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Secretos de vestuario

La novela de Caranta e Ischia. Muerte y escenografía presidencial. La "desmacrización" de Boca. Kirchner y la mala suerte de Racing.

Dante Lucero - 16 de febrero 2009

Asis Deportes

Secretos de vestuarioescribe Dante Lucero
Deportes y Sociedad, especial
para JorgeAsísDigital

En la Argentina no existe noción del «secreto de estado». Pero se rinde un culto excesivo al «secreto de vestuario».
Reflexión que alude, básicamente, a la denominada «novela de Caranta». Litigio deportivo de base intransferiblemente pasional, que entretuvo al público, pasivo e inocente, durante el verano.
Caranta es aquel notable arquero de Boca Juniors, al que Carlos Ischia, el Director Técnico, por algún pecado misteriosamente imperdonable, le bajó para siempre el pulgar.
Una de dos, continuaba Ischia o Caranta. En tanto estuviera Ischia, nunca más Caranta iba a ocupar aquel arco. La sentencia categórica contó con el acuerdo colectivo del plantel. Con el beneplácito virtual.
Caranta ganaba 40 mil dólares mensuales. Valía cuatro millones de dólares. Un patrimonio que institucionalmente se desvanecía. Sin explicaciones.

La novela de Caranta (y de Ischia) prescinde sospechosamente de la anécdota que la origina.
El «secreto del vestuario», por sus códigos infranqueables, clausura las vertientes posibles de la información. Es una novela formal, con literatura proscripta.
El público debe quedarse afuera de la historia. Sin la historia. La cual, perdida, persiste. A merced de la inquietante imaginación. A través de los trascendidos, que parten, en general, de datos verosímiles.
El público, aquí, es oficialmente confundido como «gilada». Con la perversa complicidad de los comunicadores, adictos al cinismo del «off the record». Sin hacerse cargo de lo que divulgan confidencialmente en distendidas mesas sociales. El público es «la gilada» que debe conformarse con la hueca pasividad de los títulos.
Con la sospecha que el comunicador conoce los motivos. Pero se comporta como «el aváro de Moliere». Se guarda la verdad. Un amarrete narrativo porque, amparado en el secreto de vestuario, tampoco cuenta.
Por consiguiente, el público tiene que inventar la historia que sostiene la novela de Caranta. Con cuyos títulos sistemáticamente lo bombardearon. La reconstruye a través de los datos que traspasan la mafiosidad informativa del vestuario. La Gomorra de Saviano, con la complicidad del periodismo deportivo, el protagonista involuntario del secreto. Aunque lo desconozca, pero finja saberlo.
La novela de Caranta e Ischia es marginalmente elitista. De la novela se habla mientras, simultáneamente, se la escamotea.

Erotismo

Las dos versiones que trascienden, según nuestras fuentes, se encuentran unificadas por la problemática hegemónica del erotismo. En sus dos populares orientaciones. En versión homo, o meramente hetero.
Ambas contienen aristas dramáticas que hubieran fascinado a Tenesse Williams. A Arthur Miller. Al primer Gorostiza. Sobre todo a Agustín Cuzzani.
De certificarse, las dos versiones eróticas que se conjugan, hubieran garantizado el destino inofensivo del escándalo. Distan, sin embargo, de estar provistas de irresoluble gravedad. Insuficientes para justificar la intensidad ceremonial del silencio.
Ni la pasión culposamente homosexual del jugador consagrado, atraído por la improbable inocencia de un jugador de las inferiores, hambriento no sólo de gloria. Ni la seducción, con epílogo carnalmente satisfactorio, de la hija bastante grandecita, ineludiblemente bellísima, de cierta autoridad. En definitiva nada puede explicar el cercenamiento de la carrera profesional del arquero más competente que Boca disponía.
La defenestración de Caranta se produce, según nuestras fuentes, por la extraña reacción corporativa de índole moral, ante la trascendencia de un episodio de erotismo considerado ofensivo. Una jactancia principista, sólo consolidada por la obtención del último campeonato.

Escenografía

El Mundo Boca se encuentra superpoblado de perversas ratonerías de índole sexual.
Adaptaciones de episodios eróticamente sombríos. Laceran, incluso, hasta la memoria del presidente recientemente muerto.
Muchos atorrantes suelen ratonearse con las fantasiosas circunstancias que merodean la muerte novelesca. Aseguran, con frivolidad, preferir una muerte similar. Aunque la misma sea magistralmente inverosímil.
La muerte, según la fábula que se extiende, lo sorprendió al presidente en plena algarabía erótica. Con una mujer de marca, elevada por la cotización del imaginario.
Aquí entonces se lanzan determinados nombres de damas. Con cuerpos esculturales que suelen engalanar las paredes de las gomerías. Para el rol de la infortunada partenaire. Que debió experimentar las circunstancias que atribuye la caudalosa imaginación popular. Generadas, como en la novela de Caranta, a partir de trascendidos.
Como tomar, primero, el celular del muerto. Indagar, en la agenda del aparato, en búsqueda de algún nombre conocido. Atreverse, incluso, a contactarlo. Decirle desesperadamente, al hombre supuestamente importante y poderoso que recibía la llamada, que se encontraba en medio de un gran problema. Un escándalo potencial. Con el muerto que yacía a su lado, en circunstancias socialmente impresentables. En adelante, ocurre el turno del Operativo Simulación. Ideal para una película del notable Alejandro Doria. Con el traslado del cuerpo incluido, hacia su casa. A los efectos de evitar el escándalo y proteger la memoria.
Las versiones generosamente ruedan. A pesar de los dramones, de las vergüenzas dolorosamente familiares. De las intimidades invadidas. Por los pudores ultrajados. Con los armados escenográficos que se expanden, ya merced no sólo a la imaginación. A la multiplicación de datos que confidencialmente se invocan. Entre el cinismo clásico del «off the record». Con la irresponsabilidad de quienes nunca se hacen cargo.
«Se dice cualquier tontería, Dante, no hagas caso», nos confirma una Garganta autorizada del Mundo Boca. «Para armar una farsa secretamente semejante habría que comprometer, por lo menos, a veinte personas. Demasiada gente. Descartalo».

Desmacrización

El fútbol interesa, en la Argentina, más que la política.
En adelante, las internas de los grandes clubes, en el Portal, van a ser atendidas, minuciosamente.
Una próxima entrega estará dedicada a River, que se encuentra en la antesala de unas elecciones conmovedoras. Sustanciales. Una competencia que anticipa apellidos memorables. Como Caselli, hijo del senador italiano Caselli, que aspira a presidir la Argentina. O los Santilli, padre e hijo, Hugo y Darío. O la dupla del Negro Ávila, que viene a los tumbos desde su salida de Torneos y Competencias, con Passarella. Y otros catorce emotivos, alucinados por suplir la desbandada del presidente Aguilar. Es el referente radical, surcado por el estigma del fracaso. Y por los escándalos que se amontonan, en los alrededores financieros de don Israel. Continuará.
Los escandaletes de Boca, en cambio, pudieron contenerse, hasta aquí, por los éxitos deportivos.
Se asiste, en Boca, a las ceremonias crueles de la desmacrización.
Se laceran los resortes de la influencia que Macri aún pueda conservar en el club, que lo catapultó hacia la política nacional. Primero, como alcalde de Buenos Aires. Pero a esta altura, Macri es considerado como un fuerte aspirante a la presidencia de la república.
Igual que Piñera, en Chile, presidente del Colo Colo, Macri aspira a repetir la peripecia de Berlusconi. Desde el Milan a Italia entera.
La desmacrización de Boca, según nuestras fuentes, se intensificó después de la muerte de su sucesor. Don Pedro Pompillo. En las circunstancias que riega caudalosamente el imaginario.
El inesperado presidente actual, Amor Ameal, directamente no responde a Macri. Es un antagónico. Aunque, para los macristas desplazados, es un intrascendente. Presidente por casualidad. Inepto, pero insuficientemente honesto.
La incorporación, como manager, de Carlos Bianchi, suele interpretarse, en el mejor de los casos, entre la atmósfera densa del Mundo Boca, como una manera explícita de degradar a Macri.
Por arriba se exalta una lucha de egos. Por las egolatrías competitivas que se les atribuyen a Bianchi y a Macri. Por debajo, se enumeran trapisondas que de ningún modo nos constan.
El ingreso de Bianchi debiera interpretarse como la manera más directa de transferirle el poder. El manejo del fútbol. Para una institución que se encuentra, en un 95 por ciento, específicamente dedicada al fútbol.
En desmedro de los dirigentes Crespi y Beraldi, los dos sindicalistas de la Comisión de Fútbol. Los que se preparaban para tomar las decisiones. Y se inflamaban, al decir de Jauretche, de importancia personal.
Pero Amor Ameal, al contratar a Bianchi, los postergó.
Cuentan por ejemplo que Bianchi le dijo a Beraldi, el último macrista desplazado.
– Qué lindo despacho me dejaste, lo decoraste bien, te lo agradezco.
En tanto Boca acumule campeonatos, aunque sean tan penosos como el último, las dificultades deficitarias podrán ser controlables. Continuaremos.

Kirchner y Racing. La mala Suerte

En lo único que se parece Kirchner a Perón es en ser hincha de Racing.
Pero con Perón y Cereijo, Racing supo alcanzar momentos de gloria. Triunfaba. Acumulaba cetros sucesivos.
Al pobre Kirchner, lo que es la mala suerte, le corresponde el tiempo de la marea baja. Sus intromisiones futbolísticas son, hasta hoy, bastante desdichadas.
El estadista se encuentra activamente comprometido con el desastre deportivo. La debacle institucional de Racing se funde con su propia debacle.
Racing atraviesa, en cierto modo, una situación equiparable a la del kirchnerismo.
Juntos, tanto Kirchner como Racing, hoy se encuentran en zona de promoción. Crece el riesgo imperturbable de la humillación del descenso.
Kirchner se comporta, según nuestras fuentes, como un empresario del futbol. A la bartola. Aquí se mezclan las claves del deporte apasionado con las conveniencias de la economía o la política. Ocurre que ningún empresario amigo, que se sienta agradablemente reconfortado por la proximidad del poder, puede desairar un pedido expreso de Kirchner. A los efectos de ayudar, por ejemplo, con la compra de determinado jugador. Para que pueda resultar providencial. Y producir la resurrección aguardada de Racing.
El problema es que Kirchner, por lo que sabemos, induce, a los empresarios amigos, para comprar mal. A hacer, hasta hoy, malos negocios. Conformarse con poner.
Tal vez porque Miguel Pires, el principal operador de Kirchner en la materia, dista, según nuestras fuentes, de caracterizarse por sus aciertos en las transferencias. Aunque Kirchner lo consulte al Flaco Bonelli, o al economista Melkonián. Y últimamente menos al detectado Galera.
(Tal vez, aunque la idea lo espante a Verbitsky, Kirchner tendría que consultarlo, en adelante, a Vicente Massot. Sobre todo porque Racing debiera instalarse por encima de las ideologías).
Pero el ascendente Pires, según nuestras fuentes, hace su negocio como empresario. Carece de culpas. Hoy Pires, el representante de última moda, se propone lícitamente independizarse del señor Fernando Hidalgo. Del mismo modo en que Hidalgo, a su vez, se independizó del devaluado Mascardi.
Hay que aceptar que, pese al ascenso profesional de Pires, hasta aquí, los negocios futbolísticos de Kirchner fueron incisivamente malos.
En Racing no funcionaron, por ejemplo, los jugadores aportados, a instancias de Kirchner, por el empresario Sergio Taselli. Del que se acuerdan, entrañablemente, en Río Turbio. Es el caso de Cabrera, hoy en Vélez. O de Pellerano, hoy en Arsenal. Tampoco fue consagratorio, para Kirchner, el regreso promovido del Piojo López, el último aporte de Taselli. Hoy López disfruta del penúltimo contrato, en los Estados Unidos. En la escala anterior a la gordura.
Ni siquiera Kirchner tuvo suerte, en Racing, con Cabral, que hoy está en River.
Es de esperar que los dos, Kirchner y Racing, tengan más suerte. Por lo menos Racing se la merece. Igual que los empresarios que solidariamente colaboraron, según nuestras fuentes, también por expreso pedido de Kirchner, para incorporar a los dos delanteros.
Lugüercio, alias El Payaso, quien se hizo acreedor del cariño del Mundo Racing y ya hizo dos goles. O el último, Ramírez, que en el torneo anterior hizo algunos goles, en Colón.
Si Lugüercio y Ramírez hacen, en adelante, cinco o seis goles más cada uno, tanto Kirchner, como los empresarios amigos, pueden salvar la ropa. Recuperar, al menos, lo invertido. Y hasta quedarse con alguna moneda. Porque pueden ser transferidos al exterior.
A los tumbos, en la coyuntura, Racing con el destino del kirchnerismo.
Pero Kirchner felizmente pasa.
Y Racing, invariablemente, queda.

Dante Lucero
para JorgeAsísDigital

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