Para entender el «fenómeno Kirchner»
A seis meses de la muerte irresponsable de El Furia.
Artículos Nacionales
Felizmente, el extinto Néstor Kirchner, El Furia, fue una personalidad infinitamente más compleja y contradictoria de la que suele mostrarse en los melosos homenajes que se le tributan.
A seis meses de su muerte, la instalación de selectivas tergiversaciones puede cautivar a los distraídos. Cumplen el objetivo de construir el relato parcial de su peripecia, (irresponsablemente) quebrada a los 60 años.
Para consumo masivamente interno, prefiere consolidarse la imagen de Kirchner como infatigable defensor de los derechos humanos. Del providencial que le devolvió la dignidad a «la política». Del ser auténtico de principios categóricos que jamás iba a dejarlos en la puerta de la Casa Rosada. Del romántico dulzón que amaba, como un adolescente eterno, a su mujer, desde que hacía travesuras de cuernitos para una cámara de blanco y negro.
La orden de descolgar los cuadros, al pobre general Bendini (de lugar desdichado en la historia), ayuda sustancialmente a proporcionar el marco épico. La versión del patriota-luchador es complementada por los frecuentes quiebres emocionales de Cristina, esposa y sucesora, al evocarlo en las cotidianas alocuciones.
Es un material invalorable para la gestación de una ópera rock. El final abrupto, con la muerte prematura, y con la escenografía de la juventud innumerablemente dolorida, clausura la epopeya, que brinda la idea de grandeza funeraria. Dentro de seis meses, para cuando se cumpla el año, la producción de la ópera rock se le puede encargar, sin ir más lejos, a Fuerza Bruta.
Abordajes
Más que en protagonista asiduo de ensayos y biografías, Kirchner se convirtió en un género literario.
Después de Gatti, autor del dispensablemente clásico, «El amo del feudo», se registraron múltiples abordajes sobre el «fenómeno Kirchner». Habilitan a insinuar la gestación del género. Abundan los Kirchners a la carta. Desde textos de Majul hasta Sarlo. De apologistas como Feinmann, González o Forster, hasta impugnadores fundamentados como Grondona, o meramente objetivos como Neilson. Como el personaje amenaza con ser transitoriamente inagotable, puede asegurarse que el género mantiene asegurada cierta persistencia. Para extenderse con otras obras, enfocadas en Cristina. Como las de Walger, Wornat, Russo.
Al respecto, el portal supo organizar seminarios privados. Contratados. Desde hace años, aún con Kirchner ofensivamente vivo. Para racionalizar al protagonista -Kirchner-, como a su circunstancia, la sociedad Argentina. O simplemente para el intento de entender, sobre la marcha, al «fenómeno». La complejidad cultural del kirchnerismo.
A los meros efectos de su estudio, se prefirió abordarlo a través de distintas etapas. Y tomarlo, siempre, con el punto de partida del 2003. Cuando Kirchner se encontraba capitalizado por «el mérito de ser un desconocido». Sin deslizarnos en la facilidad de dejarse arrastrar por la chicana que lo vuelve inicialmente vulnerable. Desastres que el protagonista dilataba desde la gobernación de Santa Cruz. Y permitían, incluso, la gravedad implícita en el siguiente aforismo:
«Desde el poder se puede llegar al delito. En la Argentina, desde el delito, se puede llegar al poder».
Seminario
En los seminarios privados (nunca gratuitos), el Portal propone tratar (si se quiere «homenajear»), la citada complejidad, a partir de cuatro etapas diferenciadas. Útiles para captar, en trazo grueso que se afina, el primer ciclo (2003-2007).
1) La transversalidad inicial. La búsqueda del estilo propio. Las imposturas de progresismo. La recreación redituable del pasado (2003/04).
2) La construcción lícita del poder personal. O la pulverización de Duhalde, para ocupar su lugar (2005).
3) Hacia la hegemonía total. Concesión de la Corporación Peronista para creerlo hegemónico. Etapa clausurada en Misiones, con la primera derrota (2006).
4) La soberbia y el desborde. La reelección conyugal.
El período Cristina, aún vigente -a ocho meses de su extinción-, y hasta la muerte de El Furia, el portal prefiere tratarlo a través de las derivaciones de sus conflictos simultáneos.
El Campo, por las secuelas de la Resolución 125.
El Divorcio -en pésimos términos- con el Grupo Clarín.
La problemática debe ser invariablemente analizada en el conjunto conyugal.
La presencia compulsiva, inmanente, de Néstor, tan poderoso como desocupado, entre octubre del 2007 y octubre del 2010, neutraliza la influencia de Cristina. Hasta -infortunadamente- lateralizarla.
El Furia se dedica a activar, agitar los conflictos que personalmente multiplica. Hasta excederse en las desventuradas tensiones que iban a vencer, en definitiva, a las endebles resistencias de su cuerpo.
No obstante, durante el «ciclo Cristina», es donde debe tratarse uno de los fracasos más intensos de Kirchner. La reorganización del Partido Justicialista.
Se evalúa que Kirchner, como Presidente de la Argentina, tuvo bastante más suerte. Pero como presidente del PJ fue una catástrofe.
Banalizó, hasta anularlas, las estructuras vigentes, pero sin haber podido encarar ninguna estructura de suplantación. Habilita a insinuar que el kirchnerismo, separado del peronismo, mantiene la legitimidad de una flatulencia en el interior de una canasta.
Método dialéctico
Otra manera, filosóficamente más atractiva, consiste en homenajear, para entender, a Néstor Kirchner, a través de la «metodología dialéctica».
Consiste en rescatar, o sólo interpretar, los aceptables atributos, a partir de las tres derrotas fundamentales que signaron su ciclo histórico. Las derrotas suelen brindar mayor resina argumental que los triunfos relativos. Muestran la admirable capacidad de recuperación ante la adversidad. Se sintetiza con el título «El poder y la lona».
1) Misiones. 2006. Es aquí donde naufraga el proyecto de la reelección indefinida. Y donde se decide la elección de Cristina.
2) La 125. El campo. 2008. Es cuando, desde la lona, El Furia, desocupado y vencido, impulsa la renuncia de Cristina. Donde se quiebra el mito hegemónico y se inicia el reinado efímero, en las encuestas, de Cobos.
3) Las testimoniales (2009). Es cuando cualquier locutor ya se cree en condiciones de «picarle el boleto» a Kirchner. De llevárselo por delante. Está situado en la lona moral. Para volver a levantarse. Aquí se vuelve sustancial el manejo global de la comunicación. Las pedanterías radicalizadas de la Televisión Pública. La estética trasladada a la política de Fuerza Bruta. El acierto del mensaje hacia la juventud.
La intención explícita del presente texto consiste en aludir a los enfoques más sólidos para homenajear (o sólo para entender) al protagonista que signó la primera década del nuevo siglo. Y sobre todo a su sociedad, la que suele espantarse por los productos que genera.
Por su complejidad, Kirchner, el extinto Furia, admite, por último, abordajes densamente respetables. Sin las selectivas tergiversaciones que tienden hacia la melosidad del buen muchacho. Del transgresor chiquilín, políticamente incorrecto, hijo de todas las madres, abuelitas y novias.
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