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Fumadores de ideologías

Perón se fumó a los socialistas. Alfonsín se fumó a los intransigentes. Menem se fumó a los liberales. Kirchner se fuma a las organizaciones humanitarias.

Jorge Asis - 13 de abril 2010

Artículos Nacionales

Fumadores de ideologíasescribe el Licenciado Jorge de Arimetea
Historia Contemporánea y del Presente,
especial para JorgeAsísDigital

En los ochenta, Alfonsín supo fumarse, hasta absorber, con placer, la «patota» progresista del doctor Oscar Alende. El radical «intransigente», baluarte ético de acné tardío.
En los noventa Menem supo fumarse, también con el placer de absorberlo, el liberalismo clásico que impulsaba el legendario Álvaro Alsogaray. Desde la Unión del Centro Democrático. UCD. Antecedente distante del PRO.
Como no podía quedarse atrás, en materia placentera de absorciones, en los dos mil, en otra audaz impostura, Kirchner prefirió fumarse a las organizaciones humanitarias. Madres y Abuelas.

Vaciamientos, despojos

La política argentina contemporánea se nutre de vaciamientos semejantes. Despojos que suelen registrarse desde el poder. En detrimento de las estructuras que estaban preparadas para la producción de adversarios.
Sin embargo, al absorberles la ideología que movilizan y pregonan, al poner en práctica sus proyectos, se los fuma. Se los anula. Los convierte en el humo transformador.
Dejan de ser -los fumados- adversarios de riesgo. Hasta generarse una confluencia de identidades que aluden a la confusión general. Ampliaremos.

Principal Maestro en la técnica, en la historia relativamente reciente, fue Juan Domingo Perón. El del primer peronismo. Del segundo lustro de los cuarenta. El que nostalgiosamente se evoca y fue superado por el mismo Perón. El de los setenta.
En los cuarenta, Perón supo fumarse, en pipa, al socialismo. A través de la adopción, para su ideario, de las retóricas reivindicaciones sociales que reclamaba la izquierda en el vacío. Para aplicarlas, y después del despojo apartarlos del juego. Hasta atenuarlos (también, claro, con algunos palos).

Alfonsín muestra, en los ochenta, que las fumatas, en la historia, no son privativas del peronismo.
El sarpullido juvenil del alendismo, después de la ostensible fumata de Alfonsín, se extinguió. Se evaporó entre el humo.
Hoy persisten algunos rezagos de aquella civilización perdida. Adheridos a la ficción estampillada del Frente Grande. Mecanismo que emergió, en los noventa, como saludable reservorio de la izquierda. Una suerte de desarmadero donde iban a depositarse las utopías extraviadas.
Del PI de Alende queda, aparte, el edificio maltratado de la calle Riobamba.

Después de la fumata de Menem, se extinguió también el liberalismo clásico de los Alsogaray.
Persiste, apenas, de aquel entrañable liberalismo, una casilla de correo del doctor Pitté. Quedan también las dramáticas lamentaciones de la señora Zaldivar, los boleros entonados de don Armando, el gran teórico cubano, y las obsesiones fuertemente intelectuales del heredero bastardeado. Jorge Pereira de Olazábal.

La advertencia histórica debiera ser estudiada por los despojados de los dos mil. Los fumados por Kirchner.
Los izquierdistas entusiasmados, que supieron naufragar en las costas choripaneras del progresismo. Para encontrar, su lugar en el mundo, entre las organizaciones de derechos humanos. Las que decidió fumarse Kirchner, sin filtro, con resultados estratégicamente previsibles.
Kirchner sigue, para la fumata, el ejemplo epigonal inspirado por Perón, en su fumata con los socialistas y comunistas. El ejemplo de la fumata de Alfonsín, con los intransigentes. Y la festejada fumata neoliberal de Menem, para hacer, de la derecha, un cenicero.

Si con Alfonsín producía lástima el desvanecimiento de la patota de Alende, en los tiempos de Menem, impresionaba el vaciamiento de la UCD. Fue donde se registraron mayores actos de expresivo hiper realismo. Con brillos y portadas.
Las damas emblemáticas, inteligentemente bellas, señoras María Julia y Adelina, fueron captadas como funcionarias (a María Julia hay que aceptar que le fue mucho peor, debió pagar la cuenta).
El viejo, don Álvaro, fue sigilosamente desgastado, en la prolongada fumata, como asesor.
Por lo tanto no podía extrañarse que Pereira de Olazábal, el heredero -máximo exponente del olazabalismo- terminara, diez años después, en la disputa fervorosa de una concejalía porteña. Enrolado, sin suerte, en la fuerza frágil de los Rodríguez Saa.

Niñas de Ayohuma

Pero es Kirchner, otra vez, quien sube la apuesta. Es extremadamente más cruel, con las organizaciones humanitarias, que aquel Perón con los socialistas. O Alfonsín con los intransigentes alendistas. Y Menem con los liberales despojados de Alsogaray.
Conste que Kirchner se encuentra capacitado para bastardear, si lo dejan, hasta a las Niñas de Ayohuma.
Por lo tanto no puede extrañar que deslegitime tanto a las dos honestas emblemáticas.
Equivalen, en el dolor del humanitarismo, al significado político de lo que representaron Adelina y María Julia, en tiempos de Menem, para el liberalismo.
Las damas emblemáticas, abnegadas y enteras, la señora Hebe, de Madres, y la señora Estela, de Abuelas. Emergen como las próximas damnificadas por la impostura de Kirchner. Quien adoptó, como propias, las reivindicaciones que reclamaban desde hacía décadas. Como hizo Perón con los románticos marxistas. Menem con los liberales soñadores que coreaban boleros de don Armando. Perfidias.
Pero Kirchner es de una voracidad superior.
En el epílogo de su trayectoria, la señora Estela tiene que testimoniar, y sobre todo protagonizar, en la vanguardia del frente de batalla.
En la Guerra de Convalecientes, que inspira la consagrada miniserie de Oberdán Rocamora.
Entre el Gobierno y Clarín. O mejor, entre los convalecientes. Kirchner y Magnetto.
Alternativas del dolor regulado. Intensificadas en tiempos de guerra. Dilatadas en los tiempos iniciales de la paz.
La mera regulación de la sensibilidad humanitaria es una manera de bastardear las reivindicaciones reclamadas.

Más grave, tal vez, es la fumata, en el epílogo de la señora Hebe. Responsable de la admirable organización que debió bastardearse en una constructora horriblemente gestionada por el ahijadito. Acumula, por doquier, montañas de cheques rebotados, que le muestran, a la organización, el rostro inerte del capitalismo que combate. Mientras tanto, la constructora cobra por adelantado, como si el ahijadito fuera cualquier mercader ventajero. Por las viviendas que no construye. Y al infame que le reclame cumplimiento, o el pago elemental del cheque, es indudablemente un fascista. Golpista. Represor.

Así como algunos de los benjamines de la UCD hoy son funcionarios atorrantes del peronismo, puede augurarse un destino bastante incierto para los intelectuales absorbidos. Los fumados de la nueva etapa. Los que suelen amontonarse en distintos voluntarismos, a los efectos de defender -siempre- lo que sea oficial. A canilla libre.
El carácter de fumadores de ideologías -en esta suerte de esbozo de tesis doctoral-, plantea la unificación de Perón, Alfonsín y Menem. Con Kirchner. Ensayo de un sistema extravagante de vidas paralelas que hubiera inspirado a Plutarco. Enlaza, en décadas distintas, a señoras como Adelina y María Julia (Menem), con señoras como Hebe y Estela (Kirchner).
Es Kirchner quien supera, en materia de imposturas y despojos, de lejos, a los antecesores. Y en el presumible epílogo, también, de los fumados.

Jorge de Arimetea
para JorgeAsísDigital

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