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El Tesorero

KEYNESIANISMO ELECTORAL (I): Kirchner, candidato en Buenos Aires, contra Solá.

Oberdan Rocamora - 9 de febrero 2009

Artículos Nacionales

El Tesoreroescribe Oberdán Rocamora
Redactor Estrella, especial
para JorgeAsísDigital

Las brigadas diezmadas del Frente de la Victoria ya tienen su candidato para Buenos Aires. Es Kirchner, el Jefe de la provincia. Aunque se trate, en realidad, exclusivamente, de El Tesorero, que mantiene disponibles treinta mil millones de pesos para la repartija del keynesianismo electoral.

Desde octubre del 2005, después de desplazarlo a Duhalde, Kirchner es el mandamás de la provincia. Alquila, por consiguiente, a los sustanciales minigobernadores del conurbano, que utilizan el rango de intendentes.
Conste que, aquella histórica humillación a Duhalde, signó el punto más alto de la epopeya intratable del kirchnerismo.
Una odisea contable, invariablemente política, que se desvaneció con la implosión abrupta del 2008. Anticipada por el Portal. Como consecuencia de la antología de calamidades. «De los desastres seriales del gobierno trivial». Sobre todo por la derrota que le prodigaran los dirigentes vocacionales del campo. A través de una problemática que, sistemáticamente, a más tardar en marzo, vuelve. Aunque Kirchner prefiera adelantarla para febrero. Para que las protestas no broten, en simultáneo, con las otras barbaridades que llegan en caravana.
De manera que el keynesianismo electoral del 2009, que cuenta al Tesorero como candidato, viene amenazantemente acompañado por las claves del conflicto que derivó, para Kirchner, en un problema personal.
Una constante, agravada por la sequía ideológica y climática, que viene a sumarse al descenso irremediable de la recaudación. A los licenciamientos -una manera diplomática de aludir a los despidos-, anticipatorios de una creciente litigiosidad sindical que difícilmente se atenúe por la dependencia de Moyano.
A la formidable locuacidad de La Elegida se le presenta el máximo desafío oral. Porque la estadista -pobre- quedó reducida, por instrucción del Elegidor, al rol técnico de la Locutora Oficial.

La lista

Que deba ser Kirchner, obligatoriamente, el candidato a diputado, ilustra la magnitud del fracaso. El kirchnerismo suele producir desertificaciones.
La postulación, para anunciarse en el último momento, expresa el intento desesperado por clausurar la instancia irremediablemente declinatoria. Aunque algún contratado sociólogo estomacal ya le asegure que, si va Kirchner de punta, podrán aproximarse al 40 por ciento.
Entonces, con lo que le quede, según nuestras fuentes, Kirchner va a encabezar la lista de su brigada diezmada. A los efectos de torcer el destino marcado del colapso. Porque, en definitiva, enfrente va a tener, considera, dos rejuntados.
Lo incluye, en la lista, a Sergio Massa, alias Rendito. Es el cristinista que necesita desplazar de la jefatura de gabinete.
Lo incluye, además, a José Scioli, alias «Ay Pepito». Es el hermano del titular de la Línea Aire y Sol. Sin embargo Daniel Scioli prefiere ofrecer, para la subasta, a Marangoni, «El 5 de Boca». Es el ascendente vicepresidente del Banco de la Provincia, que aparte desperdicia la pauta comunicacional de 80 millones, gloriosamente inútiles para promover la Línea del Aire y del Sol, con fe y esperanzas y siempre para adelante. Otra de las pasiones preferidas de Marangoni consiste en conspirar cotidianamente contra el presidente del Banco, el Willy Francos. Es el galán maduro por quien alucinan las veteranas de la Tercera Sección Electoral.

Acrobacias

El significativo duhaldicidio del 2005 pudo ser ejecutado merced al fundamental alineamiento acrobático de Felipe Solá.
Curiosamente, en el 2009 Solá emerge como el principal competidor de Kirchner. Después de haber sido su candidato en la provincia en el 2007.
Solá, El Acróbata, pronto será metafóricamente conocido como «el Lázaro Costa del peronismo».
Porque Solá supo cerrarle los ojitos, primero, a Cafiero. Después se los cerró, sucesivamente, a Menem. Y a Cavallo (que lo impuso como vicegobernador de Ruckauf). Pero también Solá le cerró los ojitos al sonriente Ruckauf, y hasta, por último, a Duhalde.
Ahora Solá intenta, para agigantar su prontuario, cerrarle los ojitos también a Kirchner. Mientras tanto comienza a estudiar, estratégicamente, los párpados de Macri. Y los de De Narváez, el Caudillo Popular.
Es irresistible el ascenso de Solá.

Parakirchneristas

En el 2005, Solá era el gobernador. Fue quien instrumentó, para servicio de Kirchner, la frialdad de «killer» que trajinaba su más fuerte escudero. Florencio Randazzo.
Después, Kirchner, a Solá, le expropió a Randazzo. Para conchabarlo finalmente como Ministro del Interior de La Elegida. Antes que ella se dedicara plenamente a la faena de Locutora.
En principio, Kirchner es-cogió a Randazzo para marcarle la cancha a Scioli, que llegaba como sucesor de Solá. Para asustarlo. Pero Scioli de ningún modo se le iba a insolentar a Kirchner. Porque estaba afectado por el Síndrome virósico de Estocolmo. Por la extraña fascinación que siente la víctima por su verdugo. Por lo tanto, el titular de la Línea Aire y Sol se iba a destacar por la sobreactuación explícita de la lealtad.
En cierto modo, la lealtad de Scioli, hacia Kirchner, es lícitamente especulativa. Contiene las intenciones de erigirse como su primer continuador. Se sitúa en la vanguardia del parakirchnerismo, un impulso que lo tiene, de reserva, también a Das Neves, el Tenor Portugués de abdomen prominente. O Gioja. O Capitanich.
Cuatro parakirchneristas -Scioli, Das Neves, Gioja, Capitanich- que le garantizan, a Kirchner, la salida más prolija. Con tiempo para vaciar los cajones del escritorio, sin que lo aguarde, en la puerta, el patrullero. El patrullero sólo puede conducirlo, en realidad, la señora Carrió. Con destino fijo en el consorcio de Marcos Paz.
Conste que Scioli, el primero de los para-kirchneristas, se degradó hasta acompañarlo, a Kirchner, con su rostro positivo, en los actos más desastrosos de la historia del peronismo a la deriva. Y hasta habló, con fe y esperanzas.

Rendito

Sin necesidad de ajustarle las tuercas al inofensivo Scioli, con el paraguas del nuevo Jefe, Randazzo iba a dedicarse a simplificar el margen de maniobra del lozano intendente del Tigre.
Massa llegaba para suplantar al poeta Alberto Fernández. El mismo Alberto que hoy se prepara para suplantar a Massa. En cuanto La Locutora se disponga a perdonarlo. De Vido ya lo perdonó.

A Massa, en principio, Kirchner lo apodó Massita. Para degradarlo ahora, según nuestras fuentes, aún más, con el apodo de «Rendito». Por su proximidad espiritual con Jorge Rendo, la espada sustancial del lobbing insaciable del Grupo Clarín.
Un consorcio al que Rendito, o sea Massa, según Kirchner, le prometió previsibles paraísos. Ventajas que Rendito no les pudo proporcionar.
En el año del keynesianismo electoral, la batalla más significativa que Kirchner debe pilotear no es contra el campo. Es contra Héctor Magnetto, el estragado mandamás del Grupo Clarín, al que Kirchner quiere adentro de su red.
Hoy Magnetto se encuentra sometido -por Kirchner- al juego elusivo de las dilaciones múltiples. A los efectos de atravesar, en lo posible indemne, el definitorio keynesianismo electoral de octubre. Con el objetivo de manejarle, a través de la zanahoria de las acciones de Telecom, la intensidad de los contenidos.

Argentina se merece a Solá

Estos desplazamientos, que en la antigüedad se identificaban como traiciones, hoy son más naturales como los duraznos en almíbar.
En el 2005 Solá, en otro salto ornamental, le daba la espalda a Duhalde, para aliarse con Kirchner.
En la coronación de su trayectoria triunfal, Solá decide hoy confrontar con Kirchner. Con el objetivo estratégico de convertirse, supuestamente en el 2011, aunque aún puede ser antes, en el presidente que la sociedad argentina merece. Y necesita.
Entonces Sola debe, en la provincia, volver a entenderse con Duhalde, que renace y le aporta sus infatigables operadores del alucinante Movimiento Productivo. Como por ejemplo Brown, alias El Tato. O el conde Eduardo Amadeo, uno de los escasísimos aristócratas polacos del peronismo.
Justamente Duhalde necesita, para no sucumbir del todo, mostrarse como el verdadero artífice que diseña la teatralidad de la jugada Solá. Hasta avalar, incluso, la desconcertante alianza de Solá con Macri, alias El Niño, que tanto mortificó, en un primer momento, al Gran Inversor, el Caudillo Popular Francisco de Narváez.

Segundos afuera

En octubre, en Buenos Aires, van a enfrentarse Kirchner y Solá. Segundos afuera.
Para desconsuelo del Caudillo Popular, el Rosas Tatuado, al que, entre todos, en nombre del superior movimiento antikirchnerista, lo necesitan bajar. Pero sólo después de asegurarse la continuidad de sus inversiones.
Experimenta De Narváez, según uno de sus confidentes menos discretos, que haberse entregado a Duhalde fue, en cierto modo, como entregarle los dineros al señor Madoff.
Emergió, el Caudillo Popular, como un temprano opositor a Kirchner. Con excesivos carteles al respecto. Lo cual de ningún modo le garantizó la propiedad de la chapa de referente antikirchnerista.
Basta entonces con que cualquier Solá, después de cuatro años de kirchnerismo compulsivo, por hartazgo se insolente. Se pelee con Kunkel y le birle, de pronto, a De Narváez, la chapa de resistente. Para relegarlo a la identidad del inversor publicitario, de simple ponedor.
El Rosas Tatuado conmueve. Se preparó para encabezar el elenco, pero deberá conformarse con ser otro actor de reparto.
Por lo tanto son inútiles los innumerables argumentos que suele utilizar De Narváez para descalificarlo a Solá. Insisten en atribuir, la radicalización de Solá, a los desaires sucesivos de Kirchner.
Que se resistió Kirchner a concederle la vicepresidencia, para preferirlo a Cobos.
Tampoco le suministró Kirchner a Solá la presidencia de la cámara de diputados. Ni siquiera la miserable secretaría de agricultura.
Pretendió confortarlo, apenas, con el caramelo de madera de una sublime embajada.

Orteguita

«Nunca lo atendiste a Felipe», le reprochó, a Kirchner, el poeta Alberto Fernández.
Fue en una reciente conversación, anticipatoria del regreso del Alberto.
Sonetista pródigo que vuelve, al gobierno, como si fuera Orteguita. Al menos como Gallardo puede volver a River. Al kirchnerismo, su casa.
Ocurre que River y el kirchnerismo atraviesan una instancia penosamente similar.

Mientras le expresaba sus pucheritos reclamatorios a Kirchner, el Alberto suponía que aún mantenía algún control lírico sobre Solá. Con el mismo candor estético con que antes suponía que podía controlar a Clarín.
Sin embargo el poeta romántico iba a acumular otra flamante decepción.
Al enterarse que Solá, en otro magistral golpe de efecto, en un admirable salto ornamental, iba a concubinarse con el antagónico natural del Alberto. Con el «Niño» Macri.
Un acercamiento socialmente natural. Acrobacia de amigos del barrio. Aunque algunos lo atribuyen a los maquiavelismos de Tito Lusiardo, alias Juanjo. O de Ramón Puerta, alias Karpov.

Bajar al Caudillo

La sistemática necesidad de atenuar los ímpetus protagónicos de De Narváez, el Caudillo Popular, incita, a los precipitados felipistas, a bajarlo, al menos, al segundo lugar. Después de Felipe. Con el caramelo de madera de asegurarle, en el 2011, la candidatura a gobernador.
Como si el Caudillo no hubiese puesto los excepcionales millones de glucolines en la aventura de su instalación provincial. Con una campaña inspirada en el clichet recurrente de la (falta de) seguridad. Carencia que atribuye, el Gran Inversor, a los horrores gestionarios de Solá. Y de su ministro de Seguridad, Arslanián.
Si De Narvaez accede a las súplicas de los disidentes, que se encuentran necesitados de sus glucolines, y acepta presentarse como personaje de reparto, tendría que revisar sus argumentaciones.
Si se obstina, en cambio, en ser el primero, y no se pone de acuerdo con Macri y con Solá, asume el riesgo previsible de quedarse afuera.
Pero en general se confía que Manzano, al Caudillo, va a aconsejarlo paternalmente bien.

Para terminar la primera entrega del «keynesianismo electoral», cabe consignar que Kirchner no decide presentarse, en octubre, para obturar el paso triunfal de Solá.
Si necesita triunfar en Buenos Aires es para que Reutemann, si gana en Santa Fé, no se convierta en el candidato natural del peronismo.
Cuesta admitir que El Tesorero, en su acelerado descascaramiento, aún vaya, irresponsablemente confiado, por más.

Oberdán Rocamora
para JorgeAsísDigital

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