Colonizado colonizador
CARTA desde PORTO, Portugal: Presidente Dos Santos, de Angola, de visita en su colonia, Portugal.
Artículos Internacionales
Tío Plinio querido,
Europa está para gastarla, más que para juntarla.
La reflexión se destina a tantos argentinos entrañables. Instalados, con suerte relativa, en distintos países de Europa.
Son muchos los que sospechan que llegó el momento de emprender el regreso. Así la Argentina los aterre.
Porque se asiste, tío Plinio querido, a la terrible combinación del agotamiento cultural, con la presunción, bastante acertada, del colapso económico. Perspectivas que distan de brindar, en lo inmediato, espacios mínimos para el optimismo.
La desesperanza se acentúa, hasta intensificarse, con el desasosiego que tan bien describió Fernando Pessoa. El poeta del saudosismo. Maestro de Kovadloff.
Conclusión indeseable. Después de surcar algunos días por una Francia inquieta. Sensibilizada por la pérdida, en enero, de 90 mil puestos de trabajo.
La avalancha, la puerta doce de la crisis, encuentra a Francia, tío Plinio querido, un tanto más fortalecida que Gran Bretaña. Pero infinitamente más sólida que España.
Bacalao al lagareiro
Precipitaciones reflexivas que transcurrieron en la sobremesa del encuentro cordial que se desarrolló, durante la noche del lunes, en el restaurante clásicamente calmo del hotel Infante de Sagres. Con algunos selectivos miembros del Club de Amigos del JorgeAsísDigital. Membresía de Porto.
El «bacalao al lagareiro» ocurrió, justamente, durante el final del día en que se iniciaba, a 300 kilómetros, en Lisboa, la visita de Estado del Presidente de Angola.
Del colonizado transformado en colonizador. José Eduardo Dos Santos.
Trátase del caudillo africano escasamente original. Es, en la práctica, uno de los flamantes dueños del colonizado Portugal moderno. Hay colas para reverenciarlo.
Las reverencias, hacia Dos Santos, de la dirigencia portuguesa, están encabezadas por un viejo amigo, el presidente Cavaco Silva.
Emergieron, en el Bacalao al lagareiro de Porto, como punto de partida para el intercambio de ideas con los extravagantes miembros del Club. A propósito de la languideciente actualidad de la Europa que confía, acaso en exceso, y desesperadamente, en la providencia que suele representar Obama.
Obama fácilmente puede pasar, tío Plinio querido, desde la instancia de la Obamanía, que se registra en el 2009, a convertirse, en el 2010, en un «pretinho mais».
El Dorado
Dos de los miembros del Club precisamente planifican, como tantos miles de portugueses, emigrar hacia Angola.
Porque, desde que el MAPLA, las fuerzas del otrora soviético Dos Santos, se impusieron sobre la guerrilla del Unita de Savimbi, con asesinato de Savimbi incluido, Angola parece haberse transformado en lo que verdaderamente siempre fue. El nuevo dorado.
Con la abundancia impertinente del oro. Con la insolencia abrumadora de sus diamantes. Con la efectividad definitoria del petróleo.
Prepotencias angoleñas que amenazan, después de haber superado largamente a la petrolera Nigeria, con desplazar a Sudáfrica. Como potencia económica invulnerable en la región.
Resulta inevitable, a esta altura, tío Plinio querido, evocar la anécdota, probablemente falsa, del Dictador Antonio Oliveira de Salazar. Todo un moderado, si se lo compara, a Salazar, con Dos Santos.
Alude al día en que le confirmaron, al presidente del Consejo, Oliveira de Salazar, en los cincuenta, que en Angola, que aún era la colonia (lo fue de Portugal hasta 1975), también había petróleo.
«Pobre Angola, qué condena», dicen que dijo Salazar.
«No bastaba con el oro y los diamantes, también tiene petróleo. Cuánto aún va a sufrir esa rica tierra desgraciada».
Aunque la anécdota pueda ser artificial, las palabras de Salazar resultaron proféticas.
Decenas de años de una conmovedora guerra civil. Caudalosos desastres de importación, como los ocasionados por los redentores cubanos. Los que se referenciaban en nuestro icono, el Ché Guevara. En tiempos sentimentalmente mágicos de la guerra fría.
La guerra real dejó la tierra más condecorada, El Dorado, compuesta, tío Plinio querido, por la máxima cantidad de tullidos que se tenga memoria.
Habitada por los patéticos mancos, los cojos memorables. Con las multiplicadas minas antipersonales que pueden estallar, tío Plinio querido, en cualquier momento.
Cabinda
La tentación del petróleo atrajo, hacia el enclave de Cabinda, a la totalidad de las empresas americanas.
Pero también movilizó el afán de sobrevivencia de la maquinaria de los chinos.
Ahora, en Lisboa, el punto más alto de la visita de Dos Santos, del Angola colonizador, hacia el Portugal colonizado, consiste en ratificar un acuerdo entre la petrolera Sonangol, de Angola, con la local Caixa Geral de Depósitos.
Solemnidad que sirve, tío Plinio querido, como magnífica cobertura para legitimar los caudalosos avances de Angola. O mejor dicho, de la familia Dos Santos. Sobre la simple y necesitada economía portuguesa. La cual, por sus características precarias de simpleza, precisamente, hoy se salva. Y atraviesa un cuadro difícil, pero, entre otros motivos gracias a la colonización de Angola, para nada comparable con los padecimientos atroces que comienzan a sentirse más allá de la frontera. En el desasosiego de España. Que es, para Portugal, algo más que el único vecino que la encierra. Es un dilema histórico.
Emigraciones
Curiosamente, uno de los miembros del Club, de los que desea partir hacia Angola, es español. Casado con portuguesa. El otro, es directamente portugués.
Son apenas dos, de los 56 mil portugueses que supieron anotarse en el Consulado de Angola en Lisboa. O en el de Porto.
A los efectos de partir, ansiosamente, en cuanto, desde la arbitrariedad de Luanda, la capital de Angola, lo autoricen.
Salvo un intrascendente bloque de izquierda, que mantiene una visión honorablemente crítica hacia Dos Santos, por la cantinela inagotable de los derechos humanos, el resto del arco político optó, en cambio, razonablemente, tío Plinio querido, por la conveniente materialidad del pragmatismo.
Importa entonces muy poco la democracia relativísima que sostiene a Dos Santos. Ni sus atropellos formidablemente seriales.
Menos aún interesa, tío Plinio querido, el fantástico prontuario sembrado de crímenes. Tampoco importa que exista una llamativa unificación entre los capitales estatales y los familiares. Ni siquiera interesa que los parientes de Dos Santos, en especial las dulces hijas y los generosos yernos, alcancen el paroxismo de la monotonía en materia de inversiones. En esta tierra colonizada, que supo ser colonizadora. Con la adquisición de empresas innumerables, de medios de comunicación.
La reverencia del antiguo y acosado colonizador, hacia el altivo colonizado, no deja de despertar, después de todo, tío Plinio querido, una franca admiración. Aunque sientan, acaso, en Angola, ciertos atisbos de explicable venganza, cuando los miles de portugueses esperan, a través de la burocracia clausurada de los consulados, la legitimación de un trascendente permiso laboral.
Dígale a tía Edelma que las mujeres angolanas mantienen, en general, una videncia estremecedora. Que son bravas. Fatales, alegres, peligrosas. Como la Otilia.
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