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El kirchnerismo súbito de Menem

Kirchneristas, Menem es de ustedes, les pertenece. Háganse cargo, del presente y de la historia.

Jorge Asis - 1 de junio 2011

Artículos Nacionales

El kirchnerismo súbito de MenemKirchneristas queridos, hoy Menem es de ustedes. Háganse cargo. Les pertenece.

«A mí, tan luego», gastarme con el kirchnerismo súbito de Carlos Menem.
El comienzo es borgeano. Remite a «El hombre de la esquina rosada». Un recurso para referir la broma del kirchnerista inspirado.
«Vas a llegar tarde, Asís. Porque bajamos el telón. Menemistas no aceptamos más».
Muy divertido. Otra: «Tu jefe político se nos rinde y vos todavía nos rompés las…».

La identidad en el laberinto (otra idea borgeana).
Soy reconocido como un crítico de la patología del kirchnerismo.
Pero sigo eternamente estampillado con el calificativo cultural de «menemista».
Para colmo, como civilización, el menemismo se extinguió.
El kirchnerismo súbito de MenemLa referencia principal -Menem- valora al extinto Néstor Kirchner. Por supersticioso, El Furia no pronunciaba su nombre. Tocaba madera a su paso.
Y dice que va a ganar Cristina. «Es la más capacitada».

Jamás lo negué a Menem. Nunca voy a denigrarlo.
A Menem le banco -incluso- hasta la instalada funcionalidad al kirchnerismo.
Es suficiente con la pena que da él. No hace falta que me dé ninguna pena a mí.

Memorias

Reproduzco el fragmento de un texto inédito. Pertenece al libro «CAJA NEGRA, memorias de política y literatura». En gestación.

«Menem dejó de ser mi «jefe político» en octubre del 2001. Cuando aún estaba preso en la Quinta de Gostanián. Lo acompañaba ejemplarmente Cecilia Bolocco, como correspondía a una dama (una esposa) leal.
Me convocó una tarde. Me propuso que fuera su candidato a senador. Para confrontar -justamente- con aquel Eduardo Duhalde.
Acepté. No tenía otra alternativa.
¿Cómo negarse al pedido del Jefe preso?

El kirchnerismo súbito de MenemEntonces atravesaba, por defender a Menem, un presente político signado por el protagonismo mediático.
Su desdicha me resultaba cínicamente redituable. Crecía merced a su desventura personal. Iba «chupado» (término automovilístico) a la soledad de su desgracia.

De manera que salimos en peregrinación, sin el peso de las monedas, por la provincia de Buenos Aires. Para confrontar con Duhalde y, por si no bastara, con Raúl Alfonsín, que era candidato a senador por la Unión Cívica Radical.
Iba con el inolvidable Jorge Triaca, el candidato a diputado, fuertemente sostenido por el vigor del «adrianismo». Con mi senadora suplente, Susana Merlo, La Negra. Con la cosmovisión estratégica de Blanco, el Chango de Monte Grande. Con el denso Negro Oliva, de Vicente López. Y con El Dandy, desopilante operador y chofer de Cobas, nuestro caudillo de Lanús.
Triaca pagaba, de «la suya», las comidas y los hoteles. En los distritos, los «nuestros» aguardaban que les lleváramos «recursos». Mangos, elemento sustancial de la vocación política. Pero nos caracterizábamos por la sequedad. La campaña fue, en definitiva, un desastre.
Como el General Quiroga, yo «iba en un coche al muere» (siempre Borges).
Por combatirlo, aprendí a respetar a Duhalde. Y me divertí. Mucho. Como en ninguna otra campaña.

El kirchnerismo súbito de MenemDefendía a Menem, el Jefe preso.
Pero Menem, en una estrategia autodestructiva de pinzas extrañas, mandaba también a recorrer Buenos Aires -siempre contra Duhalde- a otro postulante para senador.
Era Luis Patti (por su horrible destino, Patti merece un capítulo especial).
Insulté bastante cuando el Cabezón Cruz, amigo y compañero de La Matanza, fue también a visitarlo a Menem, hacia la Quinta.
Cruz quería «jugar» para mí. Pero Menem lo mandó a jugar con Patti.

Prefería no entender. Menem, como Jefe, se me desmoronó mientras debía defenderlo.
En mi esquizofrenia creativa, supe exhibir los convincentes atributos para la interpretación. Mientras más fervorosamente lo defendía, más me alejaba.
El kirchnerismo súbito de MenemParticipé, incluso, de una emotiva comida, en su homenaje, en la Quinta de Gostanián. Cierto empresario había llevado comida árabe. Me designaron para hacer el brindis. Con mis palabras casi los hice llorar. Mientras tanto me decía: «Con Menem no hago política nunca más».
Extraído de «Memorias de política y literatura» (texto inédito).

El Chango Beder

Por la televisión, el domingo, lo veía a Menem en La Rioja. Rodeado del enjambre de cámaras y micrófonos, donde siempre supo moverse.
Declara que va a ganar Cristina, en la «primera vuelta». Porque «hace las cosas bien, y la oposición no existe».
Lo veía también al exultante triunfador. El gobernador Beder Herrera. Hablaba de Carlos Menem con un dejo ostensible de paternalismo.
En los noventa el Beder, en realidad, era «eduardista». Se situaba, como yo, en las proximidades del ascendente senador Eduardo Menem.
Eduardo lo había llevado al Beder, de la mano, hacia París.
– Es un buen Chango, capaz y leal -me dijo Eduardo-, hay que prestarle atención.
Mientras tanto, se le enseñaba al Beder la Torre. El Arco. El edificio del Louvre.

Fue antes del Pacto de Olivos. De la constituyente del 94. Cuando aún no se sabía si iba a facilitarse, para Menem, la posibilidad de la reelección.
Piuci, otro eduardista que también sería embajador, repartía aquellos simpáticos relojes de Gostanián. Funcionaban. Se leía en la pantalla «Menem 95».
Me dijo Piuci:
– Dice Menem 95 -y me guiñó un ojo: Pero no sabemos cuál de los dos Menem va a ser.

El kirchnerismo súbito de MenemAquel Changuito capaz y leal, el eduardista Beder, de mirada impresionable y ojitos brillantes, el último domingo en La Rioja juntó más miles de votos que el propio Menem de la mejor época. Aplastó al gobernador Maza, del que Beder supo ser su vice. Y al que, inapelablemente, después derrocó.

En la volteada, evoco cuando -finalizado el menemismo- volví a La Rioja. Era la capital melancólica. Como Cartago después de la caída. Eduardo, aún senador, me había pedido que fuera para inaugurar la Feria del Libro. Kirchner ya era presidente.
Entonces Maza, el gobernador, y Beder, el vice, se esforzaban lícitamente por reacomodarse. Por lo tanto debían desprenderse de la hierba mala del menemismo.
Dos amigos que no me dieron la menor bolilla. Lo comprendí: yo era portador infectado de menemismo.

Hoy Beder Herrera trata, a Menem, con un paternalismo enternecedor. Y lo masacra electoralmente a Maza. Mientras Menem, adentro y domesticado, dice que va a votar por Cristina, porque hace las cosas bien y los amigos me gastan. «A mí, tan luego», por el kirchnerismo súbito de Menem. Pero les reitero «Menem es de ustedes, les pertenece, háganse cargo, del presente y de la historia».

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