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Delarruismo sin De la Rúa

Carrió y Morales construyen la "Alianza Cobos".

Jorge Asis - 12 de noviembre 2008

Cartas al Tío Plinio

Delarruismo sin De la RúaTío Plinio querido,

Así como Augusto Vandor, en los sesenta, intentó la utopía del «peronismo sin Perón», en la primera década de los dos mil, el jujeño Morales y la chaqueña Carrió, instalan, con mejor suerte, la idea del «delarruismo sin De la Rúa».
Conmueve que los insistentes aliancistas pugnen, ahora, por evitar la pronunciación de la palabra Alianza. Quisieran desterrarla, para siempre, del vocabulario. Es otra muestra dolorosa de ingratitud.
Para referirse al estimulante cuadro de armonía, los aliancistas prefieren hablar, tío Plinio querido, de «construcción de la alternativa».
Ni siquiera evocan aquella «Concordancia». Invención de los treinta.

La casita de los Viejos

El delarruismo sin De la Rúa dista de ser sólo una chicana.
Brota como una evaluación gráfica del «histórico acercamiento».
Entre la Unión Cívica Radical, el partido que debería tomarse sin «beneficio de inventario», con uno de sus aplicados afluentes. La Coalición Cívica.
El acontecimiento marca el regreso de la Hija Pródiga, la doctora Elisa Carrió, creadora de la CC. Hacia La Casita de los Viejos, como en el tanguito que tanto emociona a tía Edelma. Y que suele tararear La Otilia.
O sea, el regreso a la vieja UCR. El presidente actual del consorcio es, justamente, Morales. Que la recibió con flores mágicas de Jujuy.
Igual que en la publicidad del Crespi seco, pasan «cosas lindas en la familia radical».

Próceres contemporáneos

La consagración del delarruismo sin De la Rúa surge, tío Plinio querido, al examinar las sonrisas de las fotografías de los próceres contemporáneos. Los patriotas que participaron de la nueva «alianza». Palabra que, ingratamente, no debe ser utilizada.
Sin embargo, desde el costado radical, igual que una abuelita en navidad, sonríe feliz el doctor Gil Lavedra. Es aquel que fuera Ministro de Justicia, de la Alianza pecaminosamente innombrable.
La gesta que llevó, en 1999, a la presidencia a De la Rúa. Junto al Chacho Álvarez. El titán de los quioscos, que creció políticamente de la misma forma que declinó. A través de la intensidad de la mediología. Hasta terminar, su epopeya admirable, por las derivaciones de una portada legendaria.
Sonríe Gil Lavedra junto a Morales, el presidente del consorcio radical. El Morales que fue viceministro de Acción Social. En el mismo período olvidablemente histórico. Cuando Ella, la Ministro, era la señora Graciela Fernández Meijide. La dama con seguridad debe aprobar, con explicable entusiasmo de asambleista humanitaria, el nacimiento de la alternativa esperanzadora.
Por el lado de la Coalición Cívica, sonreía «El Contactado». Otro prócer para el Billiken de la posteridad, Eduardo Olivera. Es el galán que atormenta a las sexagenarias optimistas del Tabac.
El Contactado Olivera fue un inclaudicable vicejefe del gobierno municipal. Cuando De la Rúa era, justamente, el alcalde presidenciable de Buenos Aires. Después El Contactado fue presidente del Banco de la Nación. Cuando De la Rúa había dejado de ser presidenciable para convertirse, tío Plinio querido, en el presidente.
Sonreía, además, la transversalidad entera. Encarnada en la sonrisa de La Piba. La Mariquita Sánchez de Thompson del siglo Veintiuno. La señora Patricia Bullrich, otrora rutilante Ministro de Trabajo. Cuando el mismo De la Rúa era el presidente. Aunque lo conveniente, tío Plinio querido, sea olvidarlo.
Por último, completa la fotografía la actriz principal. La señora Carrió. La que participó memorablemente en la campaña que llevó a De la Rúa hacia la presidencia. Aunque, cabe consignarlo, supo tomar valiente distancia crítica. Cuando el delarruismo, con De la Rúa, comenzó a estallar.

Alianza Cobos

Con extraordinaria falta de lucidez, los analistas interpretan al vicepresidente Cobos como uno de los principales damnificados. Por la consecuencia del acercamiento entre Morales y Carrió.
En realidad, Cobos es, tío Plinio querido, directamente la causa del precipitado acercamiento. Podría denominarse, incluso, al delarruismo sin De la Rúa, la Alianza Cobos.
Porque de pronto apareció Cobos. Un comensal improvisado que venía, sin invitación, a copar en la mesa de los opositores. Había que impedirle el paso. Olía Cobos a Moreau, a Nosiglia. A Baglini. Olía a Duhalde.
Entonces, gracias al crecimiento de Cobos, la señora Carrió se apresuró, tío Plinio querido, en regresar a La Casita de los Viejos. Aunque no la recibiera ningún «viejo criado», como en el tanguito.
Abre expectativas, la señora Carrió, póngale una ficha. En su condición de la figura más fuertemente representativa del radicalismo coalicionado. Que no debiera, con su liderazgo, colisionar.
Consecuencias, en definitiva, de la cuestión de género.
Habrá que capitular ante el cupo femenino. Y resignarse, en adelante, tío Plinio querido, a atender desaprensivamente las cotidianas invocaciones orales de La Elegida. Complementadas, para colmo, invariablemente, por los catastrofismos retóricos de la heredera de Alem. De Irigoyen, De Balbín y de Alfonsín. Sobre todo de De la Rúa.

Dígale a tía Edelma que no se angustie. No tiene por qué ir, con la Otilia, a sacar el canuto de verdes de la caja de seguridad. Ante el riesgo, en todo caso, es preferible que se los arrebaten en el banco, a tenerlos envueltos en una bolsa de polietileno, enterrados, en algún costado del paraíso.

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