Menú

Fritz y las doncellas

En vez de replegarse, los opositores tendrían que triplicar la apuesta y pasar a la ofensiva.

Jorge Asis - 17 de marzo 2009

Cartas al Tío Plinio

Fritz y las doncellasTío Plinio querido,

Primero, el que reaccionó como un varoncito, fue De Narváez.
«No hay que tener miedo de votar», dijo, predispuesto, el Caudillo Tatuado.
«Quiero ganarle a Kirchner ya», agregó. Con un tonito casi desafiante, que despertó admiración en la Otilia, que es fatal. De pesado copador, formado entre los bajos fondos del ambiente del polo.
Fue una actitud efectivamente viril que es, tal vez, la que aguarda, tío Plinio querido, un sector gravitante de la sociedad agobiada. Harta, se diría, de los Kirchner.

La multitud interminable de hartados aguarda la irrupción de alguien que se banque, tío Plinio querido, desafiarlo. Decirle aún más:
«Votemos, si querés, la semana que viene. Así te saco del escenario pronto. Y se acaba, de una vez, la pesadilla del kirchnerismo».

Sin embargo De Narváez, en la búsqueda erróneamente retardataria del consenso, retrocedió. Arrugó justamente al percibir, según nuestras fuentes, que prosperaban las conversaciones ilusoriamente frentistas. Mientras se extendían los mensajes telefónicos. Palomas mensajeras entre dos traficantes reconocidos de conjeturales influencias. El convaleciente Alfonsín, y el sigiloso Duhalde.
Estadistas que se entienden de memoria. Desde los albores del 2001.

De Narváez decidió incorporarse al ballet dulce de doncellas virtuosas.
Las que retozan, tío Plinio querido, en los bosques petrificados de Austria.
Una conjunción de ninfas temerosas de ser involuntariamente penetradas por el Monstruo de Amsteten. El insaciable violador de la Constitución.
Kirchner es, tío Plinio querido, el Fritz que se llevó puestos la totalidad de los límites por delante. O por detrás, depende. Improbable de ser detenido. O al menos sensibilizado, por las formalidades racionalmente reglamentarias.

Enternece, por lo tanto, la fotografía de la portada de La Nación de hoy.
Muestra a las felices doncellas, metafóricamente virtuosas, que se toman de la mano.
Pinedo. Lusquiños. Bullrich. El desperdiciado Solá. Complementan, tío Plinio querido, el tatuaje demagógico del Caudillo De Narváez, que muestra su ferocidad, en el cuellito.
Se percibe, en el segundo plano, a Tito Lusiardo, alias Juanjo. Sabe que le hubiera correspondido el primer lugar, pero Fritz, con el escrache de un carpetazo, lo sacó del escenario.
Todos unificados contra el temible Monstruo de Amsteten. Porque insiste, violentamente, en penetrarlos. El hombre malo que estaba con la boca cerca de la lona. Y que se atreve, aún caído, a volver a despojarlos, otra vez, estúpidamente, de la iniciativa.

Dura para arrugar

La señora Carrió, igual que Kirchner, es otra dura en el difícil arte de arrugar.
Muestra que, en el combate, influyó severamente, en ella, la cultura desastrosa del kirchnerismo.
Al menor atisbo de compulsa adversa, Carrió arrugó de inmediato.
Ella, para arrugar, es mucho más rápida, en realidad, que el propio Kirchner.
Para finalmente hablarle, a la señora Michetti, causante del arrugue, al mejor estilo Pugliese. Desde «el corazón y los principios». Cualquier cosa con tal de no enfrentarla.
Porque, si por el riesgo del adelantamiento, Michetti le gana, Carrió tendrá que seguir los pasos declinatorios de los Kirchner.
Si prosperan, aparte, las conversaciones frentistas. Las que amenazan con pasarla, de nuevo, al cuarto.

Cultura peronista

El enternecimiento del repliegue unánime estremece.
Las doncellas virtuosas minimizan el carácter de la epopeya. Prefieren unificarse, tío Plinio querido, contra el feroz Monstruo de Amsteten. Con el propósito de prodigarle una derrota parlamentaria que evite las ceremonias del adelantamiento.
Para un animal políticamente violador como Kirchner, el amontonamiento de la unificación opositora, precisamente, lo legitima.
El sueño oculto de un líder peronista, consiste en construir una Unión Democrática propia.
El adversario se convierte en el obstáculo que lo agiganta.
Llama la atención, tío Plinio querido, porque, entre las doncellas virtuosas que metafóricamente se unifican, abundan los impregnados por la cultura, saludablemente atorrante, del peronismo.
Si Kirchner, un producto típicamente cultural del peronismo, no vaciló en llevarse, adonde se le antojara y sin dar explicaciones, los fondos de Santa Cruz.
Tampoco vaciló en cargarse los glucolines de las AFJP. Sirvieron para amortiguar los gastos de la caja chica, y respirar dos meses.
En estatizar catastróficamente una Aerolínea inviable.
En decidir arbitrariamente el más espeluznante blanqueo de capitales.
En proclamarse el máximo exponente de la marroquinería política. En producir, para zafar de Skanska, idóneos ministros de Seguridad. En promover el más estrafalario jubileo distrital. En imponer, en definitiva, para acabar con la antología inagotable de desastres seriales, hasta a la Elegida como presidente.
Por lo tanto, en plena implosión del kirchnerismo, en vísperas del desmoronamiento, de la bancarrota, nuestras doncellas no deberían hostigarlo sólo con la potencia de las reglamentaciones. Las que suele llevarse puestas. Como a las propias doncellas.

Por las presidenciales

A Kirchner debe enfrentárselo, tío Plinio querido, con la triplicación del desafío.
Decirle «Fritz, a quién le ganaste».
Hay que aceptarle el convite. Mojarle públicamente la oreja. Anunciarle que el «tiro del final le va a salir» y ganarle ya.
Porque la sociedad, mayoritariamente, no los aguanta más. Es portadora de un espíritu más que destituyente. Aunque, sin ellos, impere -con estas doncellas- la vorágine irresponsable del vacío.
Entonces no solamente debe aceptársele el adelantamiento de las legislativas. Debe planteársele, incluso, el adelantamiento de las elecciones presidenciales.
Ya que en la feria se quiere adelantar, adelantemos, en el jubileo, todo.
Sin embargo las primorosas doncellas, en el bosque petrificado de Austria, prefieren agruparse, para trabarlo en el congreso.
A los efectos de evitar, inútilmente, ser colectivamente ultrajados por el maltratador insaciable. Fritz. El Monstruo de Amsteten. El Violador de las reglas, trasgresor indiferente de instituciones.

Pásele a tía Edelma, para terminar, un anticipo que puede interesarle.
Medea Lobotrico-Powell sostiene que La Elegida, si astrológicamente por fin se despierta, por ser Serpiente puede completar la afinidad del Triángulo de la Ponderación.
Junto al Gallo, que es Lula. Y Obama, que es el Búfalo.
Medea prepara, al respecto, un ensayo. Que lo espere.

Relacionados

Estadista de suerte

Por el patriótico desgaste, el Presidente reclamaba piedad.

Jorge Asis - 29 de agosto 2016