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Los americanos te entregan

WikiLeaks y el riesgo de la locuacidad con “La Embajada”.

Jorge Asis - 3 de diciembre 2010

Cartas al Tío Plinio

Los americanos te entreganTío Plinio querido,

Es “La Embajada”. La única. De los Estados Unidos de Norteamérica.
Legitima la fascinación de disponer del “amigo americano». Ante quien mostrarse, por ejemplo, como un ser confiable. Informado. Lo suficientemente útil.
A los (norte)americanos, tío Plinio querido, se los corteja. Como si fueran superiores de verdad. Serios. Ejemplares.
¡Cuánto que tenemos que aprender de ellos! Fueron colonizados por los cuáqueros. Nosotros, en cambio, colonizados por almaceneros.
Abelardo Ramos, de los pocos intelectuales que se extrañan, solía extenderse respecto del fenómeno. El cipayismo espiritual.
Alude a los políticos y consultores que suelen ponerse voluntariamente estúpidos, cuando se contactan con los diplomáticos de “La Embajada”.
Sienten que están cerca del poder. Que llegaron. Se van de boca. No contienen el efecto de la argumentación precoz. Se hablan encima.
En comidas sociales, en presencia de los diplomáticos americanos, hay argentinos que parecen competir en la carrera de informados. Suministran precisiones innecesarias. Pugnan por mostrarse rápidos y brillantes. Lo gravitante es despertar el interés del representante del país principal del Universo.

Superpotencia humillada

La superpotencia, tío Plinio querido, hoy está humillada. Ridiculizada.
Es víctima de su propia contradicción cultural. Entre la revolución permanente que signa la vanguardia de los avances tecnológicos, y los atributos de la libertad que inspira el sistema político. Las colisiones son inevitables. La libertad tiene que retroceder.

Con el “amigo americano”, siempre, tío Plinio querido, se pierde.
Más tarde o más temprano, los americanos siempre te entregan. Envuelto.
Son malos pagadores. Pero conste que nunca pagan los servicios que, en el fondo, tampoco piden. El cipayismo espiritual estimula la idea de ofrecerlos. Gratis.
Con los pantalones bajos. Con las nalgas del pudor, tío Plinio querido, al aire.
Después, en la primera de cambio, no tienen reparos en entregarlo. Usado y abandonado.
Le pasó a Somoza. A Sadam. Al cristiano Tarek Aziz. Como le pasó a Julio, el forzado especialista en defensa, que se lucía en la televisión de los 2000.
Durante el proceso militar, segundo lustro de los 70, era el joven académico que se contactaba habitualmente con el “amigo americano”. Diplomático del segundo nivel de “La Embajada”. La amistad le garantizaba la tarjeta de invitación para el coctel del 4 de Julio. Para ser, tío Plinio querido, hay que estar.
Nuestro especialista le pasaba al amigo americano los datos que tenía. Relativos a lugares clandestinos de detención. A las matanzas, producidas, separadamente, por el ejército. O la marina. Pontificaba sobre las hazañas y ambiciones de El Negro. Y el diplomático trasladaba, cablegráficamente, hacia Washington, los conocimientos que recibía. Sin poner una moneda ni pagar el café. Pero utilizaba el nombre de la fuente. Lo mandaba al frente. Cuando escribe el “amigo americano” no hay Garganta oculta que valga. Ninguna “fuente digna de crédito”. Ni siquiera el recurso del verbo condicional.
30 años después, las comunicaciones pasaron a la esfera pública. La trascendencia llegó aquí. El especialista sigue preso por aquella locuacidad que lo mostraba -como decía Arturo Jauretche- “absolutamente enfermo de importancia personal”.

Bolivia. Malvinas

Ninguna novedad que Berlusconi sea admirablemente fiestero. O la señora Merkel muy poco creativa. O Zapatero, un trasnochado. O El Furia, un paranoico. Giladas.
Pero bastan las giladas para que WikiLeaks quiebre la hipocresía tradicional. La que suele asumirse, de manera implícita, entre las sutilezas de la geopolítica.
Desfilan los grandes deschaves que hubieran cautivado a Sergio De Cecco y Armando Chulak, autores de «El gran deschave». De funcionarios y analistas, adictos, aquí, al relax de la argumentación precoz.
Hasta aquí, para Argentina, lo único grave, del escándalo de WikiLeaks, alude al tema Bolivia.
Argentina con Bolivia quedó, tío Plinio querido, como un País Buchón. Ser buchón es muy feo.

El dilema de Malvinas, en cambio, tiene que ver con la visión del riesgo. Signa el nivel de ingenuidad de la inteligencia gringa. La mera existencia de la inquietud. El temor que los militares argentinos pudieran intentar alguna otra invasión. Clavar, sin ir más lejos, otra banderita. Justamente cuando las fuerzas armadas, en la actualidad, distan de encontrarse en condiciones operativas, al menos para confrontar con los focos de la hinchada de Chacarita.
Ni para imitar, sin ir más lejos, el ejemplo de los camaradas del Brasil. El copamiento de las favelas, en la lucha contra los narcos, dueños verdaderos de la “cidade maravilhosa”.

Buches

Aunque quieran mantenerla, la Secretaria de Estado, señora Hillary Clinton, tío Plinio querido, es un vegetal. Está políticamente frita.
Sirve para disculparse alguna otra semana más. Pero la renuncia de la Clinton, como Febo, asoma.
Atraviesa, la pobre, otra aproximación exitosa hacia el hundimiento en el ridículo. Es la tendencia que, a la pobre, la condena. Desde aquellos buches legendarios de Mónica Lewinsky, registrados en el erotismo clausurado del Salón Oval.

Pero las filtraciones que produce “El gran deschave”, en los rincones más pesados del mundo, signan dramas sin retorno.
En Rusia, donde Putin jamás les va a perdonar. «Tanta arrogancia y frivolidad».
En el Cáucaso. Con la Georgia oportunamente estimulada, hoy traicionada, librada a su suerte. Como el Irak.
O el Pakistán nuclear, el santuario del terrorismo enriquecido, en su puja acelerada con la India más convenientemente preferible.
Tensiones demasiado cruciales para tratarlas con el desasosiego del mensajero objetivamente franco.
Del «amigo americano» que redacta indemnes memorandums, destinados a la burocrática indiferencia de los «desks», dependencias del Departamento de Estado. Pero que, gracias a WikiLeaks, se divulgan en los diarios del mundo. Brindan la idea equivocada de una señora de Clinton interesada, incluso, en las bipolaridades. Cuando el firmante de los cables, generalmente nunca está al tanto de lo que suscribe.

Mentirosos acosados

No puede cerrarse esta carta sin aludir, tío Plinio querido, en “El gran deschave» de De Cecco y Chulak, a los mentirosos acosados.
A los cipayos espirituales que trafican la influencia imaginaria en La Embajada. Seres que se jactan de sus contactos en el Norte.
Los pobres mitómanos necesitan, imperiosamente, aparecer nombrados en algún cable. Pronto. Para justificarse.
Ánimo. Mañana, a lo mejor, tendrán suerte y podrán aparecer. Quedan aún como doscientos mil comunicaciones.
La dignidad puede perderse, pero la esperanza no.

Dígale a tía Edelma que la astrología china, con los países, tampoco falla.
Estados Unidos es Mono (de Fuego), de 1776. Y el año del Tigre, para el Mono, suele ser letal.
Aunque también para un Tigre insaciable de Metal, como El Furia, el año del Tigre de Metal le resultó -en versito- fatal.

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