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Jabones de Alepo

Desplazamientos de Timerman. Otro cuento con Irán, ahora con Pacto.

Jorge Asis - 4 de abril 2011

Artículos Internacionales

Jabones de AlepoCristina cree en el relato artesanalmente construido. Los iraníes demenciales instrumentaron al violento Hezbollah libanés, para el terrible atentado contra la sede de la Amia. Epílogo del otoño inolvidable de 1994.
El convencimiento fue propagado en los plenarios de la Asamblea de las Naciones Unidas. Hasta que el 22 de enero de este año, Cristina instruyó a su canciller, Héctor Timerman, para que, ya que estaban de paso, se desplazara, desde Turquía, un poco más allá de la frontera. Hacia Alepo, en Siria.
Trátase de la ciudad -Alepo- que se jacta de ser la más antigua del mundo. Situada a 355 kilómetros al norte de Damasco.
Alepo significa «leche fresca» (Jalip, en árabe, es leche). Pero la ciudad es conocida, también, por su jabón artesanal. Construido como los relatos usuales. Viene preparado con oliva y laurel.

Pero Timerman no fue hacia Alepo para comprar jabones. Mantuvo el misterioso objetivo de persuadir a Walid al Mohalen. Es el canciller sirio. Para que persuada, a su vez, y como si fuera un trámite fácil, a sus aliados iraníes. Acerca de las ventajas de disponer del tercer país neutral, que podría ser Turquía, para el armado de la escenografía judicial. A los efectos de juzgar a los inescrupulosos iraníes señalados sagazmente por el dedo solvente del perseguidor, el fiscal Alberto Nissman, el más refinado refritador del juez Juan Galeano. Sindicados como los máximos responsables del atentado transcurrido en la lejana Buenos Aires. Con derivaciones investigativas que fueron casi tan catastróficas como el atentado en sí (ampliaremos).

Fúlmine

Sin que la modernidad de Timerman pudiera preveerlo, en enero comenzaban a estallar las rebeliones en los países árabes.
En Túnez, el viejo Cartago, se esbozaba la caída del esposo domado de la poderosa señora Leila Traboulsi. El dictador sometido, Ben Alí. Muy pronto, en Egipto, caería también Hosni Mubarak. Incluso, iba a diseñarse también la resistencia de «Nuestro bárbaro» (cliquear), Muammar Kadhafi, el beduino bereber, de Libia, últimamente asimilado por las grandes potencias que hoy, en su infortunio, lo deben bombardear.
En adelante, ni siquiera en la cosmovisión estratégica del embajador Plorutti, podía imaginarse que la rebelión popular iba a estallar, además, en Siria. Desde Deraa, el enclave mártir del sur. Y desde la paradisíaca Latakia, frente al Mediterráneo, ciudad originaria de la dinastía alawita de los Assad. Autoritarios que supieron generar, desde 1970, una dictadura eficaz, implacablemente sanguinaria. Con algunos detalles de carnicería. Aspectos disociados del sentido pluralista de la vida, que suele pregonar Cristina, nuestra Presidente.
Jabones de AlepoConste que Cristina no vaciló, oportunamente, en brindarle «La Lección del Dedito» (cliquear), al pobre Obiang. Aquel negrito de la Guinea Ecuatorial, que había llegado para hacer negocios de energía con De Vido, pero debió llevarse una reprimenda moral. Pero Obiang era un auténtico socialdemócrata, sobre todo si se lo compara con Haffez Al Assad. O con su hijo «Bashar, el oftalmólogo» (cliquear). O con cualquiera de los cretinos citados anteriormente. Todos fueron interlocutores, en su momento, de Cristina. Debieron recibir, resignados, las académicas disertaciones de geopolítica. Podrían legitimarle, en el llamado Medio Oriente, el apelativo de «Fúlmine». Porque Cristina colecciona interlocutores derrocados, o que están al borde del desmoronamiento. Bashar, Ben Alí, Mubarak, el propio Kadhafi.

Regla del Olvido

Pero regresemos al aroma de los jabones de Alepo. Oliva y laurel. Enero, 2011.
Llamativamente, su excelencia, el señor embajador de Israel en Buenos Aires, don Daniel Gazit, hacía sus consultas. Oficialmente también adhiere a la misma construcción del relato. Indica que los iraníes son los desalmados de la historia (que lo son, pero por otros motivos, ampliaremos).
Nutrido informativamente por el Mossad (servicio de inteligencia israelí), Gazit consultaba acerca de la presencia, en Siria, entre la espuma de los jabones de Alepo, y en la época, de Ali Akbar Salehi. Es el canciller de Irán. De aquí a instalarse que Timerman se reunió en Alepo, con los dos cancilleres, el árabe y el persa, había un paso. Lo sobrepasó (el paso) el periodista Pepe Eliaschev, con la espectacular denuncia del Pacto con Irán, con determinados ingredientes ostensiblemente conmovedores. Como la regla del olvido, a cambio del intercambio pragmáticamente comercial. Lo cual es innecesario porque Irán compra tranquilamente en Argentina. Con un superávit, a favor del Gorro Frigio, de 1.500 millones de dólares.

Responso y calas

Timerman lee esta columna en Israel. Mientras tanto, trata que sus entrevistas contengan la menor dosis de frialdad.
Las catástrofes seriales que protagoniza lo muestran políticamente vulnerable. Pero lo sorprenden bien bancado.
Jabones de AlepoTanto para la reunión de Alepo, como para la intempestiva incursión en el aeropuerto de Ezeiza, en su rol de Inspector de Aduanas, Timerman actuó movilizado, según Gargantas, por instrucciones de Cristina. Ella venía explicablemente despechada con Obama.
Pero Obama anuncia, casi al pasar, que el tema de la valija incautada es más serio, incluso, que el escándalo de la valija de Antonini Wilson. Es el cuadro que merece ser miembro honorablemente vitalicio del colectivo Carta Abierta.
De todos modos, pese a la potencia del respaldo, Timerman huele a responso y a calas. Lo cual se convierte en la garantía de permanencia. Pese a las llamaradas que expande la condición del funcionario.

Entre los pasillos y escritorios de la Casa Casta crece la sospecha. Prospera. Se viene el aire de la diplomacia de transición. Ideal para el juramento de un canciller de la Casa-Casta, que funcione como una suerte de Encargado de Negocios del Ministerio. Como fue la señora Ruiz Cerruti, durante el eclipse de Alfonsín. Hasta la asunción del próximo gobierno, que improbablemente lo encabece Cristina.

El canciller de la transición, según Gargantas, puede ser Luisito Kreckler (el popular PR).
Cuenta Kreckler con el apoyo sustancial del ex superministro De Vido. Es curiosamente el apoyo que puede jugarle en contra, aunque De Vido recuperó posiciones después de la contención de Moyano (ver nota aparte).
O la cucarda de la transición va a ser para Alberto D’Alotto, el actual vice canciller.
D’Alotto viene condecorado con la estampilla de ser progresista. Un zurdito de los que prefiere Cristina. Estuvo exiliado, colaboró en la defensa de presos políticos. Y con el gran atributo del perfil bajo. Casi, subterráneo.

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