El destapado
“Ahora, Alfonsín”. Los radicales como alternativa de poder. Vuelve la acción. El humo. La aventura.
Artículos Nacionales
«Alfonsín no es un apellido. Es una idea»
Leopoldo Moreau
Tío Plinio querido,
De la mano de Ricardo Alfonsín, El Destapado -y del Cleto Cobos-, los radicales regresan. Como alternativa, otra vez, de poder real.
Significa que el peronismo entero puede ser la oposición. Preludio de la acción, del humo y la aventura.
En menos de nueve años, los radicales, tío Plinio querido, asombrosamente, se recuperaron.
Con la Alianza, en el 2001, se pusieron el país de sombrero. Con aquel helicóptero, la UCR parecía despedirse. Para siempre.
Pero los radicales mantienen la severa adicción hacia las resurrecciones rápidas.
Venían de recuperarse, milagrosamente, en el 1999. Cuando, desde la galera gastada de Alfonsín padre, apareció el último conejo. El Chacho Álvarez. Ante el ocaso del menemismo explícito. Ante la desorientación preelectoral de Duhalde. Facilitaba la irrupción del político presentable, honorablemente normal. De la Rúa.
La diáspora
La diáspora del 2002 logró que los radicales llegaran, tío Plinio querido, en el 2003, despedazados. En cuatro franjas. Confrontaron con los peronistas que hacían, de la fragmentación, un proyecto de vida.
López Murphy fue, durante el descuartizamiento del 2003, el aventajado. Pudo haberse quedado, incluso, hasta con la presidencia. La patología del triunfo le correspondía al segundo. Le cayó, acuérdese, a Kirchner.
En otra franja radical estuvo Posse, el Cholo. Segundo del peronista Rodríguez Saa.
La señora Carrió también armó su artificio. Junto al mendocino Gutiérrez.
El único postulante que se quedó, en el 2003, adentro, fue Leopoldo Moreau. Para defender los valores de la diezmada identidad radical. Hizo Moreau un digno papelón, junto al misionero Losada.
Justamente el radicalismo acelera el renacimiento, en el 2010, a partir de la derrota de Moreau. El obcecado que decidió no emigrar. Hacia ninguna parte. Para persistir en el partidito, transformado en una ONG.
Leopoldo Moreau y Federico Storani. Estáticos que fueron superados, tío Plinio querido, por la dinámica de las transformaciones.
En el 2007, los radicales acudieron, también, en cuatro pedazos.
Los Radicales Kash, colonizados por la caja de Kirchner. Con Cobos, obtuvieron la vicepresidencia.
Carrió se dispuso a diplomarse como lideresa de la oposición. Con otro artificio, junto al socialista Giustiniani. Suficiente para relegar, al tercer plano, a la candidatura oficial del radicalismo. Era -en el desbarajuste-, un peronista. Aunque relativo. Lavagna. Como vice, llevó a Gerardo Morales, el jerarca de la ONG.
La diáspora fue complementada, tío Plinio querido, por López Murphy. El aventajado del 2003 quedó como el peor damnificado en el 2007. La suerte signa la política del casino.
Reconciliación y recuperación
Bastó, primero, en el 2008, con la consagratoria vacilación televisiva de Cobos.
La sociedad premiaba gloriosamente la doble deslealtad. Entonces Cobos comenzó a mirar a los contemporáneos desde la cima de las encuestas. De donde los radicales, sobre todo, pretendían bajarlo.
Fueron, después, en el 2009, los efectos conmovedores de la muerte de Alfonsín. Es el turno expresionista de la reconciliación del radicalismo con la sensibilidad de la clase media.
De pronto, a través de la memoria colectiva, podía percibirse el peso de las carencias. La magnitud del vacío. Del hastío hacia la modalidad del kirchenerismo. Las imposturas que culturalmente agobiaban.
La muerte de don Raúl fue, tío Plinio querido, pragmáticamente redituable. Porque permitió que se destapara Ricardito. Venía tapado. El grandulón de 58 años. Naturalmente dotado para las sutilezas de la conducción.
La gigantografía protagónica del padre solía relegar al hijo demasiado respetuoso. Que llegaba, de tan bueno, a la intrascendencia. Pero sólo debía aguardar la oportunidad para mostrarse y heredarlo.
La caricatura de la facilidad, después de todo, ayuda. A deslizarse entre el psicologismo de pizzería. Al error de tomarlo a Ricardo, el Destapado, como una mera fotocopia del padre.
Aunque El Destapado utilice los mismos gestos. Y se introduzca en los mismos trajes.
Es, en todo caso, injusto. Porque El Destapado lo celebra, permanentemente, al mago que lo postergaba. Se inspira en don Raúl. Para superarlo.
Una elección interna, provincial, para elegir delegados al comité nacional, sólo puede emocionar, tío Plinio querido, a los radicales.
Pero catapulta a Ricardo Alfonsín, El destapado, como un boceto de estadista.
Induce a poner, en la mesa de los presidenciables, otro cubierto.
Pásele a tía Edelma, para terminar, un dato que va a interesarle. Es sustancial.
Ricardo, El Destapado, es Gato. Igual que el padre.
Don Raúl era Gato de Fuego, del 27 y de Piscis.
Y Ricardo es Gato de Metal, del 51, y de Escorpio.
Debe cerrarse la carta con otro dato más. A tía Edelma va a fascinarle. Como a la Otilia.
El año próximo, el 2011, es el año del Gato de Metal. Y las elecciones, si se organizan para finales de octubre, coinciden con Escorpio.
Habrá que ponerle, a El Destapado, alguna ficha. Astrológica, por lo menos.
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