Volvió una noche
Regreso de Kirchner, casi clandestino, a Río Gallegos.
Artículos Nacionales
escribe Serenella Cottani
Interior-Provincias, especial
para JorgeAsísDigital
RIO GALLEGOS (de nuestra corresponsal permanente, SC).- Volvió -El Lupo- una noche. La del lunes 27. Nadie «lo esperaba».
«Había en su rostro tanta ansiedad», confirma la Garganta. Como en el Tango.
El Lupo, Kirchner, fue descubierto en una mesita del paquetísimo hotel Patagonia, en la mañana del martes 28. Había llegado la noche anterior, en automóvil. Procedía de El Calafate, «el lugar en el mundo» de La Lupina. Actualmente Presidenta.
Desayunaba, el Lupo, en el Patagonia. Junto al amigo Sanfelice, alias El Gige.
Es protagonista secundario, hasta hoy, en la epopeya que asiste a la magnitud del ocaso.
Y con Romina, la sobrina, la doctora Mercado. Algunos la llaman por contagio «La Bombona». Pero sólo por ser la hija de El Bombón Mercado, hoy un puntal en la política de Catamarca. La madre es la Hermana Alicia, la eterna ministro.
Volvió a Gallegos, El Lupo, por cuestiones súbitas de Tango. No precisamente por «Nostalgias».
Ocurre que tuvo un problema técnico con el Tango de uso exclusivo. O sea, el avión que suele utilizar, en su condición de presidente consorte. Mientras le reparaban, en El Calafate, el Tango 10, se mandó casi clandestinamente hacia Gallegos.
El regreso entonces se produjo justo para la celebración que no existe. El festejo perverso del primer mes aniversario de la doble derrota electoral.
La del Lupo, en Buenos Aires. Y la del gobernador Peralta, aquí, en Santa Cruz.
Tan grave, para El Lupo, fue haber perdido con De Narváez, alias Casa Tía, como para Peralta haber perdido con el radical Costa, alias El Hipertehuelche.
El negocio mayorista representa, indudablemente, un calvario anticipado.
Un Requiem para el kirchnerismo.
Ausencias
Lo que son las casualidades, El Lupo volvió a Río Gallegos justamente en ausencia del gobernador Peralta. Quien se encontraba en Buenos Aires, a los efectos de suscribir, junto a los otros gobernadores patagónicos, y la Presidente Lupina, un convenio gasífero.
Las versiones, en la mañana del martes, prosperaban. El Lupo le venía a caminar la capital a Peralta. En ausencia. Como le había caminado Puerto Madryn, en Chubut, al gobernador Das Neves, el puenteado Tenor Portugués. Quien aún no sabía, acaso, que al Lupo no lo movilizaba ninguna jugada política para desestabilizarlo. Había ido con Sanfelice y el Rudy, en el Tango, según Gargantas, para estudiar ciertos terrenos cercanos al mar. Para el proyecto de instalar un gran hotel. De los que sirven para enjuagar, para el lavado de pies. En la orilla espumosa del mar.
En cambio, la maledicencia de las versiones indicaban, el martes, en Gallegos, que El Lupo volvía para ultimar los preparativos de La Gran Acevedo. Parte 2.
O sea, el derrocamiento de Peralta.
La imaginación, en Gallegos, suele ser ilimitadamente superada, en general, por la realidad.
El lugar en el mundo
Situado en Fagnano, entre Roca y Zapiola, el Hotel Patagonia es conocido, en esta capital provincial, como el hotel de «La Angelita». Es propiedad de la histórica señora Angelita Girometti, viuda de Gatti. Empresaria anteriormente detestada por La Lupina, por habladurías pueblerinas.
Es la dueña, también, de la sustancial Posada Los Álamos. Y es más o menos socia del señor Wagner, de Esuco, el presidente de la Cámara de Construcción.
Un mojador -Wagner- de las mejores medialaunas, durante el éxtasis del kirchnerismo en extinción.
En El Calafate, el «lugar en el mundo», paraíso celestial, probablemente va a instalarse, con relativa prontitud, una versión estéticamente lujosa, pero políticamente rudimentaria, de Puerta de Hierro. La residencia mítica de Perón, en el exilio.
Por lo tanto los Kirchner van a elegir El Calafate, según Gargantas, para enfrentar las eventuales amarguras del exilio interno.
Cuando se les diluya -preferiblemente en el 2011- la totalidad del poder.
En el pasado inmediato, nadie podía imaginarse tanta soledad alrededor de Kirchner. El desierto enigmático, entre las mesas de cualquier sitio, donde El Lupo estuviera sentado.
«Pero la vida es así, Serenella, qué le vas a hacer. El Lupo ya no puede caminar, por Gallegos, como antes. Ahí lo tenés, inadvertido, casi clandestino».
Sólo con el eficaz articulador de negocios, como el Gige Sanfelice. Mal llamado, injustamente, «Cajero». Y con la Romina, la sobrina que le maneja determinados pleitos, relativos al inventario patrimonial.
Al advertirse la presencia de El Lupo, en ausencia de Peralta, y a pesar de los desplazamientos en automóviles de cristales opacados, el mismo martes comenzaron a expandirse las versiones alucinadas del derrocamiento.
Caterva
Peralta, aquel gremialista de «la bancaria», de irreparable campera negra, dejó, con la derrota, de ser funcional al kirchnerismo. Para convertirse en la palabra que La Lupina solía utilizar. «Caterva».
Peralta también, en adelante, para los Kirchner es «Caterva».
Un hombre descartable. Para usar y arrojar cuando se cumple con la función.
Sin embargo, por más que prosperen las versiones febriles, cualquiera sabe que, para el Lupo, ya no es fácil repetir el modelo de derrocamiento de Acevedo.
Primero, porque Peralta tiene superiores aptitudes para la resistencia.
Segundo, porque cuenta, a su favor, con la experiencia del antecedente de Acevedo.
Pero tercero y principal, porque El Lupo se encuentra excesivamente debilitado. Sin condiciones políticas para derrocar a nadie.
Que El Lupo atraviesa un momento límite de máxima debilidad lo certifica, justamente, la repentina locuacidad del ex gobernador Acevedo. Quien, de pronto, de manera valientemente tardía, se largó a hablar.
O sea, a denunciar. Aquello que cualquier habitante, en Santa Cruz, conoce. Hasta el más indiferente desinformado.
Que «la obra pública se encuentra cartelizada». Que existe la cultura del «robo para la corona».
Sin embargo, que Acevedo hable marca el grado de inadmisible fragilidad en que se encuentra el kirchnerismo, en la desbandada.
Lo que importaría saber, precisamente, es por qué Acevedo se calló durante tantos años. Mantiene, el silencio de los últimos cuatro años, mayor importancia que la súbita tendencia acusadora de hoy.
El Plan B, el Acevedo 2, de todos modos, no va a pasar.
Consiste, según las versiones, en desprenderse de Peralta. Sacarlo de La Rosadita, como se denomina a la Casa de Gobierno de Santa Cruz, a través de la forzada renuncia.
Y después de una usual maniobra parlamentaria, voltear al intrascendente vicegobernador para erigir, como gobernador, al más confiable.
Pablo González, hoy ministro de coordinación.
Pero Kirchner ya nada tiene de la fuerza de aquel que podía manipular a Sancho, El Pavo. Hasta hacerlo gobernador. Y Peralta aprendió, justamente, la lección de Acevedo.
En momentos que no queda ninguna moneda para repartir, en la provincia quebrantada, la que los Kirchner se pusieron de sombrero, Peralta de ningún modo va a disponerse a la ceremonia del silencio. Menos, con un Lupo tan debilitado. Que hasta debió sorprenderse al admitir que algunos viejos subordinados, sabedores de su presencia, desactivaron el celular. Se ocultaron.
«La vida es así, Serenella», reitera la Garganta tanguera.
Con el boleto picado, agrega, queda el alma, si existe, en pena.
El Tango pasó a buscarlo al Lupo finalmente el miércoles. Partió a las 10.15 de la mañana.
«Se fue en silencio, sin un reproche».
Serenella Cottani
para JorgeAsísDigital
Volvió una noche (Carlos Gardel – Alfredo Le Pera)
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