La construcción de Boudou
Con Cristina, forman el producto coyunturalmente imbatible.
Cartas al Tío Plinio
Tío Plinio querido,
La escena transcurre en las puertas del Hotel Alvear. Reunión del Consejo de las Américas.
Pese a las presencias ministeriales de renombre, el aluvión de movileros y camarógrafos prefiere abalanzarse sobre Amado Boudou.
El ministro nominal de Economía, candidato a la vicepresidencia, genera, tío Plinio querido, una atracción analizable.
Permite percibir la racionalidad del cristinismo. Entendido como la versión actualizada del kirchnerismo póstumo. Sorprende, con inesperada vitalidad.
Distintos diarios del mundo comienzan a interesarse en la extravagancia del «ministro rockero». Que ratonea tanto a La Otilia, hoy desatada y fatal.
Está situado, ya, el pícaro, entre los presidenciables. Para perplejidad del superado Sergio Massa, que fue su introductor, y testigo.
Para tormento del poeta Alberto Fernández, el ex Premier que hablaba de «calidad institucional». Y que lo detesta.
Y para Jorge Taiana, El Inadvertido, que debió aprender tardíamente la lección. Acuérdese que Taiana abandonó, algo indignado, la cancillería. Cuando Cristina, aún en vida de Néstor, El Furia, se lo estampó, justamente a Boudou, como el ejemplo a seguir. Demasiado para un setentista nostálgico.
La cuestión que Boudou, en las cercanías de los 50 años, tío Plinio querido, trasciende.
Debe aceptarse que, hasta hoy, la construcción del relato de Boudou funciona. Mejor de lo que Cristina calculaba.
Ni siquiera molestan los registros vulnerables de su historia. Sus andanzas costeras con Nariga. Al contrario, forman parte del aprendizaje.
El producto vale. Es explotable. Y la imagen de Boudou, con la guitarrita, es fácilmente exportable.
Atributos republicanos
Don Jaime Durán Barba, el máximo estratega del macri-caputismo, apodado El Equeco, se siente muy influyente en la cultura argentina. Viene regalada.
El consultor supo anticipar, en vibrante síntesis, los atributos republicanos de Boudou. Dijo:
«Cristina eligió un excelente compañero de fórmula. Es joven, buen mozo, toca la guitarra, canta, anda en moto».
La ponderación publicitaria de Durán Barba resume el estado de la sociedad. Movilizada por fascinaciones insólitas.
Explica, por ejemplo, aquel consistente triunfo de Francisco De Narváez, El Roiter. En el 2009, sobre Kirchner, El Furia. A través de la eficacia redituable del bailecito célebre de Narváez, junto a su imitador. En la emisión televisiva de Marcelo Tinelli, el Juan Bautista Alberdi de la época.
La idea que penetró, y que aún suele evocarse en el imaginario colectivo, fue «alika alikate».
Explica también que, para festejar las consagraciones electorales, el macri-caputismo, tío Plinio querido, baile. Salte. Suelte globitos de colores.
A través de Mauricio, El Niño Cincuentón, la exclusiva referencia. Con la música de Gilda y los bracitos en semicírculo rítmico.
O explica que el comediante Miguel Del Sel, en Santa Fe, haya generado el último fenómeno político.
Pero el Midachi fue contratado para hacer un papel decorosamente correcto. No para ganar.
Una semana más de campaña, o un apagón menos del sistema informático, y Del Sel quebraba el impuesto lugar común. El que suelen emitir, con rostro grave, los analistas profundos.
Indica, el lugar común, que cuando la economía funciona es imposible vencer a los oficialismos.
Es relativamente cierto. Siempre y cuando los opositores carezcan de credibilidad. De vigor. De liderazgo.
El estado de la sociedad legitima que un importante operador le haya aconsejado, oportunamente, a su Sobrino:
«Si querés crecer en política, lo mejor que podés hacer es comprarte un circo. Ponerte una túnica azul y hablar siempre desde la astrología china».
O justifica que, en una comida reciente, de angustiados opositores a la racionalidad del cristinismo, en ambiente selectivamente emblemático, otro pensador, con abismal seriedad, haya sugerido la necesidad de encontrar algún famoso de la televisión. Que se disponga a dar la batalla. Y rodearlo de buenos técnicos. Capacitados cuadros.
Los ratones
Significa que Boudou es, tío Plinio querido, una excelente mercadería para presentar. Hay que asumirlo.
Para consumo masivo -sobre todo- de la juventud. Pero tenga presente que, en la Argentina actual, la juventud se extiende hasta los 50 años.
Temática ausente -la juventud-, en el resto de las ofertas que suelen amontonarse en los anaqueles.
O que contemplan, al semejante, desde la sonrisa del afiche de campaña.
Como calidad de producto, Cristina tiene una mejor terminación. Supera al producto que vendía el marido extinto. Que precisamente la catapultó. Le despejó el camino.
Cristina rescata, y lícitamente explota, tío Plinio querido, el mérito de la viudez.
Aparte del dolor humano, la soledad existencial se transforma, aquí, en un hecho político.
Ahora Cristina se muestra más segura. Hasta simpática. Sigilosamente dramática cuando se quiebra. Ostensiblemente altiva, cuando le da consejos a la humanidad. Con deslizamientos frecuentes en la cursilería que resulta irritante, apenas, para la mitad de la población.
Pero ella supo devolver, con compostura, la revalorización que la sociedad le otorgó.
El relato se construye, si lo observa, con programada naturalidad.
Juntos, Cristina y Boudou asoman, en la coyuntura, como una fórmula electoralmente imbatible.
Juntos, aparte, y sin que esté técnicamente planificado, estimulan la fantasía de la sensualidad compartida.
Los ratones, los «rulos», que favorecen la instalación del misterio. Del rumor que se extiende en el imaginario.
Fortalecen, además, la perversión social. Terminan por cautivar. Para el infortunio de la otra mitad.
De nada vale, a esta altura, tío Plinio querido, pasarlo a Boudou, a través de la tomografía informativa.
Aunque se prendan todas las luces bermellones del tomógrafo.
Aunque suenen todas las chicharras de advertencia. Porque el pasadiscos de Sobremonte, formado en el CEMA de Carlitos y del Roque, emerge como un dotado por la suerte. No lo rozan, todavía, las balas. Los efectos residuales de sus escandalosas barbaridades. Pecados de gestación. Ampliaremos.
Dígale a tía Edelma, sólo para su conocimiento, y sobre todo a La Otilia, para su aplicación, que en septiembre tienen que utilizar el Incienso de Venus. De musgo y de pétalos. Picados.
Es especial el Incienso de Venus para las prácticas adivinatorias. Y para atenuar los conflictos del corazón. Para atraer, incluso, alguna pareja, vigorizada por el deseo erótico.
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