¡Para qué juntar tanto!
La búsqueda del metafísico Fort Knox.
Artículos Nacionales
«Está difícil Cristina» -confirma la Garganta.
No recibe -casi- a nadie. Menos aún, a los fuertes empresarios que su extinto marido solía recibir. Inútilmente le solicitan audiencia, con algún sesgo de incierta culpabilidad.
Trasciende que, con Cristina al frente, se acabaron las dimensionadas cuestiones «por izquierda». Hasta, incluso, las algarabías que procedían de los subsidios.
Nada de asuntos del cuero. De los relativos a la insigne pasión por la marroquinería. Ningún acuerdo de caballeros misteriosos por debajo de la mesa. Los que, después de la muerte (irresponsable) de El Furia, hicieron que alguna gente honorable hoy sea mucho más rica.
Pactos que sólo eran conocidos por los sujetos. Y por «el que se fue».
El flamante mecanismo clausura la cultura de la marroquinería, que impregnó varios años de la revolución imaginaria.
De los acuerdos sin testigos. Costó detectarlos. Pero algunos misterios paulatinamente se esclarecieron. Representan la base de la construcción metafísica del «Fort Knox» (cliquear).
La fortaleza imaginaria, según otra Garganta, ya fue descubierta. Es el corolario del Sistema Recaudatorio de Acumulación. Aseguran que hizo exclamar:
«¡Para qué juntar tanto!».
Entre el inmanejable Kirchner, y la canalla del universo empresario, persistía un canal especializado. Julio De Vido. El super-ministro, en sigilosa retirada, hoy atraviesa un período caricatural. En otras palabras, el pobre quedó dibujado. Pintado.
Porque Cristina prefirió aferrarse, ostensiblemente, a Carlos Zanini, el crédito de ElectroIngeniería. Al que los desplazados denominan «el López Rega sin magia».
Por oportuna instrucción de El Furia, Zanini, alias El ex Ñoño, y actual Neo-Brujo, se encargaba de la contención intelectual.
«Discutí con ella, vos tomala en serio», solía decirle.
Acceso directo
En la actualidad, Zanini es quien mantiene la mayor facilidad para el acceso directo. Es el interlocutor frecuente.
En las noches, invariablemente, Zanini se desplaza, según nuestras fuentes, hacia Olivos. Para comer con ella. Acompañado, por lo general, por Icazuriaga, alias el Chango, secretario de SI.
Pero sólo después de la muerte de El Furia, el Chango pudo atreverse a jugar a los espías. La chapa de experto, en materia de espionaje administrativo, estaba destinada a Larcher, alias Paco.
Es «El espía que llegó de Abril». Al que Cristina le desconfiaba. Pero por sus virtudes. Porque Larcher era demasiado leal a El Furia. Sobre todo en cuestiones derivadas de los desbordes secretos de la intimidad. Detalles en los que el Portal no se va a detener, y no precisamente por desconocimiento.
Pero Cristina lo indultó pronto a Larcher. Por la acumulación de conocimientos y el traslado automático del sentimiento de lealtad. Hacia ella.
Epidemia de decencia
De a uno, según la Garganta, Cristina entrevistó a ciertos colaboradores relevantes del extinto.
«Todo lo que tratabas con Néstor, en adelante lo tenés que tratar conmigo».
La Garganta confirma que uno, bastante vago y con tendencias de atorrante, replicó. O dice que le replicó:
«¿Todo, Presidenta? ¿Está segura que quiere saberlo todo? No me atrevo».
Trasciende que Cristina frenó todo aquello donde se olfateara a negocio.
La epidemia de decencia, el bacilo extraño de transparencia, se mantiene. Como si fuera una consecuencia del asombro que hizo exclamar.
«¡Para qué juntar tanto!».
La atmósfera impide la gestación del «gobierno de amigos». Aunque vayan a aplaudir a la presentación de libro del agudo ensayista Aníbal Fernández. Los ministros tratan de no hacerse amigos entre ellos. Como si estuviera mal visto. Los resquemores se expanden.
Trasciende, aparte, que entre Cristina y Zanini se pre-cocinan las claves del próximo gabinete. Colmado de ausencias.
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