Elecciones en River
LA CAMPAÑA DE RIVER (I): Cuatro finalistas, Rodolfo D’Onofrio, Hugo Santilli, Antonio Caselli, Daniel Passarella. Y un problema, Carlos “El Negro” Ávila.
Asis Deportes
escribe Oberdán Rocamora
Redactor Estrella, especial
para JorgeAsísDigital
Por los recursos desplegados, por el romanticismo del objetivo, la campaña electoral, para la presidencia de River, contiene el apasionamiento que le falta a la política nacional.
Para las elecciones del sábado 5 de diciembre, se postularon alrededor de 15 riverplatenses emocionales. A esta altura, con respetables niveles de ambición, quedan cuatro.
Son Rodolfo D’Onofrio. Hugo Santilli. Antonio Caselli. Daniel Passarella. En ese orden.
Y un problema para todos. El Negro Ávila. Al que no se lo debe dejar afuera.
Ídolos
Los cuatro presidenciables son portadores de apoyos, tanto económicos como políticos, que trascienden del marco institucional de River. Se sienten ganadores. Manejan encuestas que los favorecen. En apariencias nadie está dispuesto a bajarse, pero se aguardan ineludibles entrecruzamientos. Abundan las negociaciones, para tratarse en el próximo capítulo.
De acuerdo a la evaluación, los cuatro están parejos. Con alguna leve superioridad de D’Onofrio, el presidente de La Caja, ART.
Mantiene D’Onofrio el apoyo ostensible de «los Werthein». Cuenta con el invalorable aporte de la contratación de Francescoli. Por «25 mil dólares mensuales», según Gargantas inapelables.
Es el ídolo -Francescoli- que evoca tiempos infinitamente superiores a los de la deplorable actualidad. Cuenta D’Onofrio, además, con la reconocida sagacidad del jefe de campaña. Operador bastante conocido por los visitantes del Portal. El diputado Tito Lusiardo, alias Juanjo (Álvarez). Otro ídolo, en lo suyo.
Un poco por veracidad, otro tanto por efectiva operación política, los descalificadores aseguran que D’Onofrio cuenta con el apoyo de «la estructura». El «aparato» del mal considerado presidente Aguilar. Del impugnado Israel, el hombre de los números.
Cuestiones hereditarias
Otros candidatos se bajaron para fundirse en los equipos de alguno de los cuatro.
Por ejemplo Héctor Cavallero, el galán maduro, otro ídolo que supo reposar con las mujeres más cautivantes de la región, evaluado como oficialista, prefirió anexarse «al Vaticano». O sea, a la formación del fuertemente instalado Antonio Caselli.
A propósito, pesan, en River, las cuestiones hereditarias. Antonio es hijo de Esteban Caselli, el legendario Cacho, acaso el embajador argentino que tuvo mayor influencia en el Vaticano.
O Mariano Mera Figueroa, que es el hijo del memorable Julio. Declinó Mariano la postulación, para anexarse en la congregación de los Santilli.
El padre, Hugo Santilli, vuelve a intentar la presidencia del club donde, bajo su mandato, «River se ganó todo». Y el hijo, Darío Santilli. El sustancial operador, junto al «Armenio», o sea Matías Patanián, emblemático cuadro de Aeropuertos, empresa que remite a la asociación Gutiérrez-Eurnekian.
Quintás, otro que despuntaba como el caballo del aguilarismo, se encuentra en tratativas con D’Onofrio. Pero dentro del combo con Ávila. O sea, con «el problema». Podría resolverse con una vicepresidencia primera. A cargo de las relaciones con la AFA. Posicionamiento que ambiciona, para bajarse, algún otro. Ampliaremos.
Tirarse con Aguilar
«D’Onofrio arranca con 1500 votos de ventaja», sugiere otra Garganta. Los votos que pertenecen a «la maquinaria».
Quienes con mayor ferocidad atacan al proyecto aventajado de D’Onofrio son los sostenedores de Daniel Passarella. Otro ídolo, sin metáforas.
Los pasarelistas desconfían, incluso, que desde el oficialismo se les intente impugnar al popular candidato. Por haber sido -Passarella- empleado del club. Menos del límite requerido. Dos años atrás.
Los cruzados del pasarelismo le tiran, a D’Onofrio, con Aguilar.
Aseguran que les anticiparon la fecha de la elección, en una semana. Sólo para dejarlo, a Passarella, afuera. En orsay.
Coinciden los mayoritarios detractores de la dupla Aguilar-Israel, en que se programa la elección para el sábado 5 de diciembre -en la proximidad del feriado del 8-, a los efectos que concurra a votar la menor cantidad de riverplatenses. La desconfianza excesiva es fronteriza con la paranoia.
Apoyaturas
Como operador, Passarella tiene otro hijo. De Alfredo Bravo, el memorable profesor, fanático de River que supo introducirse, alguna vez, en el vestuario, para insultar al árbitro por un penal.
Daniel Bravo, el hijo, durante la efervescencia del kirchnerismo, alcanzó a destacarse por algunas operaciones que distaron de caracterizarse por la majestad de la elegancia. Aquí no vienen al caso.
Otra apoyatura rescatable, a Passarella, se la brinda El Coti Nosiglia. Experimentado radical que curiosamente no coincide, esta vez, con su tradicional amigo Barrionuevo, el peronista gastronómico.
Porque «Luisito» apoya, por fraternidad histórica, a Hugo Santilli.
La lista más purificada es, sin dudas, la de Antonio Caselli. Emergente del «vaticanismo». El padre, Esteban, el Cacho, postulante también a la presidencia de la Argentina, mantuvo un diálogo escatológicamente ilustrativo, por C5N, con Ávila, el enigmático problema.
Especie de comodín, Ávila circuló por los cuatro proyectos. Para la evaluación, dejó suficientes heridos. Pero nunca es recomendable dejar afuera a un conocedor minucioso del negocio del futbol. Menos por la acción devastadora de Torneos y Competencias. Del golpeado Clarín.
Cifras
De los 65 mil afiliados, en condiciones de votar hay 44 mil. De ellos, 9 mil son morosos.
Significa que, los que verdaderamente pueden sufragar, son 35 mil asociados.
Por lo general, en las elecciones de River, maliciosamente organizadas los sábados, suele votar el 20 por ciento del padrón. Esta vez, se presume, participará el 30. Entre 10 y 12 mil votantes.
El ganador, para la evaluación, saldrá del próximo entrecruzamiento. Vanidades a tratarse en el próximo capítulo. Tendrá que hacerse cargo de la deuda, misteriosamente homogénea, que deja Aguilar.
Llegó Aguilar, en el 2001, con una deuda de 40 millones de dólares. Se retira con un rojo de la misma cifra.
El misterio radica en que los 40 millones del inicio, fueron, gracias a Duhalde, pesificados.
Como balance de gestión, ocho años después, la deuda vuelve a dolarizarse.
Son, irremediablemente, otra vez, 40 palos. Verdes, los glucolines.
Oberdán Rocamora
para JorgeAsísDigital
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