico. Lapso sustancial. Sirvió para que Scioli aprendiera, a la fuerza, el manual del kirchnerismo básico. La teoría recalcitrante del verdugueo. Pudo superarlo a fuerza de aguante, con una paciencia de siglos. Vigorizado por el aire, la fotografía y el sol.

Ocho años después, Mariotto copia, tío Plinio querido, aquellos errores iniciales de Scioli.
Marcadores de canchasSe le va, El Durito, a la carga. Antes, aún, de jurar como vicegobernador de «Buenos Aires, la provincia inviable». Planta «diferencias de estilo».
Pero Mariotto tiene, a su favor, no sólo la suerte de conocerlo a Scioli. Demasiado. Más de lo que aquel Scioli podía conocerlo a Kirchner. El patagónico irrumpía con el atributo de ser un desconocido. Impuesto por Duhalde, como podía haberlo puesto al norteño Gildo Insfrán.

Para precipitarse, Mariotto tiene, con mayor seguridad, según nuestras fuentes, la licencia de corso.
Cumple instrucciones, acaso, de la número uno de verdad. En el plano nacional. Cristina. «La dueña de los votos».

Color naranja

Mariotto es, tío Plinio querido, un buen muchacho. Tiene la virtud de ser amigo del poeta popular Alfredo Carlino, y de Jacobito Baduán.
Consagrado por no cumplir, nunca, con los acuerdos que él mismo propone, de corazón.
Pero El Durito de Lavallol habla de más. Se habla encima, explicablemente agrandado, sobre todo en los asados.
Sabe que tiene el respaldo de Cristina, la «dueña de los votos».

Marcadores de canchasCristina se lo impuso a Mancusso, como llaman al Gobernador. A un pesado baluarte en la ofensiva contra Clarín. Un vanguardista de la Ley de Medios. Engendro que Scioli también supo, más o menos, surfear.

Los intendentes, para el Portal los mini-gobernadores, suelen escuchar las jactancias de El Durito de Lavallol.
Es, en general, para venderlo. Interesados en quedar bien con la superioridad.
Mariotto suele creer, en el desborde, que les baja línea. Alude a los inconvenientes de las «lealtades dobles». Y Mancusso se entera a la media hora.

O manifiesta la disconformidad con el proyecto de «regionalización». Lo moviliza el Gobernador, por inspiración del prestigioso recaudador Montoya. Otro apurado, algo incontinente. Cordobesista profesional.
O como Mariotto manifestó en Lima, en una de sus excursiones, mientras trazaba líneas de cal, tío Plinio querido, para marcar la cancha.
«Veo mucho naranja», dijo.
Demasiado color naranja en la campaña, el distintivo cromático de La Línea Aire y Sol.
Hacía falta, para Mariotto, más celeste y blanco. Más Cristina, «La dueña de los votos».

Marcadores de canchasPero la obstinación de Mariotto no se agota en marcarle la cancha, por instrucción paranoica de Cristina, a Scioli. Ni siquiera en torpedearle la relación fundamental con los medios. Que lo sostienen, y le dan «aire».
Se atreve a marcarle la cancha, también -y sobre todo-, a Amado Boudou, El Pasadiscos de Sobremonte. Que le marca la cancha, por su parte, a Mariotto. Lo sobra.

En su ascenso irresistible, Boudou, El Favorito, suele brindarle «alegría» a la exclusiva fuente del poder. Cristina.
Se advierte que nada tiene que ver, la concepción de esta alegría, con las razones que suponen los perspicaces del machismo. O del hembrismo.
Boudou le brinda alegría, a Cristina, con su positividad. Porque está, para ella, optimista, frecuentemente creativo, con alguna euforia, a veces artificial. Y siempre va al frente, con o sin la guitarrita.

En versión atorrante, Boudou es otra especie de Scioli.
Otro exponente del Aire y del Sol. Un menemista cultural, en motocicleta, que sabe bastante de Economía. Lo suficiente como para aceptar, sin muestras de resignación, que sea el Negro Pezoa quien le maneje, de verdad, el ministerio. Como lo manejaba antes, con El Furia. Junto a Morenito. Y «lo que queda» de De Vido.

Marcadores de canchasBastaban, para manejar el piloto automático de la economía, con dos diálogos telefónicos del Negro Pezoa con Kirchner.
Hasta que, en una genialidad estratégica, El Furia, tío Plinio querido, partió.
Pezoa, pobre, ya no tiene, siquiera, con quién hablar.

Vices para la gobernación

El Pasadiscos de Sobremonte tiene, aparte del capital de la alegría que le cede a Cristina, otra gran ventaja sobre El Durito de Lavallol.
Cuenta, a su favor, con la tradición. El destino tradicional de los vicepresidentes. La gobernación de la provincia inviable de Buenos Aires. Territorio al que también Mariotto aspira a gobernar, desde su poderoso centro cultural. Pero también Randazzo, que les marca, sigilosamente, la cancha a los dos. Y aguarda su hora.
Y Julián Domínguez. El Barba Gutiérrez. Cachito Oliveira. Y sobre todo Sergio Massa, que es el que lo catapultó a Boudou.
Massa se lo llevó a Boudou, de la mano, a Cristina, como Hansel a Gretel. Para que planteara el patriótico manotazo a los fondos de pensión.
Hoy Massa es, apenas, poco menos despreciado, por Cristina, que el poeta Alberto Fernández.
Es el poeta quien obtiene el cetro relativamente valorable. El de ser el más odiado por Cristina. Lo denigró, incluso, hasta en la sesuda indagación de Sandra Russo.

Marcadores de canchasPero a Boudou, que es mucho más astuto, nunca le va a pasar, con Cristina, lo que le pasó a Massa, hoy protegido en Tigre.
O al Alberto, el poeta que lamenta, románticamente, sus desventuras. Con dolorosa dignidad. Por los rincones.

El hábito de los vices, como antecedente para las gobernaciones, lo inauguró, tío Plinio querido, Carlos Menem. Con Duhalde.
Cuando Menem decidió, en 1991, quitarse de encima a Duhalde, con una torta de dólares. Para el fondo del conurbano.
Y siguió el hábito en 1999, con Carlitos Ruckauf. Para continuarlo después, en el 2007, El Furia -el discípulo de Menem- con Scioli.

Pasar, para Scioli, del convaleciente Balestrini -todo un jefe político-, a Mariotto, representó un retroceso. Medianamente soportable. Aparte de una notable desautorización. Bancable también, porque el Líder de la Línea Aire y Sol siempre suele surfear las olas de los hostigamientos. Y pudo cerrar, hasta hoy, los ojitos políticos de todos sus jefes, como un solvente Lázaro Costa del peronismo. Con fe, esperanzas y siempre para adelante.

Así le reprochen, en público, «diga, Gobernador, quién le ata las manos».
O le encajen, como regalito envenenado, a Mariotto, El Durito de Lavallol.
O deba bancarse la colectora del abreviado Sabbatella, Graciela Ocaña con Barba.

Scioli era un cuerpo extraño. Injertado en el artificio, oralmente progresista, del kirchnerismo, que lo necesitaba.
Aún sigue, tío Plinio, como cuerpo, más extraño. En el reinado efímero del cristinismo.
Colgado también del Vestidito Negro. Como la Argentina entera.

Marcadores de canchasDígale a tía Edelma que el buen sobrino finalmente le consiguió el Pa Kua.
Es el Talismán Feng Shui. Dígale que el Pa Kua representa la unión espiritual del Feng Shui con el I Ching.
Es para que aumente, con el Pa Kua, la energía positiva que la rodea.

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