Zonceras de Aníbal y Garré
Para su aventura literaria, El Premier se inspira en Arturo Jauretche.
Artículos Nacionales
Desde que lo embocó la señora Nilda Garre -actual Ministro de Seguridad-, y lo deslegitimaran en público, por decisión de la señora Presidente, Aníbal Fernández, El Premier, invirtió parte de su tiempo -otrora invalorable- en ejercitar la tarea literaria. Publica «Zonceras argentinas y otras yerbas» (ver Entre Jauretche y Vargas Llosa).
En lugar de defender su honor, como le hubiera correspondido al peronista varón de Quilmes (y defender el honor de su jefe, el extinto presidente Kirchner), El Premier prefirió bancarse la humillación. Y el posterior vaciamiento. Que Garré indirectamente subrayara, a la luz de su espantosa evaluación, la total ineptitud de Fernández (y de El Furia, Kirchner) para conducir a la Policía Federal. Institución que es, según confiesa Garré, el principal problema que asegura tener la sociedad. Por ser -a su criterio- estructuralmente corrupta. Sus miembros, los policías vocacionales, indignados por la injusticia de la generalización, se encuentran con la moral pulverizada. Con el prestigio subterráneo. Paralizados por el patético estado de incertidumbre que padecen. Atributos nada recomendables cuando el principal problema colectivo es la carencia de seguridad. Ante la sociedad porteña que asiste, con perplejidad, a la disidencia entre las dos policías (La Federal y la Metropolitana) que emergen como derivaciones del conflicto político.
Inoperancias y corruptelas
Significa aceptar que la dupla Aníbal-Kirchner, para Garré -y también para la Presidente, que aún no la desautoriza-, fueron, por lo menos, exactamente inoperantes. Para terminar con las corruptelas que atormentan la gestión bartolera de Garré. O cómplices. En caso que las corruptelas existan. O hayan existido, en un pasado signado por la dinámica de la marroquinería.
Para colmo, en otro alarde altivo que complementa el ridículo, Garré confiesa, con programada impotencia, que carece de elementos probatorios de aquello que torpemente denunció.
Si aquí no se asiste a una zoncera -la pasión literaria de Aníbal- se trata, al menos, de una catástrofe. La constatación de la trivialidad de un gobierno que no se hace cargo, siquiera, de las improvisaciones de sus discursos.
Para algarabía del Premier, las llamativas banalidades de Garré provocaron, según nuestras fuentes, el fastidio previsible de Cristina. Pese al descenso abrupto de la tasa de tensión arterial, y enmarcada en una profunda introspección, Cristina indaga acerca de la manera más eficaz de quitársela (a Garré) de encima. Aunque se irrite la sensibilidad de la señora de Bonafini. Y se trate de un golpe en el corazón estratégico de Verbitsky.
¿Cómo despedirla -a Garré- de una forma decorosa? (la irreverencia del presente texto puede consolidarla). Con menos improvisación de la registrada durante la decisión repentina de nominarla. Acaecida, cabe recordarlo, durante la invasión del Parque (una manera de decir) Indoamericano. La que sería resuelta, con la brillantez selectiva del reparto, por el banquito móvil que sale de las arcas reservadas de Desarrollo Social. Y que conduce, según nuestras fuentes, el ex teniente coronel de abundante experiencia en tomas, especializado en invasiones. Con una capacidad de recursos que envidiaría, incluso, Jorge Brito, aquel mago que ya dejó de ser el banquero del poder, para buscar alternativas preferiblemente sucesorias de Cristina.
Carnicerías
Lo importante, para la zoncera, es que Garré, en adelante, desde Seguridad, logró proseguir con la sistemática carnicería iniciada en el Ministerio de Defensa. El que, en el 2007, parecía que Aníbal iba a ocuparlo. El equívoco generó el enojo frontal de Garré. Y el despido prematuro del general Montero, un especialista en Inteligencia que hoy riega las macetas con geranios de su balcón, por haber sido acusado de intentar la seducción del probable sucesor. Aníbal. La historia merecería figurar en las antologías de las zonceras básicas del kirchnerismo.
Mientras tanto Cristina, paulatinamente, se cansa. Y toma sigilosamente distancias del marido extinto al que homenajea (ampliaremos).
Hoy Garré puede degradar perfectamente a los azules de la Federal. Como supo degradar a los verdes del Ejército. Sentía el crecimiento del prestigio entre la caudalosa banda de progresistas del resistente frepasismo. Hasta que se pegó el balazo, metafóricamente irresponsable, en el pie. Fue cuando Horacio Verbitsky, el ascendente guía espiritual que Kirchner tanto temía, la acompañó para dialogar con un grupo de militantes. Juntos pudieron, en confianza, darle piedra libre a los desbordes de las lenguas largas. Nunca menos.
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