El samurai trucado
Reutemann ¿Vuelve?
Artículos Nacionales
Los samuráis son siempre 7.
Número mágico. Siete días empleó Dios para crear el mundo. Siete los días de la semana. Las notas musicales.
Siete son -para Consultora Oximoron- los samuráis que se encuentran en condiciones reales de gobernar la Argentina.
El Furia, a través de su muerte irresponsable, hizo que fueran, de pronto, 6.
Pero de inmediato se incorporó Ernesto Sanz. Otra vez 7.
Son Cristina y Scioli, por el oficialismo litigiosamente neoperonista. Van 2.
Cobos, Alfonsín y Sanz, por los radicales. 3. Van 5.
Cierran Duhalde y Macri, sólo sostenidos en la virtual asociación. Los 7.
Pero Cobos, infortunadamente, por rigor analítico, es desplazado del primer plano de la disputa.
Pasa Cobos, hasta la evaluación de marzo, a ser un samurai del banco de suplentes. Del montón.
Como la señora Carrió, la voz más potentemente ambiciosa pero de techo próximo.
O Solanas, el dirigente universitario que prefiere ser el sexto en Roma, y no el primero en Buenos Aires.
O los desperdiciados gobernadores Rodríguez Saa, y Das Neves. Los que se entrenan para jugar el picadito. El partido de potrero, entre ellos, contra Duhalde (y eventualmente contra Macri).
Solá, en cambio, decide apartarse del picado. Justamente, del plantel de samuráis, Solá se destaca por disponer del discurso con mayor criterio. Pero sus ideas suelen eclipsarse, estrellarse por la tradicional inhabilidad para la construcción política.
Son todos samuráis importantes, pero para el segundo plano. El genial Enrique Wernicke los hubiera llamado: «Oficiales de atrás, en caballos blancos».
Soberbios en la cabalgata. Pero para desfilar atrás.
Para suplantar a Cobos, la evaluación de febrero de Consultora Oximoron insiste en nominar a Carlos Reutemann. Son 7 samuráis. Otra vez.
Acuerdo/capitulación
«Es curioso, cuando nadie lo esperaba, ni en Santa Fe», indica el conocedor. De los tantos que se cansó de esperarlo.
Sorprendido porque Reutemann, mientras trata sus vulnerabilidades físicas, vuelva a ser considerado, en el primer plano.
Sobre todo después de haber acordado con el «kirchnerismo póstumo». Un acuerdo gestado, según las vertientes, por el mago Mazón, el inefable Chueco.
El pacto mantuvo, para algunos observadores, el aroma de una capitulación.
Se alcanzó inmediatamente después de haber tomado distancia del Club de Gobernadores del Peronismo Federal.
La Garganta asegura que Reutemann sintió, de pronto, que aquel Club no lo conducía hacia ninguna parte.
Pero con su súbito abandono le ocasionó, al Club de la Confrontación, un daño irreparable. Porque Reutemann, por prepotencia de presencia, solía posar en sus reuniones. Sin siquiera emitir una palabra, les otorgaba respetabilidad.
Territorio del silencio
Pero precisamente Reutemann no regresa como postulante a la gobernación de Santa Fe. En un momento en que el peronismo, pese a la ausencia de «la cooperativa», se encuentra en condiciones de desalojar, del poder provincial, a los socialistas aposentados.
Sin Binner, a los socialistas -pobres- les cuesta imponer un candidato.
La eficiencia de Bonfatti, o la expresiva transparencia de Giustiniani no alcanzan para conmover.
Para peor, Lifschitz tampoco vuelve a postularse para el bastión de Rosario.
Si el candidato, para Santa Fe, fuera Reutemann, ya podría casi asegurarse el traspaso.
Pero el hombre se reserva, de nuevo, para el plano nacional. Aunque sea tarde. Aunque haya perdido tanto tiempo en el estado desconcertante del amague.
Entre las vacilaciones, los altibajos. En especial los silencios.
El silencio es un territorio donde Reutemann suele moverse con destreza.
Bielsa-Perotti, después de todo, si van con su apoyo, y el del Chivo Rossi, sería la fórmula para heredar.
El odio como aliado del amor
Sin mover un dedo, sin siquiera atropellarse en un estudio de televisión, Reutemann, el samurai, tiene casi asegurada, si lo dispone, la vicepresidencia.
De Cristina, probablemente (siempre y cuando esté segura de ganar en la primera vuelta). O de Scioli.
Aunque es probable que también quieran tenerlo de su lado postulantes más lejanos. Como Duhalde, o Macri.
«Si Reutemann puede ser el segundo de todos, significa que Reutemann es el posible candidato de la unidad del peronismo», confirma la Garganta.
Sobre todo cuando ya no hay nada más que pueda ver y lo asuste. Nada que lo haga petrificarse. O retroceder. No queda ningún espacio para la extorsión. Para el bochorno o el ridículo.
Quedan, apenas, 5 fotografías molestas. Llegadas en un sobre de papel madera. Al departamento de cierto edificio costero, situado en uno de los puntos soñados, paradisíacos de Europa.
Las fotografías participaron de sofisticadas comunicaciones intercontinentales. Entre Europa y Buenos Aires, o Santa Fe. Imágenes nocivas que no pueden reproducirse. Pero desfilaban, a través del «skype».
Se lo podía ver al samurai trucado de pie. Ensartado contra una pared. O plácidamente dormido, estilo cucharita. Pero son fotografías artificiales. Truchas. Elaboradas, tan sólo, para complementar el Operativo Destrucción. Consecuencia del odio, aliado siempre indeseable del amor.
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