Pasto del olvido
PODER VACANTE VII (Seminario privado de primavera): Hacia la profundización del aislamiento interno o hacia la reunificación del peronismo.
Artículos Nacionales
escribe Carolina Mantegari
sobre informe de Consultora Oximoron,
especial para JorgeAsísDigital
Introducción
La pregunta del millón es si puede existir el kirchnerismo sin Kirchner.
Más allá del énfasis voluntario de las intenciones. Sin la legitimidad que le aportaba, al kirchnerismo, el primer samurai.
Sin el respaldo de su conducción. De su arbitrariedad para la toma de decisiones.
Sin los arreglos misteriosamente establecidos. Manejos que, en la práctica, no fueron heredados por nadie.
La Garganta maléfica asegura que el miércoles 27 de octubre, después de las nueve y cuarto de la mañana, cuando Kirchner «entraba en la inmortalidad», hubo afortunados desconocidos que se descubrieron, de pronto, con un capital superior. Y no se trataba precisamente de un capital político.
Consecuencias de los acuerdos secretamente bilaterales. Intransferibles. Suscriptos con alguien que ni siquiera pensaba que podía, simplemente, morirse. Pese a su copiosa irresponsabilidad, que no atendía los avisos de su cuerpo.
La estética funeraria se dilata, entre el inmediatismo de la monotonía.
La conmoción, mientras tanto, paulatinamente se digiere.
Abunda la coincidencia en la solidaridad cristiana. Se impone el fortalecimiento moral de La Elegida.
La segunda samurai que pasa a ser la primera. Se la percibe entera. Con el duelo prolijamente asimilado. Con la tristeza controlada. Con quiebres perfectamente previsibles.
La viuda altivamente digna disfruta siempre su condición habitual de centro. De sólida articulación conceptual, es la magnifica cultora del detalle. Alejada de cualquier atisbo de improvisación.
Pero pronto La Elegida tendrá que despejar la minuciosa incertidumbre.
Hasta el 10 de diciembre del 2011 tiene que ejercer la presidencia de la nación. Sin la chicana, en adelante, de ningún «doble comando».
La duda parece esclarecerse cuando los vocacionales le estimulan el proyecto de continuidad. Gritos de aliento multiplicados por la televisión.
La profundización del cuerpo extraño del «modelo».
Estilo conyugal -el modelo- de construcción de poder que condujo, al gobierno, hacia el desperdicio. El tétrico aislamiento interno.
La sumatoria de las beligerancias abiertas no se cierran con la muerte de Kirchner. El samurai que fuera, al respecto, bastante menos duro que ella. La Elegida es la dura de verdad. La que se toma las peleas con mayor seriedad. Hasta el final.
Al muerto, por la dinámica de los realineamientos, pronto se lo va a olvidar.
Mientras se abrazan y lloran para la televisión, algunos truhanes ya comienzan la lícita faena de olvidarlo.
A través de la ausencia física, El Furia transparenta, después de todo, el panorama.
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Pasto del olvido
La (in)existencia del kirchnerismo sin Kirchner. Material para la especulación.
El planteo viene acompañado -para Consultora Oximoron- de dos cuestiones rápidamente movilizadoras.
En principio, la inquietud que genera el Factor Moyano. Los asustados del montón preguntan qué puede pasar con Moyano.
Los atormenta Moyano. El dirigente sindical que «mejor supo explotar el encanto de la negritud». Palabras de Rocamora.
Los asustados se inquietan. Temen que Moyano sea el heredero. Que complete la fantasía de instalarse como el nuevo hombre fuerte.
Que Moyano acapare, en definitiva, los resortes del poder vacante.
Según el informe privado de Oximoron, Moyano mantendrá, en cambio, superiores dificultades para mantenerse. Al comando, incluso, de la CGT. Ya no son sólo las razones generosamente divulgadas. Aluden al enigma de «la Justicia».
Ocurre que el prepo, hasta en el peronismo, necesita, al menos, de un poco de persuasión.
Los asustados perciben que Moyano intenta, acaso patrióticamente, tomar la iniciativa política de rodear a La Elegida. A los efectos gestuales de brindarle una protección excesiva que a ella, según la evaluación, ni siquiera le hace falta.
Es la dinámica de los acontecimientos que a Moyano lo puede superar. Llevárselo puesto.
La otra cuestión movilizadora pasa, exclusivamente, por el peronismo. La eterna superstición fundamentada, que se reinventa, para perplejidad de los teóricos europeos. Para algarabía de los consultores que se dedican, como Oximoron, a explicarlo.
Emergen los optimistas que consideran, ya sin márgenes para el delirio, que se asiste a las vísperas de la reunificación.
En tal caso, la precaria imprecisión del «modelo», en vez de «profundizarse», estalla. Con la virulencia de un mosaico lanzado contra un espejo.
En cuanto comience a crecer el pasto del olvido. Cuando varias postulaciones, ambiciosamente presidenciales, mantengan el destino inevitable de canasto.
Aunque los ambiciosos que se anotaron, al menos hasta marzo, no lo acepten.
La nueva renovación
La muerte de Kirchner es letal, en principio, para los radicales.
Con Kirchner vivo, los radicales eran los beneficiarios directos. Los que se disponían a enfrentar, para batirlo, al peronismo que venía, irreparablemente, dividido.
Con Kirchner muerto, a pesar de las condolencias enternecedoras, el Club (corporativo) del Peronismo Federal pierde, abruptamente, su razón de ser. En gran parte.
La agrupación se legitima como una suerte de Asociación de Enemigos de Kirchner. Con el obsequio inesperado de su desaparición, los federales deben, al menos, ajustarse al replanteo estratégico.
Es el caso personal, casi límite, de Eduardo Duhalde. El Piloto de Tormentas (generadas).
Debe sorprenderse Duhalde con el móvil del rencor interrumpido.
Se le desmorona el objetivo de reiterar con Kirchner, en el 2011, la peripecia registrada con Menem, en el 2003. Naufraga por la muerte, irresponsablemente previsible, del depositario del rencor.
Es como si Kirchner, desde las puertas del Purgatorio, volviera a burlarse de Duhalde.
El peronismo, hoy dividido, enfrenta, otra vez, el desafío complejo de otra renovación.
Repercute, por lógica, en el panorama venturoso de los radicales que pasaron, en dos años, «de la nada a millonarios». Título de la novela de Egon Jameson.
Gracias al desastroso conflicto del campo, que permitió, en el 2008, el desmesurado lucimiento de Cobos.
Gracias a la clonación transformadora que se produjo en el 2009, después de la muerte de Alfonsín. En el nombre del hijo. Ricardo.
Al peronismo le crece el proyecto posible de la reconciliación.
De lograr reunificarse, el peronismo tendrá que padecer los desprendimientos del glaciar. De las adherencias antagónicas que presenta la formación kirchnerista.
Difícilmente pueda contenerse, en adelante, al kirchnerismo que se muestre orgullosamente disociado del Partido Justicialista. Se nuclea, sobre todo, entre la izquierda que hegemoniza el espacio de la sensibilidad políticamente humanitaria. Con notable peso específico en la esfera comunicacional. O se nuclea entre la explotación del padecimiento organizado, que suele presentarse bien cubierto. Con el manto de las «organizaciones sociales».
Pasta, en el fondo, para el «Pino». El dirigente universitario Fernando Solanas.
La centralidad, en adelante, pasa por los principales accionistas. Titulares de las respectivas franquicias. Los gobernadores del Partido Justicialista. Y los mini-gobernadores del conurbano bonaerense.
Cuentan, entre los federales, con dos candidatos presidenciales. Gobernadores aún en funciones.
Mario Das Neves, el Tenor Portugués del Chubut. Y Alberto Rodríguez Saa, de la Cataluña Argentina, el Estado Libre Asociado de San Luis.
Habrá que estar pendiente de las conversaciones de los federales, con los colegas oficialistas. Del «palo».
Como Gioja, de San Juan; Uribarri, de Entre Ríos; Jorge Alperovich, del Tucumán; Capitanich, del Chaco; Urtubey, de Salta.
Junto a los estadistas respetados, que pertenecen al club aunque no mantengan el cargo. Romero, De la Sota, Reutemann, Busti, Puerta, Fellner. Y sobre todo Verna, de La Pampa.
Los mini-gobernadores son protagonistas de un informe especial (en preparación).
Muy pronto Kirchner va a convertirse en un objeto de culto. Material para la mitificación del recuerdo.
Cuando comience a crecer, sobre su historia, el pasto del olvido. Habrá que recurrir al mazo flamante de cartas. Para cortar. Y dar de nuevo.
Lázaro Costa del peronismo
A propósito, para el final, el informe Oximoron aconseja detenerse en Daniel Scioli, el Líder de la Línea Aire y Sol. Es el vaso comunicante. El rostro de la transición.
Advierte que Scioli se consolida como el Lázaro Costa del peronismo. Porque Scioli suele lealmente acompañar, a los jefes políticos, hasta el destino final.
A Carlos Menem, el impulsor que lo echó a rodar, Scioli lo siguió hasta la Quinta de Gostanián. Donde El Jefe -Menem- estaba preso.
A Adolfo Rodríguez Saa, lo siguió -Scioli- hasta mucho más allá de aquel error veraniego de Chapadmalal. Integró la comitiva, «el ejército de ceniza» que lo acompañó a San Luis. Donde el Adolfo, insólitamente, acudió para «bajarse».
A Duhalde, nuestro héroe, Scioli, lo acompañó hasta que el Piloto le colocó, a Kirchner, la banda.
El último jefe político de Scioli fue Kirchner, el perverso esmerilador.
Scioli lo siguió a Kirchner, con obstinación racional, hasta el ocaso. Como a los tres jefes que lo antecedieron.
«Con fe, con esperanzas, siempre para adelante». Con la ideología positivista del vitalismo. Hasta el epílogo del velorio que se dilata. Con la estética emotivamente funeraria.
Carolina Mantegari
para JorgeAsisDigital.Com
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