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Aires de Carrió

Para oxigenación de los Kirchner.

Osiris Alonso DAmomio - 5 de octubre 2009

Artículos Nacionales

Aires de Carrióescribe Osiris Alonso D’Amomio
Consultora Oximoron, especial
para JorgeAsísDigital

Lejos de representar otro problema para Los Kirchner, la previsible reaparición estelar de la señora Carrió, al contrario, se impone como una solución.
Brinda aires -Carrió- que alivia a los cónyuges.
Emerge Carrió como la cabeza exclusiva de una tercera posición. Entre el kirchnerismo y el moncloísmo. Circunstancia que les permite, a los Kirchner, reposar.
Tomarse un extraño respiro, en medio de las tensiones de la guerra probablemente menos necesaria. La cual, para colmo, la gana.
Es la patología de la Ley Anti-Clarín.

Una lectura medular del mensaje repetido de Carrió indica que, después de dos especulativos «meses de ausencia», La Lideresa vuelve, programadamente, para salvarlo a Kirchner.
Para que Cobos y Duhalde no sean los encargados de destruirlo (a Kirchner).
Porque quien merece destruirlos, en todo caso, es exclusivamente La Lideresa.
Carrió factura que fue la primera en pegarle (a Kirchner). Hace valer la cuestión insustancial del turno. Pegó antes. Merece el privilegio por madrugar.

Kirchnerismo y moncloísmo

Entre la sociedad dividida, se perfilaba, en la práctica, una tácita polarización. Donde Carrió quedaba, justamente, afuera. Otra vez.
Por una parte renacía el sector oficial. Considerablemente minoritario, pero es la primera mayoría. Cruzados que adhieren, aún, a las imposturas desgastadas del kirchnerismo.
En el marco valorativo de la contraofensiva política, explicablemente admirable. Protagonizada por Kirchner. El audaz que supo transformar -en su momento de máxima debilidad-, la derrota del 28 de junio, en la antesala imposible del triunfo.
Consolidada, la contraofensiva, a través del oficialismo que se recupera (Ahora, acaso, a pesar de Kirchner). Ante la demorada siesta de los opositores, que se creyeron ilusoriamente victoriosos.
Los opositores fueron olímpicamente subestimados, a través de las vaporosas ceremonias del «diálogo». Los fotografiaron para distribuirles, ostensiblemente, los clásicos caramelos de madera, espolvoreados con azúcar impalpable.
Pero comienzan a registrarse, de pronto, paulatinas diferencias de estilo, y de fondo, en el tardío reposicionamiento de La Elegida (es Tema de otro informe próximo de Consultora Oximoron).
Pueden percibirse, las diferencias, a través de los deslizamientos internacionales del ministro Boudou. Y en la ocupación gestionaria de la totalidad de la administración. Tarea que encarna Aníbal Fernández. Es El -astuto- Premier. El peronista que, en cierto modo, hoy gobierna (Ampliaremos).

Asimismo, entre las batallas simultáneas, se asiste a la proyección del conglomerado antagónico. Emerge desde la disidencia del oficialismo. Del que formaron -en un pasado cercano- parte.
Conforman el imaginario de los celebradores de La Moncloa.
Trátase del bolero del consenso. Admite la íntima posibilidad de pensar que, después de todo, nada, aún, está perdido.
Parte del entendimiento que un amplio sector de la sociedad prefiere creer que existe.
Es el acuerdo, en avanzados pañales, que invoca Carrió.
Del vicepresidente Cobos -la figura más escandalosamente significativa de la oposición-, con Duhalde. El personaje del enigma inmanente.
Duhalde es históricamente responsable por haberlo catapultado a Kirchner.
«De aquí a la eternidad», como en el film de Kirk Douglas.

Para la óptica oportuna de Carrió, Cobos y Duhalde son identificados como los peligrosos celebradores de la teoría ilusoria de La Moncloa.
El moncloísmo alude a la idea que supo, desde el 2004, imponer, abnegadamente, Ricardo Romano. Es el irreconocido pensador positivista del peronismo.
Por distintos andariveles, Romano les hizo llegar, la receta de La Moncloa, a determinados dirigentes. Incluso, según nuestras fuentes, hasta a Carrió. Por intermedio del embajador más aristocráticamente retirado, patrocinador de almuerzos discretos (que trascienden).

Gerentes

El moncloísmo deriva entonces en el actual conjunto de probables sostenedores de la utopía del consenso. Agrupa a la casi totalidad del arco político no kirchnerista. Sin, por supuesto, Carrió. Quien de ningún modo les reconoce, a los moncloístas, ninguna legitimación para sentarse a acordar nada.
«Porque son gerentes, de lo peor». Se lo dijo Carrió al Profesor Grondona.
«Gerentes» sensibles, con un pasado que no debiera presentarse como prontuario. En condiciones democráticas de adherir, por ejemplo, a la tesitura argumental del texto «Alguien tiene que ceder» (ver «La Moncloa de Cobos»).
Es el documento de trabajo que sugiere el acuerdo global sobre las elementales «políticas de estado». Unificadas, en principio, por el manto superior de la pobreza, la calamidad que atormenta al «Compañero» Cardenal.
Atañen a «la seguridad, el empleo, la salud, la educación».
El voluntarismo romántico puede perfectamente imponerse. Con el apoyo -casi- unánime de los empresarios que quedan. De los grandes medios de comunicación, en estado de acoso. De la sociedad necesitada de apostar por la existencia de un futuro. Para aplicarse en el correspondiente 2011. O en la primera (tormenta) de cambio, como se escribió en el Portal. Que admita el recurso de la «salida institucional». Con la inmediata convocatoria al bolero del consenso. Y con solicitadas múltiples de repentino apoyo. Con el único riesgo político de pegar, al menos, algunos sopapos.

Clarín, in memoriam

Constaba en actas, entretanto, la recuperación de Kirchner. Al extremo de decidir pelearse con el guapo más fuerte del barrio. Como si se dispusiera, en la epopeya, a suicidarse.
Pero de pronto, contra las cuerdas parlamentarias, Kirchner ponía al Grupo Clarín.
Ante la fabulosa impericia de los insolventes conductores del Grupo. Capacitados «para llevársela», pero nunca para pelear.
Ante la inoperancia abismal de los opositores. Los que debían encargarse de la utopía de frenarlo. A Kirchner. Con la adolescencia de las argumentaciones tristemente inofensivas. Emitidas sin la menor convicción.
Porque, aunque lo negaran, a los opositores mejor posicionados les convenía, también, la claudicación inexorable del Grupo Clarín.
El consorcio de referencia ni siquiera supo comportarse como un verdadero monopolio. Hasta verse sometido a la misericordiosa impotencia de producir, en la edición del último domingo, su propia necrológica. Para describir, con tono quejoso, los 64 años de servicios. En un texto, para colmo, mal redactado.
Para «Clarín, in memoriam».

Salir a romper

Además de recuperarse -desde la más absoluta fragilidad- en la contienda innecesaria, El Elegidor y La Elegida reciben, inesperadamente, el caudaloso auxilio de los aires de Carrió.
De La Lideresa que, con superior potencia intelectual, supo construir la degradación del poder conyugal.
Carrió prosigue, igualmente, con la faena iniciada. Con los atenuantes que la tornan específicamente funcional a la estrategia de persistencia que propone el kirchnerismo.
Por la característica de «salir a romper». A denunciar, con la inusitada violencia verbal, la otra alternativa que se edifica, pero que no la contiene. La receta consensual de La Moncloa, que el oficialismo no supo, hasta aquí, cómo, frontalmente, enfrentar.
Es Carrió entonces la que sale a hacerle el favor, a los Kirchner, de destruir el brote.
En defensa indirecta del gobierno, Carrió descalifica, en bloque, a los moncloístas.
En especial descalifica a Cobos. Supera -Cobos-, en la jerarquía de enemigo, a Kirchner.
Descalifica Carrió a Duhalde, al que responsabiliza de las maldades más impresionantes.
Para después dramatizar -Carrió- con el proceso de «hondurización» que acecha a la Argentina.
A los efectos de convertir, a la Elegida, en otra suerte de Zelaya. De víctima.
Pero Carrió se cubre, anticipadamente, de interpretaciones como la que propone aquí Consultora Oximoron. Porque atribuye la «hondurización» al plan perverso de Kirchner. El plan b.
Los Kirchner deberían agradecerle, en adelante, a Carrió.
Aunque los insulte, Carrió volvió, providencialmente, para salvarlos.
Para romper, de raíz, cualquier Moncloa. Cualquier acuerdo posible de Cobos y Duhalde. Aglutinadores de «gerentes».

Osiris Alonso D’Amomio
para JorgeAsísDigital

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