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Redrado, el cuarto Cobos

Supera a los dos Cobos anteriores. Alberto Fernández y Felipe Solá

Jorge Asis - 11 de enero 2010

Cartas al Tío Plinio

Redrado, el cuarto Cobos«Es tan fuerte la degradación de los Kirchner
que basta con tomar distancia, para
justificarse. Para recibirse, una vez
purificado, de opositor»
«La rifa» (cliquear). 9/12/2008

Tío Plinio querido,

Desde la «crisis del campo», hasta la crisis Redrado, vigésima conspiración en vigencia, a La Elegida se le cayeron cuatro Cobos fundamentales. Los cuatro pertenecían al seleccionado victorioso del 2007.
Cuando la plaga del kirchnerismo avasallaba. Recargada con la «superior calidad institucional».

El Cobos original

El Primer Cobos que se le cayó, a La Elegida, fue, tío Plinio querido, el Cleto Cobos. El original.
Aquel protagonista del sublime bolero «Cristina, Cobos y vos». Con la venerable musicalidad aprobatoria del Grupo Clarín, hoy el instrumentador de las caídas memorables. Al comando Clarín, para los Kirchner, de las infinitas conspiraciones que les acotan el horizonte.
El vicepresidente Cobos se luce, después, en la altura encuestológica de la patología opositora.
Hoy Cobos mantiene firme el objetivo de suceder a La Elegida. A la que debía acompañar.
Con la caída sustancial de Cobos se estrelló el edificio de La Concertación. La colonización de los Radicales Kash.
No podía suplantarse a Cobos con Zamora. Así Zamora se destaque, transformado en el neo Juárez, como Radical Kash de Santiago del Estero.
Tampoco se lo puede comparar, a Cobos, con el triunfador de los Colombi, en la lucha dinástica de Corrientes.
La «superior calidad institucional» se diluyó, tío Plinio querido, en la tragicomedia del olvido.

Mal de Caselli

El segundo Cobos que se le cayó a La Elegida fue uno de sus hacedores.
Trátase del Premier Alberto Fernández. El discípulo menos interesante -pero el más lírico- de Eduardo Valdés.
El poeta romántico -Alberto- supuso, con cierto derecho, que el gobierno le pertenecía.
En tanto le perteneciera, el kirchnerismo -aseguraba Alberto- jamás iba a operar en contra del Grupo Clarín. En nada. Ni para obstruir las fusiones del cable. Ni en la ambición que el Grupo se proponía. Telecom.
Pero infortunadamente el sonetista saltó despedido. Para dedicarse, en la nueva instancia de la guerra Kirchner-Clarín, al dictado de clases de ética republicana, ante los periodistas confiables que se ataban a sus pautas. Y a aconsejar, desde los diarios, a la humanidad.
Como el Primer Cobos, el Cobos original, el Segundo Cobos, el poeta Alberto, padece el extendido Mal de Caselli.
Trátase del virus que se contagia sólo a través de las ilusiones personales. Produce el berretín del sarpullido de creerse merecedor de la presidencia.
Por lo tanto, Fernández, modestamente, aunque aún no lo diga, alucina con integrar la fórmula presidencial. Como uno o como dos del gobernador Urtubey. Depende.
El Mal de Caselli avanza hacia grados terminales. Porque el poeta brotado de inspiraciones suele confesar -según Gargantas-, que ya está cansado de construir presidentes.
Porque dice que lo «hizo», primero, a Duhalde. Que debió hacerlo, después, a Néstor. Por último, tuvo que hacerla también a La Elegida.
Llegó entonces la hora de trabajar para la propia gloria. Para la belleza rigurosamente inclaudicable de sus sonetos. Aunque transcurra el turno de modelarlo a Urtubey. Le hace falta.
Otro contagiado, Urtubey. Portador sano del Mal de Caselli.

Despechadito

El Tercer Cobos de La Elegida fue Felipe Solá, El Despechadito.
Afectado, también, el desairado, por el Mal de la referencia.
Solá, como Tercer Cobos, despunta como el antikirchnerista post campo por excelencia. Inoculado también por el virus del Mal de Caselli, Solá se lanza también a la pileta como uno. Pero para conformarse con ser el dos. Aunque Duhalde lo mantenga, secretamente, en la grilla. Pero sólo para repetir como posible gobernador de la provincia de Buenos Aires.
En las predilecciones ajedrecistas de Duhalde, lo tiene a Solá en el segundo lugar. Después de Massa.
Curiosamente Narváez no registra peso en la balanza de Duhalde.
Es -Narváez- el Caudillo Popular. Refinado por el desmadre del kirchnerismo que produjo, en el ocaso, el gran milagro. La magnífica hazaña de transformarlo -a Narváez- en líder político.

La ferulización

El Cuarto Cobos, que se le cae a La Elegida, es, tío Plinio querido, Martín Redrado.
Con su fantástica irrupción, Redrado, el Cuarto Cobos, los duerme a los dos Cobos anteriores. Al Segundo Cobos, el Alberto. Y al Tercer Cobos, Solá.
Sin haberse inoculado aún el Mal de Caselli, emerge Redrado -como Cuarto Cobos-, desde la desobediencia oportunamente técnica del Banco Central.
Conste que ahora es accesiblemente fácil hacerles frente. Se asiste al tramo menos grandioso de la decadencia final. En la brutal liquidación de verano.
Cuando el kirchnerismo huele, tío Plinio querido, a calas. A pinotea.
Entonces Redrado liga, como Cuarto Cobos, cuando la disolución del poder es inquietantemente acelerada. Mientras Kirchner contabiliza, como si pasara lista, a los leales.

A estos muchachos -los Kirchner- va a costar, tío Plinio querido, sostenerlos.
A ningún Cobos, le conviene que los desesperados se desintegren. Por ineptitud, los pobres amenazan con caerse solos. Como los dientes flojos.
Según el criterio de la odontóloga de la avenida Santa Fé, se impone encarar, con urgencia, la «ferulización».
Habrá que ferulizarlos políticamente. Y adelantar, a lo sumo, las elecciones.

Lamento borincano

«Cuando teníamos 28 mil, en el 2005, Redrado accedió sin problemas en transferir 10 mil. Para pagarle al Fondo».
Es el lamento oficialmente borincano de los kirchneristas. Los que se abnegan en la persecución de los jueces de feria. Apasionados por el suspenso de las instancias procesales.
«Y ahora que tenemos 48 mil de reservas, Redrado nos hace problemas para transferirnos 6», completa el lamento.
En el medio, aparte de cuatro años, pasaron, tío Plinio querido, los abundantes vaticinios del Portal.
«Del apogeo, el kirchnerismo pasó a la implosión».
Tienen el boleto picado. Sólo para la ida. Sin retorno. Aunque amaguen.

Sostenía el filósofo positivista Alfredo Yabrán:
El Poder es impunidad.
La Impunidad -para Yabrán sinónimo del Poder- en cuatro años, a los Kirchner, se les desvaneció. Lo enuncia el tango Nada «sólo quedan telarañas que teje el umbral».
Chocaron -disculpe por la autorreferencia- la calesita.

La «lona moral», tío Plinio querido, se extiende, para el ciclo histórico del kirchnerismo, como un manto de impotencia.
Lo que queda, ni se encuentra en condiciones de movilizar manifestantes. A cinco mil pesos por micro, cargado de jóvenes. Resulta imposible trasladarlos masivamente hacia las puertas del Banco Central. Para gritar contra el nuevo instrumento de Clarín, confabulado con el Cobos original, Martín Redrado. Y para eclipsar a los oficinistas de la Fundación Capital. Los que ofrendan la vida por Redrado.

La insolvencia -para resolver situaciones de litigio-, de los que aún se ponen la casaca, adquiere ribetes alarmantes.
Boudou demuestra que es útil, exclusivamente, tío Plinio querido, para pontificar muy compuesto ante las cámaras. Para hacerse el galán entre las movileras. En situaciones de tensión, demuestra que se desarticula. Que es otro «pichi».
Para colmo Boudou enredó, en la cadena torpe de sus equivocaciones, hasta al Elegido para suplantar a Redrado. Mario Blejer. Esa especie de mezcla extraña de Woody Allen, Eduardo Elsztain y Moisés Ikonicoff.

Con Redrado, el Cuarto Cobos, el kirchnerismo sobrepasó los límites imaginarios del papelón. Al aislamiento político, debe agregarse la tendencia natural hacia la autoinmolación.
Se le brindó a Redrado, el Cuarto Cobos, la oportunidad servida de despegarse. Y de la manera más brillante. En el fondo, es lo único que Redrado quería. Despegarse. De los fragilizados que, hasta anteayer, obedecía.
Las disidencias del despegue lo elevan, a Redrado, hacia la popularidad.

Dígale a tía Edelma que, para después del receso veraniego, Medea Lobotrico- Powell nos va a preparar un estudio sobre el Año del Tigre. Es preferible que hablen, ahora, y que cobren, los divulgadores.

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