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El precio de tenerla cerca

Los vuelcos del dotado Sergio Schoklender. La banalización de las Madres de Plaza de Mayo.

Jorge Asis - 31 de mayo 2011

Artículos Nacionales

El precio de tenerla cerca«Sacátelo de encima, Hebe», le pidió Cristina, «por el bien de las Madres».

Cristina no perdonó que Sergio Schoklender le pidiera, directamente, al Comisario Vallecas, la represión de los invasores del Parque Indoamericano.
Tampoco iba a perdonarle Cristina que Sergio, según nuestras fuentes, desparramara la obviedad tan extendida. Que el gobierno estaba «lleno de corruptos».

A propósito de Sergio, Cristina contaba con la información disponible. La tenía cualquier periodista predispuesto a callar.

Era un dotado. De inteligencia superior. Pero en su «cuadro de vulnerabilidades» figuraba, en primer lugar, la adicción del juego. La pasión que lo hacía volcar, desenfrenadamente. Otras adicciones, más comprensibles, quedan en el ámbito de su privacidad.

Se asiste a otra derivación de la muerte irresponsable de El Furia.El precio de tenerla cercaComo era inescrupuloso, Néstor se encontraba en condiciones de contenerlo mejor. Sin llevarle, siquiera, el apunte. Siempre con dinero. Le autorizaba las partidas. Bastaba una palabra en el teléfono. «Dale». O con un pedido de Hebe, que estaba siempre dispuesta. En primera fila. Donde la necesitara.

«Sergio era el precio que Néstor debía pagar» -confirma la Garganta. «Para mantenerla, siempre políticamente cerca, a Hebe».

La magnitud del incendio

Los opositores, tardíamente, parecen haberse dado cuenta.
Al tirar, estratégicamente, de la cuerda, pueden sorprenderse. Llevarse puesto un edificio de papel. La impostura humanitaria del kirchnerismo.
Son inconscientes, aún, los opositores y los oficialistas, de la magnitud del incendio. Remite a la devastación moral de la organización Madres de Plaza de Mayo. Aliada fundamental que proporcionó, con la presencia inalterable de los pañuelos blancos, el complemento fotográfico del progresismo.
De pronto Las Madres, acreedoras unánimes de la sociedad, emblema ético de la lucha y de la solidaridad, sorprenden a la misma sociedad. De distraídos. A la que le reclaman. Con la novedad que banaliza hasta la imagen del dolor. Es asociada, también, al flagelo universalmente hegemónico. La corrupción.

Estado tonto

El precio de tenerla cercaPara su proyecto político, El Furia privilegiaba la alianza indestructible con la señora Hebe de Bonafini. La «Madre de todos». «Madre Coraje». Conductora de la valiente institución, vanguardia en la lucha contra la Dictadura. Para convertirse, durante el lapso kirchnerista -y con la tutela del «apoderado» Sergio Schoklender-, en una constructora gigantesca. Obstinada en la sensibilidad social, sólo en sus formulaciones. Competidora, con ventajas, en la pugna por la torta del Sistema Recaudatorio de Acumulación.

Para la versatilidad de las Madres, Sergio les generaba grandiosos proyectos que multiplicaban el pluralismo de la organización. Miles de viviendas. En diversos puntos del país. Con la combinación que garantizaba la transitoria impunidad. Generosidad de fondos públicos, que aportaba el «estado tonto», con el capital moral que representaban las luchas de la entidad. Admitía la pedantería estética, tan positiva para los negocios privados. De titular a los artificios, por ejemplo, Rebeldía y Esperanza. O Sueños Compartidos. Hasta empapelar las oficinas de la banca central, con los cheques sin fondos.

El precio

El precio de tenerla cerca«Néstor tampoco tenía relación personal con Sergio, ni le interesaba tenerla» -prosigue la Garganta. «Sólo le importaba tenerla cerca a Hebe».
A mano, en sus actos, con el pañuelito. Aunque el precio de la exhibición fuera insaciablemente alto. Consistía en poner el dinero que le reclamaban.
Menos perversa que el marido extinto, Cristina no supo seguir el juego. Prefirió desplazarlo. En cierto modo fue un error. Pero Cristina sólo anticipó la debacle que se venía, inexorablemente, sobre las finanzas de la organización.
Con fuertes fundamentos, Cristina desconfiaba de Sergio. Lo tenía como un ser oscuro y extraño. La impresión estaba facilitada por los partes de inteligencia que le proporcionaban.

Después de la invasión al Parque Indoamericano, Cristina lo enfocó mal. Porque Schoklender pidió -se dijo- la represión. El violento desalojo de los desposeídos. De los miserables programados que amenazaban introducirse en «el obrador», del emprendimiento inmobiliario. Cercanías del Club Albariños.
Pero detrás del drama de la vivienda, de los miles de desposeídos, se ocultaba -según la información de Inteligencia- un negocio más movilizador.
Estaba en juego, para la zona sur, la distribución de los sobrecitos plateados. Líneas blancas.

El precio de tenerla cercaEn su momento, el Portal contó que Cristina, telefónicamente, le hizo sentir su enojo a Hebe. Y que Hebe levantó en peso a Sergio. Con la suficiente convicción como para que el extraño renunciara a su condición de apoderado de la organización. Pero pronto volvió.

Aislamiento selectivo

Cristina suele adoptar el aislamiento selectivo.
La mayor parte de los funcionarios sólo tienen posibilidades de verla cuando, meritoriamente, la aplauden en sus alocuciones.
Crece, mientras tanto, hasta consolidarse, la influencia de los pingüinos falsos. Inmigrantes internos trasplantados, en aquel sur, como ella.
De Carlos Zanini, el cordobés, alias El Ñoño. En menor medida de Icazuriaga, el «Chango» bonaerense.
Finalmente el Chango Icazuriaga hoy ya controla la Secretaría de Inteligencia.
Ambos -Zanini e Icazuriaga- suelen acompañar a la Presidente, en sus comidas solitarias de Olivos.
Si hay algo que no falta, en el aislamiento selectivo de Olivos, es información.

El precio de tenerla cercaLa evaluación, respecto a Sergio, según nuestras fuentes, era bastante previsible. Sus actos privados iban a perjudicar, en cualquier momento, a las Madres. La aliada sustancial del gobierno. Al trascender, podían convertirse en un desastre político. Por los fondos en juego del Estado Tonto.

Adicciones. La carne y el juego

Sergio solía despotricar contra los funcionarios. Los acusaba, justamente, de ser corruptos. Chorros. Vaya novedad.
Sobre todo le atribuía, semejante atributo, indeseablemente personal, a otro consagrado crédito del portal. José López, el Secretario de Vivienda. Más conocido como El Neolopecito.
En un desacuerdo ideológico, en la última discusión por los reclamos de fondos, irascible e insaciable, Sergio le arrojó -al Neolopecito- el café en el rostro. Con pocillo incluido (la cucharita, según el parte de Icazuriaga, cayó en el piso).

El precio de tenerla cercaLa irascibilidad, en el kirchnerismo, no podía asombrar a nadie. Menos aún las desprolijidades en materia de fondos públicos, que aquí se combinaban con la extorsión moral.
«Cuando Sergio reclamaba por su dinero parecía ponerse un pañuelo blanco», confirma la Garganta.

Entonces ¿quién iba a ponerse en contra de la «dimensión ética» de las Madres? Bastaba con un telefonazo de Hebe, bien conducida por Sergio, para que los funcionarios se enternecieran. Para que las partidas se abrieran, de pronto, con la naturalidad de una flor.

Atormentaban, aparte, hasta la fascinación, los partes que aludían a las adicciones. La carne y el juego. Vulnerabilidades que El Furia, acaso, hasta sabía explotar. Pero que a Cristina, en cambio, la irritaban.
Pasiones entrecruzadas solían desatarse alrededor del causante. Odios entre cuñadas que pertenecen a la esfera de su privacidad.
Odios casi irracionales entre la psiquiatra relevante, VS -esposa de Sergio, con frecuencia ex esposa- con Hebe. La abuelita artificial, del niño que es -para Hebe- su debilidad.
Consta en los partes que el rencor, entre Hebe y la psiquiatra VS, es recíproco. La doctora solía calificar, al emblema de la lucha por los derechos humanos, de «vieja fascista e histérica». El adjetivo más suave, según nuestras fuentes, era «autoritaria». En la descalificación, sugería que Hebe despreciaba a todas las mujeres. Ninguna mujer podía caerle bien. Sólo Cristina. En especial a partir de la muerte de Néstor.
Ahora Hebe se definía como un «soldado de Cristina». Ni por mero interés pecuniario, ni por oportunismo político. Había aprendido a apreciarla. Admirarla. Y si la jefa política le pedía: «Hebe, sacátelo de encima», no tenía otra alternativa que desprenderse del hijo que había adoptado. Y despedir a cierta dama, P, la mano derecha del hombre que había modificado los lineamientos de Madres. Pasaban de la lucha revolucionaria a la disputa, casi salvaje, por el mercado de la construcción. De la Patria Liberada a la Redeterminación de Precios.

El precio de tenerla cercaHoy Hebe debe padecer por las esquirlas del escándalo. Por la relación condicionada, en adelante, con el nieto, que le suministra algo de alegría. En las playas del Tuyú.
Hermana astrológica del Che Guevara, a sus 83 años, a esta Dragón de Tierra los disgustos, al amontonarse, pueden precipitarle el verdadero final. Merecía, en todo caso, haber sido más grandioso. La culminación de una epopeya ejemplar. Sin quedar adherida a las desmesuras de las adicciones. A las situaciones límites. Generadas por un dotado, de superior inteligencia, que volvía a volcar.

Continuará

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