Postales de Buenos Aires
De Munro, Ciudadela, la Avenida 9 de Julio.
Cartas al Tío Plinio
Tío Plinio querido,
Aquí van imágenes en prosa de Buenos Aires. Postales de la ciudad europea.
1.- Ancianos de Munro
En un patio de Munro, judicialmente, se examina el comportamiento delictivo de media docena de abuelitos fracasados. Ancianos que se creyeron patriotas. Arrasados cruelmente por las culpas de la historia.
Presentes, los viejos, en el patio. Expuestos, ante la generosidad de las cámaras.
Ante los cánticos de los representantes de las víctimas que les atribuyen.
Enarbolan, tío Plinio querido, fotografías de los muertos que no envejecen. Hoy tendrían, los muertos, alrededor de 50 años.
Con parsimonioso énfasis, parientes y militantes exhiben, tío Plinio querido, el expresionismo festivo de la venganza.
«A dónde vayan/
los iremos a buscar».
Trátase de militares octogenarios que, cuando fueron vigorosamente cincuentones, y cuando tuvieron poder, ni siquiera supieron construir una fortuna.
Deben asumir el pecado histórico. De haber creído que, para combatir la violencia del enemigo, podían atravesar por encima de la noción de justicia más elemental.
Tenían el objetivo superior de instaurar – tal vez de restaurar-, desde la impunidad siempre vulnerable, una versión del orden.
Militares, tío Plinio querido, perdedores. Colectivamente desechados por la espalda de la sociedad indiferente. A la que creyeron, los alucinados, salvar. Por la visión de la Patria, el espejismo diluido.
Ancianos, en definitiva, abandonados. Menos que a su suerte, a la irremediable desgracia.
Olvidados, por si fuera poco, por la multitud de intolerantes vocacionales.
Por los contemporáneos que suplican, enceguecidos ante la plenitud del desorden, por la instauración -acaso la restauración-, de algo parecido a la utopía del orden.
Tal vez vuelvan a aceptar, a los efectos de aproximarse a la utopía, los actos arrebatados de la injusticia. Para examinarlos después, dentro de dos o tres fracasos, en otros patios.
2.- Calle equivocada de Ciudadela
En un callejón de Ciudadela, un glorioso jugador de fútbol, Cáceres, en su automóvil distante, y en la cercanía de una dama, comete el mismo error de Sherman, en el Bronx.
Trátase -Sherman- de aquel personaje triunfador de Tom Wolfe. En la impresionante novela «La hoguera de las vanidades».
Cáceres también, como Sherman, se equivoca. Y es justamente en la calle equivocada donde encuentra, igual que Sherman, la antesala de la fatalidad.
El adolescente fatal le acierta, tío Plinio querido, a Cáceres, un balazo en el rostro.
Cáceres, en Ciudadela, tuvo menos suerte que Sherman, en el Bronx. Porque el personaje de la ficción de Wolfe, para huir de la calle equivocada, atropelló al violento que quiso robarle. Pero pudo escaparse.
Al cierre de esta carta, Cáceres, admirablemente, se resiste a cesar.
3.- Desposeídos en la Avenida 9 de julio
La jactanciosa avenida solía autocalificarse «la más ancha del mundo».
Cientos de ciudadanos, los desposeídos antiguos, popularmente denominados «piqueteros», decidieron, tío Plinio querido, acampar en la 9 de Julio. Con las recursivas mujeres, utilitarias para el armado de la olla popular, y con la eficacia extrema de muchos niños. Nunca nadie iba a sacarlos. Y menos, con violencia. Estaban dispuestos a quedarse en la avenida. Hasta que les resolvieran, desde el gobierno, la serie de reclamos puntuales. El que no se queja, y no obstruye, no consigue nada. Es un gil, diría Discépolo.
Ilustración de portada de todos los diarios del país.
Como el descenso vertiginoso de la Argentina es abruptamente llamativo, los desposeídos de la Avenida 9 de Julio aparecieron en los televisores del mundo. Con la garantía de los comentarios, atinentes a la cautivante temática de nuestra declinación.
No hay manera de sentirse más estúpido cuando un extranjero, en apariencia conmovido, dice: ¿Qué pasa con su país? Puede completarse con la severa introspección:
¿Cómo nos vinimos tan abajo?
«El carnaval del mundo nos goza y se ríe».
Miles de ciudadanos respetables, también protagonistas de la postal, silencian la angustia por tanta impotencia. Claman, secretamente indignados, por la necesidad del orden que nadie, en la Argentina, puede proporcionar.
4.- Gauchitos de General Madariaga
Para terminar, vaya la postal de color. Para descomprimir la carta. Para que sonría. Es el turno del divertimento inofensivo.
En un margen nocturno de General Madariaga, una danzarina ostensiblemente ardiente, Natasha, incitó al adelantamiento, hacia el centro del escenario inexistente, a tres gauchitos. Como parte, tío Plinio querido, del show.
«Tres gauchitos que se la banquen», pidió Natasha.
A los efectos de practicarles, delante de los parroquianos bulliciosamente emocionados, la antiquísima acción erótica que Maradona, el ícono que aún dirige la selección nacional, sostenía que los periodistas debían practicarle a él. Por haber criticado, en exceso, su desempeño.
Van, aparte, los links. Muéstrele las fotografías de Natasha, inclinada sobre el poder del «gauchito», a La Otilia, cada día más incontenible y fatal.
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Chau, Parrilli
Cumple el sueño de De Vido. Rajarse.
escribe Oberdán Rocamora
Redactor Estrella, especial
para JorgeAsísDigital
Trasciende que parte, pronto, Oscar Parrilli.
Cumple Parrilli el anhelo secreto de Julio De Vido. Rajarse. Para dedicarse, en adelante, en el sueño de De Vido, a escuchar sus pajaritos.
Es -Parrilli- el Secretario General de la Presidencia. Responsable, en gran parte, de la relación con los abundantemente insaciables movimientos piqueteriles. Hoy son demasiadas las manos que manotean, y manosean, la problemática.
Dicen que Parrilli está espiritualmente agotado. Que quiere radicarse en España. Para olvidar, en vez de escribir, sus memorias.
Pero la verdad es que La Elegida, según Gargantas, no lo conserva, a Parrilli, entre los afectos. Lo tiene en el freezer de la menor consideración.
Si lo mantuvo en funciones, hasta aquí, fue porque lo heredó.
Se lo dejó plantado, a Parrilli, como parte del mueblerío, de El Elegidor.
Conste que el Secretario General cumple funciones indisolublemente vinculadas con la confianza más estricta del Presidente. Desde la compra del café, del agua Nestlé, hasta -sobre todo- el alquiler de los aviones. La empresa «Aires Argentinos» está condenada a la fama inmediatamente merecida.
Con El Elegidor ausente, en la cotidianeidad, Parrilli, pobrecito, casi ni podía acceder al despacho de La Elegida. Sólo lo estrictamente necesario.
Aunque en general la acompañaba, como correspondía, hasta la escalinata del avión. Para los aliviadores viajes, donde La Elegida aprovecha para oxigenar el interior.
Aparte acaparan, según Gargantas, ostensibles influencias, en la dinámica del funcionamiento, otros dos funcionarios.
Trátase del Jefe de Gabinete, Aníbal, El Premier. Y el consolidado Rafael Follonier, El Rafa. De la Unidad Presidente. Con travesuras internacionales que atormentan al canciller Taiana. Pronto las vamos a tratar.
Ambos -El Premier y El Rafa-, junto a La Elegida, distan de considerarlo, a Parrilli, según nuestras fuentes, como un ser eficazmente despierto. Por decirlo con cierta piedad. Lo conceptúan como lo antagónico del perspicaz.
Pero Parrilli ya tiene, según la Garganta, designado el sucesor. Tiene, el sucesor, apellido de periodista. Pero no lo es.
Debiera asumir la semana próxima. A más tardar el miércoles.
Es de esperar que la trascendencia perversa del texto le ayude a persistir, a Parrilli, algunos días más. Aunque ya ni soporte. Ni lo soporten.
O.R.
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