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Atributo de la incomodidad

"Estanflación", de Domingo Cavallo. Libro de autoayuda antinflacionaria.

Carolina Mantegari - 25 de noviembre 2008

El Asís cultural

Atributo de la incomodidadescribe Carolina Mantegari
Editora del AsisCultural,
especial para JorgeAsísDigital

«ESTANFLACION. Inflación con recesión. Cómo evitar un nuevo rodrigazo y otros peligros de la economía kirchnerista». Manual flamante de «autoayuda» antinflacionaria.
Contiene Cavallo el atributo de la múltiple incomodidad.
Resulta inoportunamente incómodo, primero, para el convaleciente oficialismo. Segundo, para la incipiente oposición. Triplemente meritorio. Porque es incómodo también para el propio Cavallo.
Cada vez que reaparece, con algún movimiento, a Cavallo se lo suele arrinconar en el casillero eterno del «corralito». Sobre todo se lo encierra en el «corralito» cuando decide concentrarse en cualquier otro tema. Como si el culpable debiera pagar el tributo interminable a la soberbia. Por aquel equivocado afán de servicio del 2001. Un acto de banalizado patriotismo que lo impulsó a la idea de sobreestimarse. A creer que podía rescatarse al gobierno de De la Rúa. El horrible negocio político consistió en adquirir históricamente su quiebra.

Civilización extinguida

Con la salvedad de las elegantes autocríticas, en «Estanflación», Cavallo insiste en subrayar las virtudes de la civilización extinguida de los noventa. Un sistema arquitectónico que fue brutalmente demolido. Por quien fuera, para colmo, uno de los discípulos menos aventajados.
Aún se vive de las inversiones residuales de aquella desprolija civilización, irreparablemente pérdida. Sin embargo las imposturas de su diabolización legitiman las horrendas barrabasadas del presente. La estatización de las Aguas. La aberración intervencionista de las Aerolíneas. Para desembocar en el penúltimo manotazo de la expropiación de las AFJP.
Cavallo, obstinadamente, vuelve. Cuando los argentinos mayoritariamente incrédulos decidieron resignarse a olvidar los resabios de la convertible cultura privatista. Los inducía al equívoco de suponer que aún tenían algo que ver con los vínculos del mundo.
En definitiva, la literatura de Cavallo irrumpe para fastidiar la placidez del maniqueísmo. Lo más conveniente es ignorarlo. Para que la estampida pase pronto y se vuelva a ir.

Irritaciones

Recesión + inflación = estanflación. Una suma despreciable de fantasmas que cercan la economía.
La rentree literaria de Cavallo instala irritaciones multidireccionales. En principio, para el Comandante Néstor.
Durante la civilización maléficamente extinguida, Kirchner supo, desde Santa Cruz, destacarse como uno de los gobernadores más aplicados. Kirchner fue un Cavallo-dependiente. Obediente, disciplinado, prolijo para ejecutar las directivas impulsadas por el entonces ministro. Facturadas, políticamente, a la cuenta del Presidente Menem. Nunca iba a pagarla.
Los Kirchner dejaron de recibirlo a Cavallo en Río Gallegos o en Calafate. Sin pucheritos, el autor lo reprocha en la emotividad del epílogo. Tampoco el Comandante Néstor se atreve a entrevistarlo secretamente, cual si Cavallo fuera una amante clandestina de lunes. Como sí lo hizo, en cambio, cierto gobernador, que le envió el avión para trasladarlo discretamente hacia la residencia privada, en la cercanía de un río. Para confesarse con el Padre Mingo. Con la temerosa esperanza que Kirchner nunca se entere.

Décadas

Fastidiosamente, Cavallo mantiene la impertinencia de calificar, al desalojo sofocante de De la Rúa, de «golpe institucional». Factuosidad para resolver los problemas particulares de provincias y de empresas, espantosamente administradas. Por un rapto de llamativa moderación, aquí Cavallo evita la mención de las empresas asimétricamente pesificadoras.
Pero a quien no absuelve es a Duhalde, la obsesión fija. Tampoco al instrumental De Mendiguren. Y se asiste a una fila insensible de señalados. Si el libro trasciende, tendrían que disponerse a preparar las réplicas. Pero tal vez sea más preferible ignorarlo. Esperar que la polvareda literaria se disipe.

Kirchner se sorprende con la presidencia, recibida en la bandeja de plata del 2003. El camarero fue Duhalde. Actual opositor. Una broma, ideal para Milan Kundera.
En los dos mil, Kirchner decidió estratégicamente ampararse en la recuperación moral de los setenta. Para denigrar los noventa, con la crueldad del visionario retroactivo.
La fórmula fue bastante eficaz. Consistió en avanzar entre las franjas del proceso. Y de los procesados.
De registrarse la agudización de los nubarrones que anuncia Cavallo, en los dos mil diez, el próximo gobierno tendrá que recuperar la racionalidad de los noventa. A los efectos de no reiterar la hiperinflación de los ochenta. Por derivación de los errores compartidos, según Cavallo, en los dos mil. Por la dupla Duhalde-Lavagna. Y por la sistemática continuidad de los Kirchner.

Resquebrajamientos

En «Estanflación», en el fondo, se percibe que Cavallo no tiene la menor intención de resquebrajarlo a Kirchner, el gobernador fielmente aplicado que después, como presidente, iba a resquebrajarlo. Hasta diluirlo. O encerrarlo, para siempre, en la mazmorra del «corralito».
Al contrario, aquí Cavallo prefiere advertirle sobre el riesgo latente de otro Rodrigazo. Notifica las venturas del diagnóstico. Aspira, ilusoriamente, a que los Kirchner lo lean.
Resulta ostensible, aparte, el afán de Cavallo por perdonarle la vida al que fuera su gobernador preferido. Para abstenerse de detallar los pormenores de las abultadas regalías, cobradas oportunamente por la provincia de Santa Cruz. Glucolines que mantuvieron un sinuoso destino de ostracismo. Que fueron oficializados, lustros después, en 500 millones de dólares. Cuando Cavallo sabe, según nuestras fuentes, que Kirchner tiene que rendir, ante la posteridad, por nunca menos de 800 millones de dólares.

A través de esta ofensiva literaria, por último, Cavallo se las ingenia para fastidiar a la oposición que intenta, a los tropiezos, reagruparse. En semejante campo, al excesivo ex ministro se le puede reprochar que también resulte funcional a Kirchner. A la estrategia de quedarse, que lo moviliza. A pesar de su confrontación con la realidad.
Cavallo enuncia que la eventual implosión del kirchnerismo puede deparar sucesores infinitamente peores que los propios Kirchner. Para después enredarse, invariablemente, en el litigio histórico con la obsesión de Duhalde. Otro improvisado intelectual que suele publicar sus libritos purificadores.
De producirse la previsible tormenta, sería patéticamente grave, para Cavallo, recurrir a las ideas «productivistas», patrocinadas por su adversario, Duhalde, el consagrado Piloto de Tormentas (generadas). Conjuntamente con los académicos antagónicos que, si «Estanflación» prende, deberían componer sus textos polémicos para contrarrestarlo. Como el altivo Lavagna, siempre indemne y algo apartado. O los economistas amontonados del Plan Fenix. A los que Cavallo, en su desmesura, suele tomar en serio. Al extremo de calificarlos de «ideólogos». Excesos menores del lenguaje. Editó Sudamericana. 242 páginas.

Carolina Mantegari
para JorgeAsísDigital

permitida la reproducción sin citación de fuente.

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