Frepasismo tardío
La selectiva transversalidad de Cristina.
Artículos Nacionales
La versión progresista de la historia, con el nivel temerario del dramatismo, estalló en el 2001. A través de la Alianza. Fue la sepultura transitoria de la Unión Cívica Radical.
Recuperarse, a los radicales, les costó diez años.
Pero la versión progresista no se amilanó. Inalterablemente, después, se lanzó también a construir la sepultura del peronismo. Les cuesta -aquí- un poco más. Pero debe aceptarse que les va relativamente bien.
La progresía abandonó, en un recodo del camino, a los dos impulsores fundamentales de los noventa. El legendario Carlos Chacho Álvarez (al que Cristina no quiere tener cerca). Y Graciela Fernández Meijide, que tiene el paso vedado. Censurada por las dos señoras que despuntaron como las grandes animadoras del humanitarismo. Hebe y Eva. Aunque se desprecien entre sí.
Los progresistas de hoy tienen más funcionarios que votos.
Sin embargo igualmente se las ingenian para mantener un incierto predominio cultural. Y gravitante influencia en los medios de comunicación. Fuerzas que se trasladan, mecánicamente, hacia la política.
El proceso es complejo. Las organizaciones se extinguen pero las ideas perduran.
Es el ejemplo persistente del estilo Frepaso. Integrado por aquel Frente Grande, inventado por Álvarez, junto al partido PAIS, del lateralizado José Octavio Bordón. Dos organizaciones que, para tratarlas con mayor rigor, quedaron sumergidas en la irrelevancia del sello.
El Frente Grande, sin ir más lejos, es un sello que lidera Eduardo Sigal, quien fue despedido arbitrariamente por el canciller Timerman. Contenía, entre sus filas, a la ministro Garré. Al ascendente secretario Abal Medina, y, entre otros notables ganadores de sueldos, hasta a Martín Sabbatella, al que el filósofo positivista I.Z. suele describir como «Graciela Ocaña con barba».
Y el PAIS, aquel «país solidario», se transformó en un partidito de ocasión. Trasciende que Felipe Solá, el máximo exponente del felipismo, estaba a punto de alquilarlo.
Subsisten las ideas del Frepaso. Relativas a la interpretación de la historia. Del presente. Se reciclan a través del mecanismo de la transversalidad selectiva.
En el tramo inicial, Kirchner se inspiró en el cuento de la transversalidad. En el lapso de «la construcción del poder personal». Cuando El Furia se reunía con los transversales de magnitud superior. Como Aníbal Ibarra, y los apartados Luis Juez o Hermes Binner.
Pero pronto Kirchner, que era brutal pero distaba de ser gil, comprendió que, si de verdad quería retener el poder construido, debía ampararse en el peronismo. El movimiento que lo contenía y simultáneamente lo avergonzaba.
Fue en el decisivo 2005, año trascendente para el kirchnerismo que se terminó. Desde la transversalidad, El Furia le ganó al peronismo que se representaba en Duhalde. Le ganó para consagrarse después como el jefe de los vencidos. Aunque distribuyó, entre los vencedores, venturosas golosinas. Chupetines de madera y caramelos mu mu.
Mito de Miguel Cané
En ausencia de El Furia, Cristina emerge, en cambio, como la frepasista tardía.
El peronismo, formidable fenómeno de permanencia histórica, hoy vuelve a avergonzarla. De manera selectiva.
Aquello que la espanta, sin ir más lejos, en Buenos Aires, suele cautivarla en Catamarca.
En definitiva el objetivo es siempre el mismo. Ganar.
Como frepasista tardía, Cristina es una versión perfeccionada de Graciela Fernández Meijide. Con superior articulación oral. Y actoral.
Se dispone, desde la retórica, a «profundizar el modelo». Que existe, por otra parte, para los discursos de la televisión.
Es el modelo, en definitiva, de la Alianza. Pero sin los radicales. Los que hoy, aquí, lo confrontan.
Fueron suplantados los radicales por la placidez histórica del neo-montonerismo. Que también dejaron, en el camino, a los montoneros irrecuperablemente emblemáticos.
Hoy Perdía, el Pelado, se mezcla entre organizaciones marginales. Firmenich, el Pepe, enseña en un liceo de Cataluña. Vaya a saberse qué.
Pero persisten otros respetables sexagenarios. Que sufrieron. Cantaron. Señalaron. O -acaso- nunca tiraron.
Los frepasistas tardíos creen que al peronismo sólo le queda la alternativa de apoyarlos.
Tienen suerte. En el peronismo, del sector político o del sindical, hoy cuesta encontrar un huevo.
Los dirigentes peronistas que no se anexaron al laberinto del Peronismo Federal, se disponen a seguir a los frepasistas. Calladitos. Con los pies adentro del plato. Predispuestos para abrir la boquita y tragársela. Adheridos, obligatoriamente, a la consagratoria interpretación neo-montonerista de la historia. Movilizados, apenas, por el afán de permanecer entre los presupuestos. De resistir cerca de la tibieza tensa del poder. Casi infiltrados. Excedidos en los méritos para seducir a quienes participan del engañoso mito de Miguel Cané. El mito de Juvenilia.
La celebración de la juventud que se apoderó de los maduros sin potencia.
Los que deciden utilizar frescos jóvenes para demostrar que la vejez persiste.
Los jóvenes pícaros mantienen precipitación prioritaria por hacer la diferencia. Son más hábiles, incluso, que sus mayores. Para entregarse al fervor subsidiado de la militancia.
Relacionados
El parravicinismo libertario contra el peronismo del año impar
Momento pleno de inflación baja, pero de ambición larga.
La delincuencia al poder
La justicia argentina tampoco se queda atrás en el vasallaje del ridículo. ¿Y si les vuelve a ganar?
Lucha por el poder en La Pajarera
Acaso peronismo sea todo aquello que subsiste después de las declinaciones de las modas dominantes.