Ministerio del Destape
Gracias al general Milani, la ministro Garré desplazó a los generales Prieto Alemandi y Bruera. Ahora, descalifican a Pampuro.
Artículos Nacionales
escribe Oberdán Rocamora
Redactor Estrella, especial
para JorgeAsísDigital
Entre los anuncios que aluden a las propulsiones nucleares, las construcciones de submarinos y los enriquecimientos del uranio, resulta llamativo el maltrato, con formato de crítica, de la señora Nilda Garré, ministro de Defensa, hacia su antecesor, José Pampuro. Trátase -Pampuro- del ídolo del Portal. Triunfador del histórico Torneo Tweety Carrario. Cebador de insuperables mates con sacarina, en la cocina inolvidable de los Duhalde. Es el actual Presidente Provisional del Senado. Significa que Pampuro, el Maltratado, es la tercera figura institucional de la república. Después de La Elegida, y del vicepresidente Cobos, aquel que fuera, hasta una semana atrás, el jefe patológico de la oposición (hoy devaluado por los triunfos crepitantes del Alfonsinito).
Ante los «alumnos cursantes de la Escuela Superior de Guerra Conjunta», la maltratadora, la señora Garré sostuvo que, al asumir, en diciembre del 2006, debió encontrarse con «un sistema de Defensa anacrónico» («Anacrónico» es el adjetivo de origen griego, que suele utilizarse para descalificar aquello que está fuera del tiempo que le corresponde, que forma parte del pasado).
Con «presupuestos decrecientes» (o sea que crecen al revés, para abajo, se achican).
Se encontró también, pobrecita, la ministro, con «falta de organización y acción conjunta de parte de las Fuerzas».
Por si no bastara debió toparse también con la «infraestructura deteriorada». Con fuerte «deterioro de la industria de Defensa». Con los «equipamientos en malas condiciones».
Y lo peor de la herencia desastrosa legada por Pampuro, según Garré, fue «un sistema de Inteligencia, integrado por personal que provenía del Terrorismo de Estado».
La descripción, por parte de Garré, «del panorama recibido», es demasiado dura. Esmerila, definitoriamente, la integridad gestionaria de Pampuro, nuestro ídolo, que se encuentra, a pesar de estos conceptos, en la probable antesala de la sucesión presidencial.
El Destape
En la materia sutilmente conflictiva de la Inteligencia, puede calificarse, al Ministerio de Defensa, como el Ministerio del Destape.
Sobre todo después de haberse autorizado la generosa divulgación, excesivamente democrática, de las listas que sorprendieron al universo literario del espionaje.
De los 4.300 espías, que se reportaban, en apariencias, al Batallón 601 (Es aquel edificio sombrío del ejército, que expandía su misterio desde la esquina de Viamonte y Callao).
Mientras tanto se fomenta, afanosamente, el criterio contagiosamente deschavador, en la marina. Por ahora se tolera, según Gargantas, por pocos días más, la reticencia de los azules del «Chino» Godoy. Para enviar, sin depuraciones, los listados que, desde el ministerio, se reclaman. Para que el destape orgiástico, de la «inteligencia», sea total.
Es aquí, entre el contexto de los militares casi enternecedores, donde crece el saludable prestigio, de hombre perverso y malo, del general Milani.
Cesar Santos Gerardo del Corazón de Jesús Milani. Trátase del Director de Inteligencia. Se encuentra a cargo, en la jerga, de la mitológica Jefatura II. O sea, Milani se encarga del espionaje militar. Es la devaluada actividad que hoy suele publicitarse en los semanarios. Problemática que jamás se le hubiera ocurrido a John Forsyte. Menos aún, a Tom Clancy.
A pesar del conjunto de piedades asombrosas de su nombre, Milani es, en su ascenso irresistible, un digno merecedor del temor. Y del simultáneo desprecio de un segmento apreciable de sus camaradas.
Los silenciosos que se encuentran en la dócil actividad. O entre los quejosos. Los que riegan los geranios en los balcones del retiro.
Emerge Milani, y debe dársele la bienvenida en el Portal. Es el gran volteador de muñecos de pesos relativos.
Quienes lo denigran, que forman una larga fila tácita, señalan que el objetivo del general es alcanzar la jefatura del Estado Mayor. La cual, ampliamente, por los servicios prestados, se merece mucho más que el general Pozzi, sindicado como el De Vido del general Bendini.
Milani tuvo, por lo tanto, para llegar hasta aquí, en su condición de ingeniero, que dedicarse a la faena siempre ingrata de eliminar competidores.
Como el «caballero» general, Hernán Prieto Alemandi, alias El Chiquito. Aquel cuadro tan cercano al general Balza, máximo profesional del arrepentimiento.
O debió lograr el reciente desplazamiento del infante, general Hugo Bruera. El «compañero peronista» que pasa, desde la Secretaría General del Ejército, hacia la beca diplomática, ante la Conferencia de los Ejércitos Americanos, cuya sede con rueditas se encuentra en Lima.
La capacidad de Milani, para voltear los muñecos, parece no tomar en cuenta aquel apotegma clásico de la inteligencia política. Indica que «el que saca, no pone».
O mejor, que «aquel que saca, nunca va a ser».
Menos aún durante la vorágine incierta del kirchnerismo. Donde existe una jefatura conyugal. La de los Kirchners. Culturalmente habilitados para ser los exclusivos volteadores de muñecos.
Entre la sucesión, a Milani se le reconoce hasta la sustancial participación informativa en el destronamiento del general Bendini, el Héroe del Retrato. La tesis es discutible. Al santuario de Milani se le pretenden producir más víctimas de las logradas por Cabrera, otro de sus antecesores. De lo que se carece de dudas, eso sí, es acerca de sus aportes invalorables en la prematura decapitación del general Osvaldo Montero (por pretender acomodarse con Aníbal). Como del citado Prieto Alemandi (por cobista). Por el enlodamiento de Tibiletti, aquel invulnerable miembro de los expulsados conocidos como «los 33 orientales».
Por último, Milani consiguió también cargarse al general Hugo Bruera, por duhaldista (ya fue reemplazado, como secretario, por el menos riesgoso coronel Scorzelli).
Por ser notable cantor de tangos, con un estilo que evoca a Ignacio Corsini, al «compañero general» Bruera lo apodan Tanguito.
Con mayor legitimidad, en las próximas «noches de verbena» del Perú, y en la antesala del retiro, Tanguito podrá entonar «Cuesta Abajo».
Epopeya
Pero la epopeya del general Milani, en el arte de voltear muñecos, según los escasos especialistas, comienza con la desestabilización -siempre en Inteligencia-, del general Mauricio Fernández Funes. Quien fue reemplazado por el general Montero. Para desestabilizarlo, después, según las Gargantas, al proyectado Montero, y asumir así, Milani, el temible lugar que mantiene hoy. Tan ventajosamente cerca del espíritu de la sensible ministro Garré. Tristona, porque no tiene quien le cante.
Mientras se aguarda, entre la indolencia mundialista, la reacción previsible de Pampuro, las Gargantas evocan aquel litigio indecoroso, desatado entre los ministros Garré y Aníbal Fernández.
En noviembre del 2007, cuando Aníbal, por su ductilidad, parecía sucederla a Garré. Entonces trascendió, interesadamente, que Montero pretendía acomodarse con el eventual sucesor. Pero Aníbal se elevó de más, en el impulso del salto. Porque desde Justicia saltó hacia la Jefatura de Gabinete, para asumir el rol locuaz de Premier. Para postergación del ministro Randazzo, hoy algo más oxigenado.
Cuentan las Gargantas que Aníbal -por instrucción de La Elegida- no aprovechó la promoción para desestabilizarla a Garré, su subordinada.
Pero sí aprovechó Garré para desprenderse de Montero. Por «conspirador». Y facilitar el ingreso de Milani, el flamante referente del Portal. Justamente cuando Milani había intensificado su alianza con quien ya le aportaba, según las Gargantas, suficiente material para las operaciones rebanatorias.
Es el turno de presentar a Fernando Pocino, a quien también se le debe dispensar la bienvenida.
Trátase del Director de Reunión Interior de la Secretaría de Inteligencia. La SI, que siempre será la SIDE (institución que nuestro director suele declarar periodísticamente inexistente).
Es Pocino quien prosigue, según las Gargantas, con la inalterable faena de suministrar la alimentación que legitime las rebanadas carnales de Milani.
A Prieto Alemandi, El Chiquito. Por haberlo descubierto, supuestamente, en el bar del Four Seasons, con el vicepresidente Cleto Cobos.
Al inflamado asesor Luis Tibiletti, el de los 33 expulsados, que crecía demasiado, en el Ministerio del Destape, a través de un centro de estudios (para mitigarle el crecimiento, a Tibiletti se le hizo trascender, según nuestras fuentes, un antiguo documento de fuerte tonalidad auto incriminatoria. Ante el general Bussi, a quien Tibiletti le detallaba, para que no lo expulsaran, los servicios prestados, cuando era capitán).
La última cabeza que rueda, en la epopeya ascendente de Milani, es la de Bruera. Por ser, en su caso, demasiado peronista.
Tendencia que los Kirchner, en el fondo, abominan.
Final con el monumento
De nada le sirvió, al final, al general Bruera, tantas amables tertulias organizadas, para hacer buena letra con el poder real. En el edificio Libertador, y con las estrellas ideológicamente consagradas del kirchnerismo. Con Horacio Verbitsky, José Pablo Feinmann, y con la emblemática señora de Carlotto (que hoy resulta indispensable hasta para ennoblecer el vestuario mundialista).
La estampilla de peronista resultaba, en Tanguito, decididamente intolerable. Mantenía fraternales reuniones musicales, donde siempre entonaba «Mano a Mano», con los miembros nostálgicos de la comisión que pugnaba por la inutilidad del monumento al general Juan Domingo Perón.
Para ser emplazado, en la calle homónima, la ex Cangallo, entre las «avenidas de Puerto Madero, la avenida Rosales, y el Paseo de la Rábida norte».
Misión encargada, a Bruera, precisamente, por la ministro Garré, quien también supo participar de la superstición del peronismo. Que la hizo diputada. Mucho antes de emigrar, en los noventa, hacia el presentable Frente Grande. Para erigirse como funcionaria de la Alianza.
Junto a los miembros de la comisión por el monumento, Tanguito compartió algún asado memorable. En el quincho, según el reporte, del Momo Venegas. Para colmo, Bruera ni siquiera lo conoce, según las Gargantas, al compañero Duhalde. Pero con cantarle tangos al Momo, y a los otros «atorrantes del peronismo», era, para Garré, suficiente. De imposible defensa. Sobre todo porque el reporte pudo circular más arriba, donde la palabra «duhaldismo» producía irritaciones.
Entre los sindicados como «los atorrantes del peronismo», aparte del Momo Venegas, figura Antonio Cafiero. El legendario Lorenzo Pepe. El periodista decano Norberto Di Sandro, el ingenioso Oraldo Britos, Campolongo, el último lavagnista, y el Pato Galmarini.
Pudo averiguarse, a propósito, que La Elegida, una tarde, al respecto, lo recibió a Cafiero.
El patriota octogenario había asistido para solicitarle, según Gargantas, a la «compañera presidente», cierta ayuda financiera para terminar el monumento.
«Para ese» -dijo La Elegida, por Perón- «a mí no me sacan ni un mango».
Oberdán Rocamora
para JorgeAsísDigital
Continuará
Manténgase conectado.
Relacionados
El parravicinismo libertario contra el peronismo del año impar
Momento pleno de inflación baja, pero de ambición larga.
La delincuencia al poder
La justicia argentina tampoco se queda atrás en el vasallaje del ridículo. ¿Y si les vuelve a ganar?
Lucha por el poder en La Pajarera
Acaso peronismo sea todo aquello que subsiste después de las declinaciones de las modas dominantes.