Asuntos internos
BUENOS AIRES, PROVINCIA INVIABLE (II): Los mini gobernadores van a jugar con Scioli. Y con el Banco. Kirchner.
Artículos Nacionales
escribe Oberdán Rocamora
Redactor Estrella, especial
para JorgeAsísDigital
«La recuperación de Kirchner es un verso». Lo confirma la Garganta. Fino especialista en la estructura del peronismo de la provincia inviable.
«Los intendentes saben que Kirchner nunca puede llegar al 40».
Pero los mini gobernadores del conurbano bonaerense, mientras el Banco siga generosamente abierto, van a continuar con los pies dentro del plato kirchnerista.
«La de ellos, los muchachos la van a salvar».
Sentencian seguros. Confiados en que no prende, aún, la vacuna de ningún opositor. Debe evaluarse la provincia como un asunto interno del peronismo.
En la teoría, a los mini gobernadores les alcanza para conservar los feudos. Aunque deban cargar, en la mochila, con la roca inerte de Kirchner.
Significa que, por las mismas razones que baila el mono, los mini gobernadores siguen con el contrapeso de Kirchner.
Salvo alguna excepción, ellos hablan, también, con Duhalde. Pero porque lo respetan, y hasta le tienen afecto. Lo toman por un igual. Del palo. Pero de ningún modo lo consideran «jefe político».
Es Duhalde el par que alcanzó el máximo plano nacional. Por la alianza de 1988, con Carlos Menem.
La dinámica que signa la conservación de los feudos, les imposibilita, a los mini gobernadores, promoverse para el plano provincial o nacional. La carencia de figuras proyectables, hace que la provincia sea, políticamente, un inmenso desierto, pero con bolsones hirientes de sobrepoblación.
Una tierra de destino, desde Duhalde en adelante, para refugio de los vicepresidentes.
La cultura de la desertificación dirigencial obliga a importar exponentes mediáticos que procedan de la capital. El primero fue Carlos Ruckauf, el vicepresidente de Menem que llegó con la contraprestación bonaerense de Felipe Solá. Fue Solá quien se atrevió -después de la fuga mitológica de Ruckauf- a tomar las riendas de la provincia incendiada.
Solá, para la Garganta, es lo que es para la gran mayoría de los peronistas consultados. Sintetiza el mini gobernador:
«Excelente funcionario, ordenado administrador, políticamente desconfiable. Tiene humor, inteligencia y se maneja con destreza en los medios. Pero se encuentra incapacitado para armar. Necesita Felipe un Jefe, alguien que le arme para él».
Sin grandes expectativas, acaso como consecuencia de su sentido del humor, aún Solá estimula la impostura presidencial.
El segundo forastero fue Scioli, el Líder de la Línea Aire y Sol. El vicepresidente de Kirchner que llegó contrabalanceado por el bonaerense Balestrini.
Gracias al convaleciente Balestrini, después de algunos desacuerdos, con Scioli, la estructura bonaerense pudo funcionar.
El «Chico» Massa, de Tigre, es el único mini gobernador que amaga con postularse para la gobernación.
El Chico hace impecable juego de cintura y de piernas entre Duhalde, que lo valora, y Kirchner, con quien volvió a reunirse. Dicen que marca positivamente en las encuestas sin convicción.
Descuenta Massa que, en la actualidad, es el único rival de Scioli, el Gobernador que aspira a reelegirse.
A esta altura, por sus arrebatos presidenciales, Narváez, El Roiter, se diluye. Aunque se fotografíe semanalmente en los barrios carenciados.
Narváez consigue, en el plano provincial, el mismo efecto vacilante que Reutemann consigue en el plano nacional.
Narváez, por querer presentarse a lo máximo que pueda. Reutemann, por no presentarse a nada. Por ser admirablemente consciente de sus limitaciones.
Vidas antagónicamente paralelas.
El Banco
Con Alberto Balestrini entre los aparatos respiratorios, sometido a las ventilaciones y las oxigenaciones del parte diario, el problema, en el peronismo de la provincia inviable, se agrava por la falta de Jefe.
Y Kirchner, infinitamente menos que un Jefe, todavía es un Banco.
Balestrini emergía como la bisagra. Armonizaba entre los forasteros metropolitanos, que llegaban con el airesolismo. Con los requerimientos constantes de los mini gobernadores. Y con la insaciabilidad, siempre demandante de pruebas de amor, del Banco. O sea Kirchner.
Mantenía, aparte, el territorio de La Matanza. Es -Matanza- la monumental mini gobernación que, sin jefe reconocido, contiene el riesgo de parcelarse en cinco fragmentos.
Cada vez que Kirchner, por cualquier rabieta ocasional, pretendía tomar furiosas distancias de Scioli, o sólo pretendía castigarlo, trataba, según nuestras fuentes, de operar sobre Balestrini.
Cuenta el mini gobernador que una tarde, en Olivos, con contundente ironía, Balestrini debió frenarlo a Kirchner:
«Flaco, pará, mirá que yo no soy Calabró. Conmigo te equivocás».
Se refería a Victorio Calabró. Era el vicegobernador que, en 1973, junto a los peronistas ortodoxos, comandados por Juan Domingo Perón, desplazó al gobernador Oscar Bidegain. Venía -Bidegain- captado por la izquierda (si puede calificarse de izquierda a los Montoneros).
El «dos uno»
«Con Scarabino no es lo mismo», advirtió, con cierto resquemor, un funcionario de Scioli.
Aludía a Federico Scarabino. Es el quilmeño que preside el Senado, y debe asumir, ante la ausencia de Balestrini, el rol institucional de vicegobernador.
A Scarabino, según nuestras fuentes, los funcionarios de la Línea Aire y Sol suelen temerle, en exceso. No es para tanto. Confirma que tiene «el puesto prestado» (ver revista La Tecla). Carece de ambiciones protagónicas. De lo que menos tiene ganas es de fastidiarlo al Gobernador.
Scarabino es de los peronistas que Perón tenía perfectamente detectados.
«Hay que cuidarse -decía el General- de los peronistas que te dicen que no quieren nada».
El resquemor de los funcionarios sciolistas, hacia Scarabino, debe legitimarse, según nuestras fuentes, por el tandem travieso que solían llevar a la práctica Balestrini y Scarabino.
En combinación, Balestrini, con Scarabino, le hacían, a Scioli, el elemental «dos uno». La metodología es tan antigua como efectiva. Representaban la siempre eficiente comedia de «el bueno y el malo».
Para arrancarle concesiones a Scioli, debía Scarabino cumplir el rol de «malo». Hasta, incluso, confrontarlo. Desubicar al Gobernador en reuniones de mesas chicas. Donde tal vez pudo decirle el clásico:
«Gobernador, aprenda a conjugar el verbo repartir. Y va a ser más feliz. Y estar tranquilo».
El verbo de referencia es democrático.
La Gritona
Entonces, para abrochar el capítulo, los mini gobernadores van a jugar por la reelección de Scioli, el Líder de la Línea Aire y Sol.
Para armar tropa propia, Scioli se fortalece mediante un sólido esquema de construcción ministerial. Debe apostarse por la Agrupación Descartes, título debido al seudónimo ilustre de Perón.
Orienta Descartes el ministro de Trabajo, Cuartango. Contiene Cuartango suficientes militantes esclarecidos del sciolismo, que pueden llenar un Citroen 2 CV.
También brota la «Agrupación Estratégica 2020». Es orientada por la ministra Álvarez Rodríguez, la sobrina-nietita de Eva Perón.
Lo gravitante es que Scioli va por la reelección, aferrado al Banco de Kirchner. Y sin nadie que lo deprima, en adelante, con malas ondas que obstaculicen su contagiosa «fe, la esperanza, siempre para adelante».
Sobre todo impera el positivismo unánime desde que partió el ministro de Seguridad, Carlos Stornelli, popularmente consagrado como La Gritona. Empezó a despedirse del cargo el día que Julio Pereyra, el mini gobernador más kirchnerista, de Florencio Varela, y titular de la Federación Argentina de Municipios, el FAM, impuso la creación del delirio mediático. El Observatorio de Seguridad Ciudadana. Para el acontecimiento inaugural, Stornelli puso hasta la cara.
«Siete millones de pesos, Daniel, te van a robar la plata y no sirve para nada», gritaba, según nuestras fuentes, La Gritona.
Ignoraba Stornelli que, al enfrentar a Pereyra, iba también a enfrentarlo a Kirchner.
Pero Stornelli además había subestimado, según nuestras fuentes, al ministro de Justicia, Casal. Justamente el que lo sucedió, después de absorberle, como si fuera un mate dulce, el ministerio.
Casal iba a enojarse mucho cuando se entero que La Gritona, por intermedio de M, lo mandaba «a caminar». La discusión fue memorable, las versiones son varias.
No obstante, el Portal insiste en que Stornelli volvió a la fiscalía por orden de Kirchner. Fue cuando, desde el alcance de las antenas que responden a las «servilletas» de 25 de Mayo, se le detectaron canales comunicativos, y más bien informativos, con Clarín.
Pero, en el fondo, casi nada cambia. «Todo está como era entonces», diría el poeta. Se fue Stornelli, pero a cargo de La Bonaerense sigue el mismo jefe policial. El Comisario Paggi, aquel que desplazó al invalorable Gallito Ciego.
Las Gargantas confirman que Paggi también participó del coctel emotivo de despedida. Fue de pié, para cumplir, cuestión que concluyera rápido. El vino de honor se le brindó, a La Gritona, en la academia Vucetich.
Confirman que Paggi, en un aparte, dijo: «Si tuviera coraje, yo también tendría que irme».
Para el Portal no debe tomarse la especie de manera taxativa. Categórica. Inimpugnable. Lo difunde alguien que aspira, probablemente, a sucederlo.
Oberdán Rocamora
para JorgeAsísDigital
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