Cristina en la soledad de Olivos (I)
Cristina Olímpica. Concentra la totalidad de la atención.
Artículos Nacionales
En banda. Incertidumbre total, desconocimiento. Funcionarios con rango de ministros que apenas pueden verla cuando la aplauden en los discursos. Empresarios de renombre, preocupados porque la indiferente ni les responde los llamados. Periodistas informados que se exhiben en la obligación profesional de emitir pistas. Consultores que elogian y cobran, o que aguardan ser contratados, para cobrar.
De acuerdo a la evaluación, todos están en banda. Sin siquiera imaginar cuál va a ser la decisión final de Cristina.
Cada afortunado que tiene tres palabras, o tres minutos, en soledad, con ella, es asediado por la misma pregunta.
¿Te dijo algo? ¿Va a ser? ¿Cómo la viste?
Desde la racionalidad política, debiera descontarse que la señora Cristina va a ser la reelegida. Queda, en tal caso, saber a quien va a elegir como compañero de baile.
El kirchnerismo -como fenómeno- se extinguió. Desapareció con Kirchner. Con cinco vueltas de llave de la bóveda de Río Gallegos.
Pero abundan los kirchneristas nostálgicos. Se cuelgan insistentemente del «Vestidito negro» de Cristina (cliquear).
Como el «buen crepúsculo», del poema de Nicanor Parra, Ella es lo único que (al kirchnerismo póstumo) le queda.
Pero nada es lo mismo si Cristina va por la reelección. O no va.
Significa, en la práctica, que la sociedad argentina entera se encuentra colgada, también, del Vestidito negro.
Capricho de Dios
Cristina sirve más para conservar el poder que para construirlo.
Es útil, también, una vez obtenido (el poder), para consolidarlo. Aumentarlo.
La construcción, como la dilapidación y la recuperación, fue obra de El Furia.
Se lo delegó en el 2007. Cuando cometió el desatino de abstenerse de la reelección, a la que tenía derecho.
Pero El Furia no se atrevió al otro periodo por temor a la carencia de continuidad.
El proyecto de quedarse, ininterrumpidamente, se le quebró a Néstor cuando el gobernador Rovira se estrelló en aquel Plebiscito de Misiones. 2006. Contra el capricho de Dios, representado, para colmo, por un cura. El Padre Piña.
Fue también el quiebre del proyecto de Felipe Solá, de quedarse, en Buenos Aires. De Fellner, en Jujuy. De Kirchner, en la nación.
La victoria del Padre Piña fue la causa fundamental de la postulación de Cristina.
La enseñanza, de Kirchner, entonces, pesa. No hay que ir nunca por otro mandato sin la garantía de continuidad.
Aunque se fomenten martingalas que aludan a la «Cristina eterna» (emanación gestual de la señora Diana Conti).
La martingala cierra con Zaffaroni, miembro de la Suprema Corte, como sorprendente vice. Compañero del próximo baile. En la consolidación hipotética del frepasismo tardío. A los efectos de tramitar la reforma constitucional, que derive en el injerto de un gobierno parlamentario. Con reelección -ahora sí- indefinida.
Bowling
El delirio de «Zaffaroni vice» entusiasmó, sin mayores fundamentos, a los elitistas, curtidores de la selectiva información.
Como los otros delirios conjeturales que aluden a los vicepresidentes, que se echan a rodar en el bowling.
Desde el ascendente Abal Medina, tomado por un bleff por quienes lo detestan, hasta el devaluado Boudou, El Insaciable.
Pasa también por la atormentada ansiedad del gobernador Capitanich, del Chaco. O la calma sobriedad de Uribarri, gobernador confiable de Entre Ríos. Incluso alcanza para barajar a la cuñadita Alicia. Menos que un delirio, es una ofensiva chicana hacia Cristina. Acaso lo más gracioso, hasta aquí, en el bowling es la bola que rueda de Zanini. Para vice.
Lo cierto es que todos, hasta los involucrados en las fantasías, están en b…
Y sobre todo en banda.
En la soledad de Olivos, hoy Cristina concentra la totalidad de la atención. Hasta los chismorreos de quienes divulgan confidencialmente que tiene «alegrías».
No hay nada en la materia. «Sin novedad en el frente», diría Remarque.
Porque Cristina pasa sus días sin recibir, prácticamente, a nadie.
Es entonces donde emerge el mito de Zanini. Es el López Rega sin magia.
Zanini, según nuestras fuentes, es quien trafica la mayor influencia sobre ella.
Rigor verbal: decir «trafica» es muy distinto a decir «tiene».
«Antes que anochezca»
Lo que hace el sigiloso Zanini es trasladarse hacia Olivos. «Antes que anochezca», como titula Reynaldo Arenas.
Zanini suele desplazarse para acompañarla en la cena. A veces, incluso, llega con Icazuriaga, El Chango.
La constancia gastronómica le basta, a Zanini, para traficar. «Importancia personal», diría Arturo Jauretche.
Pero Zanini también, según nuestras fuentes, está en banda. Con la carga de hacer creer que se encuentra en el centro de las decisiones. Con el atributo de recibir alguna consulta de ella. O un comentario que se aproxime a un relato.
Aquí también está presente otra enseñanza medular de Néstor.
«A Zanini hay que consultarle cualquier tema jurídico. O encargarle un decreto. Pero de política, con él, nada. No entiende».
Otro que traficaba influencia sobre la señora era Boudou.
Conste también el tiempo de verbo, «traficaba». Es pasado. Cuando El Insaciable impresionaba.
Se encargó de instalar, exitosamente, que se trataba del favorito para la candidatura a jefe de gobierno del Artificio Autónomo.
Contagiados por su vibrante optimismo, los pares del gabinete también se tragaron el amague de la versión. Y operaban, en consecuencia, a su favor.
Igual que Scioli, el líder de la Línea Aire y Sol, sindicado engañosamente como el heredero, si Cristina opta por borrarse.
Igual que Moyano, el próximo blanco (después del turno de Schoklender y Hebe).
Hora de cierre
Hasta que llegó el día, y la hora, del cierre.
Cuando Cristina convocó, en Olivos, a los tres soldaditos de chocolate.
Acurrucados, los tres, entre los pliegues del Vestidito Negro.
Daniel Filmus, que llegaba apichonadito. A punto de derretirse. Venía decidido a recibir la peor noticia. Aunque fuera el más favorecido por la numerología.
El ministro Tomada. Ansioso, con su corbata radiante, predispuesto para escuchar la voz del mando. Con el mensaje de su destino.
Y el «favorito». Boudou, agrandado, seguro de las sonrisas del porvenir. Trascendió que había programado un festejo con «su gente», con «sanguchitos» de miga. Canapés. Champagne y detalles del catering de su guitarra.
Con el peso olímpico del poder público, concentrado en la frialdad de su palabra, Cristina ordenó:
«Vas vos, Daniel».
Y de inmediato se dirigió a Tomada. «Y vos vas de vice».
Como percibió que Amado, enternecedoramente, se desmoronaba, en las vísperas de la depresión sombría, Cristina sacó de su bolso de mano unos caramelitos de madera. Ligeramente espolvoreados con azúcar impalpable.
«Vos, Amado, te quedás como elemento de reserva».
Continuará
Manténgase conectado.
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