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Lealtades móviles

Cuidarse más del compañero de al lado que del adversario de enfrente.

Jorge Asis - 19 de junio 2009

Cartas al Tío Plinio

Lealtades móvilesTío Plinio querido,

«Kirchner quiere que no me vaya bien», dice Reutemann, con acierto. Como si descubriera la pólvora.
Vaya novedad. Sin darse cuenta, Reutemann presiona la tecla justa.
La tecla que marca la característica principal de esta elección. La especulativa perversidad. Indemostrablemente presente.
El estallido de los proyectos personales pulveriza, con inagotable mezquindad, tío Plinio querido, el significado mínimo de la noción de lealtad.
Logra que los candidatos deban cuidarse mucho menos de los adversarios.
Para cuidarse, preferiblemente, de los que tienen supuestamente al lado. En la misma trinchera.
En la Argentina actual, Maquiavelo, tío Plinio querido, sería un redactor de textos de autoayuda. Elementalmente olvidables.

Problema personal: la política

Brota, hoy, lo peor del individuo. Se acabaron las causas colectivas. La política es apenas un problema personal. El individuo se impone sobre el partido.
Como concepto, en adelante, el partido sirve, apenas, para armar una banda coyuntural.
La degradación legitima que, el fracaso eventual del compañero, se sienta, tío Plinio querido, como un estímulo.
Porque el fracaso del otro brinda esperanzas de propia proyección. Así participe, el otro, de la ficción emocional «del compañero».
La sobrevivencia hace que las lealtades sean móviles. Perfectamente reversibles. Readaptables a los varios tipos de vibraciones. Específicamente, hacia las negativas.

En la carta intitulada «Clara incertidumbre» (cliquear),  se presionó la misma tecla. Pero sin la menor intencionalidad moral.
Al aludir, tío Plinio querido, a la sensatez estratégica. Al subrayar la conveniencia que Kirchner, el 28, ganara por muy poco. Por no más de dos puntos, a lo sumo tres. Ahí nomás. Justito.
Es la preferencia de contar con un Kirchner preferiblemente acotado.
Es también el deseo, imperdonablemente contenido, de los especulativos dirigentes peronistas que se encuentran a su lado. En la misma boleta.
«Si El Furioso gana por diez puntos, no va a querer irse más. Hay que aplacarlo ahora».

También los disidentes de Kirchner prefieren que Kirchner gane. Siempre por poco.
Pero porque nadie quiere, tío Plinio querido, en el fondo, que triunfe Francisco De Narváez.
Que se agrandó hasta suponerse un jefe político. Caudillo de verdad. Kirchnercito potencial.

El Oscar

«Que nos maltrate Kirchner, vaya y pase. Pero que también nos ningunee De Narváez, es un exceso intolerable», confía una Garganta. Es del peronismo barrero.
La Garganta afirma, aparte, que a Duhalde habría que entregarle el Oscar.
El Oscar a la Credulidad. Por no decir el Oscar a la b…
Que Kirchner lo haya defraudado a Duhalde, también, vaya y pase.
Pero que además a Duhalde lo defraude De Narváez, es, más bien, para la patología. Lo hace merecedor del premio.
Aunque Duhalde debiera compartir el Oscar a la Credulidad. En realidad, lo merece otro embocado.
Luisito Barrionuevo.

Amante de lunes

Ocurre que, para De Narváez, el peronismo debe comportarse, tío Plinio querido, como una amante de lunes.
Para disfrutar, en secreto, de sus virtudes. Pero sin exhibirlo socialmente.
Porque el peronismo es poco presentable para la sociedad independiente.
«¿A quién le ganó El Colorado?,» se pregunta la Garganta.
Con cierto temor a que el lunes 29 alguien pueda responderle:
«Le ganó a Kirchner. ¿Te parece poco?».

Corte y confección

«Gana Kirchner y pierde Reutemann».
Es el modelo de título de portada que ambicionan los kirchneristas. Para el lunes 29. Así sea por un voto.
«Un sólo voto que separe, al Kirchner hegemónico, de la Casa Tía», diría, espantado, Jorge Giaccobe.
La circunstancia favorecería el espejismo de continuidad de Kirchner. Junto a la ilusión escalatoria de Scioli.
Minimizan la preferencia coincidente de los minigobernadores del conurbano. Ellos también quieren que Kirchner gane por muy poco.
Pero que quede muy claro, tío Plinio querido, que son los minigobernadores los que conservan el poder territorial. Porque van a ganar con guarismos más holgados. Por la confección del corte.
Aunque Kirchner los trate, anticipadamente, de traidores. Por el corte que se viene y por la confección del arte de traicionar. Que reduce, a Maquiavelo, a la condición de aprendiz de Aguinis.

La prioridad de los minigobernadores consiste en asegurarse el control de los distritos respectivos. Para ofrecerlo después, como garantía, al hombre fuerte que emerja de la contienda.
Así sea, el ganador, Reutemann. O así pierdan los dos (Kirchner y Reutemann), para cotizarse con quien los trata como amante de lunes. O para renacimiento conjetural de Duhalde.
O así sea, la oferta, para Scioli. Conducidos, todos juntos, los minigobernadores, por Scioli, titular de la Línea Aire y Sol. Con fe, esperanza, siempre para adelante.

Dígale a tía Edelma que el año del Tigre va estar en su plenitud, en febrero. Por eso a Kirchner hay que recortarlo antes. En tiritas. Si no se lo para ahora, en marzo del 2010 se va a sentir en condiciones de llevarse puesto el país. Hay tiempo para detenerlo.

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