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Kirchnerismo sin Kirchner

Cristina está 10 puntos más arriba que Néstor.

Jorge Asis - 5 de agosto 2010

Cartas al Tío Plinio

Kirchnerismo sin KirchnerTío Plinio querido,

«El Furia vende humo».
Lo confirma la Garganta. De las que no pueden -ni deben- chequearse.
«Néstor se hace el que manda, el que toma las decisiones. Pero es verso».

La teoría indica que, lo que Kirchner vende, es humo suelto. Ni siquiera viene envasado. Pero impresiona, mientras se evapora.
Ya son varios los funcionarios perplejos que perciben, con maligna inquietud, tío Plinio querido, el agravamiento del dilema político-conyugal.
El poder nunca fue un bien ganancial para compartir con racionalidad. Aunque se trate de una sociedad que se suponía perfecta.
Sin recurrir a los brigadieres providenciales. Sin buscar a los cruzados que se atrevan a ofrendarse por la expulsión patriótica.

Las decisiones que toma El Furia suelen terminar en retrocesos.
Se necesitan excesivos movimientos de cintura para especializarse en el arte de rebobinar.
Los desorientados, en principio, titubeaban. No sabían a quién, de los dos, había que hacerle caso. Hasta que en la praxis debieron darse cuenta. Había que obedecerle a Ella. Nada más. Y aspirar el humo de Él.
Pero -de ser posible- tenían que reportarse a Ella sin que se sienta menoscabado. Molesto. Él. Para evitar la irritación. Los tajos a la sensibilidad.
Cuando Néstor los convoca, no queda otra alternativa que asistir. Para escucharlo. Participar del humo que se expende.

Cristina se atreve, incluso, tío Plinio querido, a trabarle negocios. A impugnarle a ciertos merodeadores que creen encontrarse en la proximidad del poder. A veces, tan sólo, como demostración de fuerza.
Ocurre que Cristina tiene el arma letal de la firma. ¡Si lo sabrá Zanini! Nada avanza sin la aprobación de la señora Presidenta.
El Chino -pobre- debe multiplicarse. Exhibir la paciencia extrañamente oriental del cordobés fastidiado.

Entonces enternece verlo a El Furia en los actos públicos. Cuando pide, enardecido, para la televisión, los apoyos para «la compañera Cristina». Porque «no hay que dejarla sola». Grita.
Los que están, más o menos, al tanto de la realidad que se silencia, y que indiscretamente trasciende, se miran, tío Plinio querido, con resignada complicidad.
De manera que Néstor, en Olivos, suele dedicarse a la tarea envolvente de vender el humo de colores. Manda, pero «pour la galerie». Para impactar a los continuos visitantes que les lleva Tito Lusiardo, Juanjo. Incautos que suponen, aún, que «cierran» algo.

Los pingüinos prefieren, en general, que el candidato sea Néstor.
Cuando se distienden, especialmente en los restaurantes vascos de la calle Moreno, no vacilan en denominarla «esta mujer» (título, a propósito, del artículo de Verbitsky. Columnista que Néstor le teme, que Cristina aprecia).
O directamente, alrededor de la segunda botella, la llaman: «esta mina».
La culpabilizan, a «la mina», Cristina, de haberse dilapidado en dos años el capital político de Néstor.
«Cuando la dejó a cargo -insisten- contaba con el 80 por ciento de la imagen favorable».
Entonces Néstor tenía más aprobación que Scioli. También que Cobos (aún no cargaba el amperímetro), menos aún Narváez. Más que Macri. Marcaba como hoy Alfonsín.
Pero se vino abajo. Como el protagonista del tango «Viejo Smoking». Para -después de la paliza del 28 de junio- volver, paulatinamente, a recuperarse. Gracias, es cierto, a su admirable tenacidad. A la suerte inmerecida de la economía. Pero sobre todo gracias al máximo mérito: la mitomanía ineficaz que brota, a borbotones, desde la vereda de enfrente.

Justamente lo que lo atormenta, tío Plinio querido, a Néstor, es aquel 80 por ciento perdido. «El dolor de ya no ser» en las encuestas.
Los consultores contratados compiten entre ellos. Es una carrera de embolsados. Para darle algún puntito de más. «Propina de Dios».
Lo grave es que, así estén levemente dibujadas, en las encuestas siempre emerge Cristina. Con la ventaja expresivamente comparativa. Marca la diferencia.
Pero guarda. Cuidado. Saben que nunca hay que decírselo a Néstor. Como se lo dijo cierto imprudente. Delante -para colmo- de testigos. El Furia lo fulminó:
«No quiere ser. Y Cristina no va a ser» (ver «La obsesiva continuidad», cliquear).

La mala y la buena

En materia de imagen, Cristina lo supera, tío Plinio querido, a Néstor. En los dos rubros principales. En la mala y en la buena.
En la mala, Cristina está 5 puntos más abajo. Aquí sí que le gana Néstor. En el rubro de la negatividad.
Significa que, de cada 100 argentinos, son 5 menos los que la insultan a Ella. Hay 5 más que lo detestan a Él.

De cada 100, a Cristina no la soportan 32 personas. De las que perduran por la provincia que más les importa. Buenos Aires.
(En Córdoba y Santa Fe están -los dos- en el horno. Los soportan muchos menos. Apenas entre 12 y el 14).

A Néstor, en cambio, lo degradan 37 individuos de cada 100. Ahí tiene los primeros 5 puntos de diferencia. A favor de Cristina.

En la buena, ocurre algo similar. Cristina es estimablemente valorada por 32 personas de cada 100 (siempre en Buenos Aires).
Si Braga Menéndez la prepara bien, y se intensifica la fabulosa mitomanía de algunos opositores. Si se desparrama dinero en barriles. Si se distribuyen carpetas maléficas en abundancia, con Cristina puede arañarse la frontera del 40 por ciento.
En tanto, con Néstor, es bastante más difícil. Porque es aprobado, tío Plinio querido, por 27 de cada 100.
Viene mejor posicionado que hace cuatro meses. Pero con ese número -27- no le alcanza.
Aquí, en la buena, Cristina le gana también por otros 5 puntos. Si se le suman los 5 de la mala, ya tiene los 10.

Lula y Su Majestad

Son puntos de diferencia que la colocan, a La Elegida, en situación de querer quedarse.
De hacer «pata ancha», exhibirse como la mejor candidata del kirchnerismo sin Kirchner.
Para continuar con el estilo pedagógico de locución. Con las clases modestas que suele brindar hacia la posteridad.
Pero también con información fuertemente calificada.
Aunque Icazuriaga, tío Plinio querido, y el Paco Larcher, se reporten sólo a Néstor.
Cristina sabe, por ejemplo (y más grave aún, lo siente) que Lula la valora, con sinceridad. Logró merecer su afecto.
Aunque a Néstor, es sabido, ya hace dos años largos que Lula le bajó el pulgar. Que desea, según nuestras fuentes, evitarlo, en lo diplomáticamente posible.
Por más que Lula haya accedido a otorgarle el laburito de UNASUR (el invento brasileño, lanzado para mantener a distancia a los mejicanos).
Sabe también, Cristina, que ocurre algo similar con Su Majestad. Juan Carlos (¿se lo habrá contado el embajador Bettini?). Dicen que el Rey de España se lo confió a otro noble indolente (descártese, por divorcio, a don Jaime de Marichalar):
«Ella es mucho más gente que Él».

Cristina es un producto más elaborado que Néstor. Con algún detalle de terminación. Lo certifica la caricia en el pelito. Los deditos que acomodan el micrófono. La improvisada erudición.
Igualmente Néstor se coloca el casco metafórico. Y trabaja 24 sobre 24. Para preparar el regreso triunfal.
Para destruir, sistemáticamente, a los adversarios (vaya a saber si también, hacia el final del año, El Furia explota y la incluye -por acumulación de hartazgo- a Cristina).

Dígale a tía Edelma que las cartas de «Los secretos del árbol de la Vida» son una chantada. Inofensiva, pero chantada al fin.
Y por último dígale a La Otilia, la que no quiere dormir más sola, cada día más fatal, que actualmente Medea analiza comparativamente su carta natal. Junto a la carta natal del viudo, el Tito Votta. Para descubrir alguna compatibilidad. Y sin cobrarle, por ser amiga, ninguna moneda.

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