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Garré y Puricelli

Asumen en Seguridad y Defensa, por el desborde televisivo de la miseria organizada.

Oberdan Rocamora - 15 de diciembre 2010

Artículos Nacionales

Garré y Puricelliescribe Oberdán Rocamora
Redactor Estrella, especial
para JorgeAsísDigital

Al designar, como Ministro de Seguridad, a la señora Nilda Garré, La Elegida muestra, con énfasis, que no se derechizó un pepino. Que el viraje hacia el centro es un supuesto voluntariosamente delirante. Alucinación de opositores inconvincentes, atraídos por la idea del oficialismo culposo.
Ante su crecimiento, los comunicadores, como tenían ostensibles deseos de apoyarla, prefirieron verla, de pronto, cambiada.
Aunque fuera falso, el viraje inquietó a los izquierdistas que participan de la revolución imaginaria del kirchnerismo.
Los zurditos sospechaban que, después de haberse usado recíprocamente, el gobierno (sin Kirchner) se disponía a pasarlos al cuarto de los trastos viejos. Debían adoptar la resistencia pasiva.
Pero bastó el desborde televisivo de la miseria organizada, en el Parque Indoamericano, para que volviera el optimismo.

Pese a la caudalosa locuacidad, La Elegida se expresa a través de sus nombramientos. Es la lección del expresivo desplazamiento de Garré. Desde Defensa hacia Seguridad, ministerio que se inventa para salir del paso. En el esplendor de la crisis social, generada por los profesionales de la pobreza. Los que les picaron el boleto, a dos gobiernos.
Por no criminalizar la protesta, los protestones siempre doblegan a las autoridades. Como enuncia el juglar anónimo: «Se lo violan/ de parado/ al Estado».

Reformas

En adelante, Garré va a ocuparse de la tarea enaltecedora de desmantelar a la Federal. Las dificultades son prácticamente terrenales. Pero va a encarar la faena del ablandamiento que les impuso, consagratoriamente, a las Fuerzas Armadas.
Al comisario Vallecas, acaso como a Oriolo, lo aguarda la nostálgica parsimonia de los balcones. Las macetas con los geranios del retiro.
En la gendarmería se aguarda, por fin, la promoción triunfal del comandante Caserotto.
Es -Caserotto- el cuadro postergado que tiene Cristina. Otra herencia de El Furia, que procede del sur. Al que le hicieron el aguante, con la cesión de un despacho propio, en La Rosada.

En realidad, La Elegida, a la distancia, sigue, como discípula, el modelo de gestión de Carlos Menem. Con superior modestia, y a instancias del ministro Cavallo que ascendía, Menem hizo, de la Seguridad, una Secretaría de Estado especial, finalmente a cargo del heroico Brigadier Antonietti. Fue después del atentado contra la Amia. Acontecimiento -aceptémoslo-  más trascendente que la usurpación contravencional del baldío público del Parque Indoamericano, aunque encarada por los astutos profesionales de la mishiadura.

Garré reformó a las fuerzas (digamos) armadas, hasta la virtual inutilidad. Representa, la apodada transformación, su máximo logro. Pero Garré abandona Defensa sin haber alcanzado el objetivo pendiente que la obsesionaba. Colgar la cabeza degollada del Almirante Godoy, alias El Chino, Jefe de Estado Mayor de la Armada.
Tampoco deja la certeza de lograr la continuidad, en el Ejército, del general César Milani. Titular de Inteligencia. Jefatura dos.
Es Milani el verdadero conductor. El que lo mantiene, al general Pozzi -el leal «De Vido» de Bendini- de mero empleado. Aunque Pozzi disponga del carguito formal de Jefe de Estado Mayor.

El enemigo domado

Con la designación de Arturo Puricelli, en Defensa, La Elegida también produjo otra sorpresa. La de consolidar los valores del ministro De Vido. El real, el enfermito, asediado por las vulnerabilidades físicas y las tristezas familiares. Cuando se esperaba el desembarco ministerial de la señora Perceval, la postergada eterna de Mendoza. Y cuando los temerosos que abundan creían que iba a jurar Marcelo Sain. Y que el poder militar fuera, ahora explícitamente, para las ramificaciones del periodista Horacio Verbitsky.
Pero de la galera de De Vido sale, para La Elegida, la «solución Puricelli». El viejo adversario de El Furia. El enemigo domado.
Puricelli siguió el ejemplo de Graneros. Es Graneros el otro adversario, que solía llamar, a El Furia, el «pastorcito mentiroso». Y que hoy, desde la devaluada Secretaría de Drogadicción (dependencia que consagrara al olvidado Lestelle), resultara tan sustancial para eclipsar la fortaleza batible de Aníbal Fernández. El Premier sale, del capítulo, muy golpeado. Pero exteriormente ni debe notarse. La novela admite recuperaciones.
A Puricelli, como a Graneros, los dos enemigos domados, El Furia los dejó, en Santa Cruz, sin una unidad básica. Pero Puricelli pudo reciclarse laboralmente (siempre gracias a De Vido), a través de Fabricaciones Militares. Después de la humillación, el vencido se merece el ministerio.
En cambio a Arnold, El Chiquito, es imposible reciclarlo. El vice gobernador es de evaluación tardía. Porque tardó ocho años en darse cuenta que El Furia padecía la pasión orgánica por las valijas.

Para conocimiento del ministro Puricelli

Puricelli carece de la adicción fascistoide de quebrar las trayectorias por la portación de apellido. Consecuencia de la «reforma cultural» de Garré.
Purgaron, a las fuerzas, de los militares de vocación que se educaron entre adictos a las restricciones humanitarias.
Para salir del paso con cierta elegancia, contaban con el mantenimiento de un general de adorno, que probaba justamente lo contrario. La excepción de la regla.
Hasta que Díaz Bessone, el hijo, se cansó de ser utilizado, según las vertientes, como el «amigo judío». El pretexto que atempera la culpa de los facho-progresistas. Harto, Díaz Bessone junior pidió el pase a retiro.
«Final noble para una carrera colmada de flojedades», define la Garganta verde. Algo inquieta -la Garganta verde- por los alcances de los micrófonos misteriosos que se le atribuyen al general Milani. Por las perversidades que le sirvieron, según la mitología, para cargarse a los generales que le obstaculizaban el ascenso irresistible.
La defenestración del general Prieto Alemandi, por «cobista».
El apartamiento del «compañero» Bruera, alias Tanguito, masacrado por duhaldista.

Otros le suman, a Milani, acaso para sobrevalorarlo, la caída en desgracia del pobre Tibiletti. Es el teniente expulsado, por peronista, en 1979. Emblema de los 33 Orientales. En el fondo, Tibiletti fue víctima de los contextos antagónicos.
Para evitar que lo dieran de baja en el Ejército, Tibiletti se construyó una historia, en 1979, y para que lo absolvieran. Pero la historia sirvió para que lo congelaran, en el 2010.
Para quedarse, en el 79, Tibiletti destaca los aportes efectuados en la instancia represiva. Insuficientes para conmover a los generales de la dictadura.
Lo que la dictadura rechaza, la democracia lo toma. Hasta convertirlo, a Tibiletti, en el teórico de la democracia que subsistía entre fundaciones. Desde las asesorías al compañero senador Vacca que Tibiletti escalaba posiciones. Pero alguien -¿Milani?- sacó a relucir la vieja historia. Las explicaciones vanas para quedarse, en aquel ejército de la dictadura. Utilizadas oportunamente para desmoronar el prestigio político alcanzado, en la democracia.

Oberdán Rocamora
para JorgeAsísDigital

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