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Cultura pueblerina

Manuel Vázquez, revelación literaria del año, muestra "el otro rostro del kirchnerismo".

Carolina Mantegari - 29 de noviembre 2010

Artículos Nacionales

Cultura pueblerinaescribe Carolina Mantegari
Editora del Asís-Cultural,
especial para JorgeAsísDigital

Con su incontinencia comunicacional, el notable escritor Manuel Vázquez desnuda, con expresiva brutalidad -y para parafrasear a Ernesto Sábato- «el otro rostro del kirchnerismo».
Derivaciones de un WikiLeaks doméstico. No necesariamente berreta.

Con reconocida generosidad, y a través de la copiosa literatura de e-mails, el Gallego Vázquez diseña, en trazos muy gruesos, el rostro que, en realidad, ya no debiera ser tan oculto. Costaba, eso sí, reconocerlo. Completa la complejidad estructural del fenómeno kirchnerista.
El kirchnerismo se extinguió un mes atrás. Debiera ser estudiado como la versión patológica de la superstición peronista. Sin embargo se mantiene, en estilo vegetal, por la continuidad del «efecto contagio».
Los efectos residuales del fenómeno producen, paradójicamente, una superación.
Instiga a la creencia que, en la actualidad, se acabaron los vicios. Se terminaron el 27/10. Que persisten, apenas, y gloriosamente, las virtudes transformadoras.
La colorida narrativa de Vázquez se impone con la rotunda virulencia del lenguaje. Despunta como una teoría innovadora la interpretación de «la cultura pueblerina». De «esta gente». A lo Tolstoi. Como le cuenta el sujeto, Vázquez, en primera persona, a su interlocutor Lorente.
Vázquez aporta la profundización de los hábitos moralmente impugnables que aún sorprenden. Hasta -incluso- la indecencia intelectual. Porque sus caudalosos deschaves informáticos sólo pueden sorprender a los distraídos vocacionales. Los tardíos que nunca quisieron asumir la existencia del rostro desnudo, que Vázquez presenta en su total puerilidad. Con alguna influencia de Torrente Ballester.
Distraídos de la comunicación que tardaron en aceptar -al menos en sus páginas- que aquel rostro, francamente delictivo, se había apoderado de la Argentina.
Desde los inicios del 2005 que el Portal maltrata la problemática de «La marroquinería política» (Editorial Planeta, 2006). La estética dictada por los registros del cuero de los bolsos y de las valijas. Colmadas, en general, de espiritualidades materiales. Las que siempre ascendían hacia las previsibilidades incandescentes. Con la invalorable acción de los magos detectados. Los habilitados para convertir, aquellos bolsones que apilaban billetes sucios, en primorosos attachés de crocante papel europeo. Los que partían, invariablemente, los viernes. A los efectos de alcanzar el destino del sur, en el «Fort Knox» (cliquear), los fines de semana conmovedores. Entre paisajes que contienen el máximo secreto de la «cultura pueblerina». A la que alude Vázquez, en textos memorables que superan el realismo de Cela.

Tenedor libre

El kirchnerismo, hasta el 27/10, funcionó con la dinámica del restaurante de tenedor libre.
Son comederos donde uno puede servirse el plato que desea. Repetirlo, incluso, hasta saciarse.
Si el comensal lo quiere, puede, incluso, conformarse, tan sólo, con la selección de gastronomías de la mesa presentablemente progresista. E ignorar, por maléficas y chicaneras, las propuestas restantes. Como si no existieran. Para atragantarse con los nutritivos «omelettes de derechos humanos». Con los «filetes de militares presos, vuelta y vuelta».
Es precisamente el tipo de cocina reelaborada que indujo a instalar, también, otra idea consagratoria del Portal que debió haber inspirado a Vázquez. Provocadora, como la idea de la propia marroquinería política.
«Roban, pero juzgan y condenan».
La sentencia consolidaba, para siempre, los amoríos, nada desinteresados, del kirchnerismo. Con los sectores de la izquierda, racionalmente emotivos.
Con el «roban pero juzgan» o «pero condenan», clausuraban la cultura de resignación de aquel efímero «roban pero hacen». Con el que solían justificarse los desatinos, hoy comparativamente inofensivos, de los noventa.
Es necesario, para digerir los platos, adaptarse a los códigos que aluden a «los márgenes de la revolución posible».
Se impone entonces tomar sólo aquellos sabores que convienen a la sensibilidad interesada del paladar. E ignorar olímpicamente el resto. Las «pastas a la Antonini Wilson», inapelable operación de la CIA. O los niños envueltos del pobre Uberti.

La versión progresista del restaurante de tenedor libre contuvo brillantes instrumentadores.
Pueden encontrarse, en especial, afuera de la superstición del peronismo. Entre las organizaciones, sin ir más lejos, «sociales». O las emblemáticamente humanitarias. Con las dos señoras, dignamente enfrentadas entre sí.
Desde aquí, se dijo, también, que la liquidación de invierno que hizo Menem, con aquel liberalismo de la UCD, fue superada por la liquidación de El Furia. Con el intento de destrucción moral de las Madres de la Plaza de Mayo. A las que convirtió, a fuerza de efectivo y favores, en meras ornamentaciones. Pañuelos insustituibles que complementaban las ceremonias de los actos. Más grave aún, El Furia las transformó en promisorias empresarias. Se aguarda, aún encarnado, al propio Vázquez potencial.
En la versión progresista del tenedor libre resultaron fundamentales los comunicadores súbitamente entusiasmados de la Secretaría de Estado de Página 12. A los que se sumaron, en la primera de cambio, desde la Subsecretaría de Miradas al Sur, y de todas las patrióticas publicaciones gerenciadas por el señor Szpolski.
Deben destacarse, como magníficos instrumentadores del tenedor libre, a los vibrantes intelectuales de Carta Abierta, la organización de látex que trata de entender confusamente la señora Sarlo. En el último tramo ingresaron, a la algarabía del tenedor libre, los simpáticos mediáticos de la televisión. Resultaron verdaderamente fundamentales para la recuperación de El Furia. Se dedicaron a entrevistar, en la Televisión Pública, a los periodistas-funcionarios de la Secretaría de Estado, a los plásticos de Carta Abierta y a los artistas que suponían participar, de pronto, del acotamiento de una revolución.

Empachos

En el mismo restaurante de tenedor libre, Clarín y La Nación también se empachan. Movilizados por la gratificante literatura del prosista Manuel Vázquez, que detalla las cometas fabulosamente internacionales. Con las intrigas condimentadas en las Brochettes del Número Uno. Los Papillots a la Córdoba de Jaime, o el Cocido español de Lorente. En esta mesa suele prescindirse, en cambio, de las preferencias de la  gastronomía revolucionaria. Para detenerse, exclusivamente, sólo en el suspenso de los platos picantes. Con consumidores que ignoran, recíprocamente, a los comensales que adscriben al delirio de los «márgenes de la revolución posible». Los que prefieren deleitarse con la mesa de los dulces. Diversos Mousse de Encuestas. Demuestran que La Elegida gana, de lejos, en primera vuelta. Porque las derivaciones de la literatura de Vázquez, después del 27/10, se sumergen en el vacío. Con el destino triste de las mesas de saldos.

Complejidad

Cuesta entender que en el tenedor libre del kirchnerismo, la existencia de una gastronomía se encuentra justificada por la otra.
Puede evaluarse, como recomendación final, que suelen acentuarse, en la práctica, los aspectos progresistas, sólo para recaudar mejor. Es la clave de aquello que Mainhard, filósofo positivista, catapulta como ladri-progresismo.
El Portal descubrió, tempranamente, la magnitud de la complejidad de la patología kirchnerista. Fue cuando Oberdán Rocamora contó, en el 2005, acerca de determinado funcionario que se amparaba en Planificación. Recibía las cometas en una oficinita del ministerio, donde se destacaba el retrato del Padre Mujica.
Cuando un empresario, con pretextos fundamentados, quiso poner sólo la mitad de lo que había pactado, nuestro funcionario le dijo:
«Con la plata para la causa popular no se jode».
La complejidad del fenómeno se agravaba porque el funcionario -pobre- no se quedaba con un miserable peso. Subía, el aporte, hacia la incandescencia espiritual. Para el destino de viernes del sacralizado conductor de la revolución posible. En Fort Knox.
De los «funcionarios decentes del gobierno estructuralmente corrupto», que se extinguió el 27/10.
Hoy habita, como tantos giles, en la mesa de quesos.

Carolina Mantegari
para JorgeAsisDigital

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