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Miami, Ciudad Abierta

Aumenta el índice del Riesgo Uberti.

Serenella Cottani - 3 de octubre 2008

Artículos Nacionales

Miami, Ciudad Abiertaescribe Serenella Cottani
especial para JorgeAsísDigital

MIAMI, ESTADOS UNIDOS (de nuestra corresponsal itinerante, S.C.).- Después del salvataje, retorna la deteriorante centralidad del Antonini Jet. Distracción tétrica de lavadores inter-bolivarianos, con encuadre argentino y escenario americano. Se producen diálogos carentes de desperdicios. Encontronazos ilustrativos, como los del protegido Antonini y el acusado Durán. O de Durán, descubierto como agente de inteligencia naval, con el colaborador Kauffman. Espectáculo grotesco de amigos cómplices, que recíprocamente se deschavan.
Episodios útiles para captar la magnitud de la devastación moral. Tristezas actuales que banalizan la memoria de dos países tradicionalmente honorables.
Desde la incierta posteridad, San Martín y Bolívar deben lamentarse por la caligulesca degradación de la descendencia.

Más acá, entre las turbulencias tribunalicias de Miami, aguárdase el testimonio promocional de la señora Telpuk. A esta altura, para constar en actas. Presencia solicitada por la inagotable astucia de Edward Shohat, el abogado de Franklin Durán. Aislado de la banda, su defendido se resiste a asumir la  estampilla de la culpabilidad.
Pero Shohat es, en la práctica, tal vez bajo cuerda, el virtual letrado, relativamente indirecto, de los Kirchner. De Néstor, en realidad, el responsable por introducir, al gobierno de La Elegida, en este lodazal horriblemente telenovelesco.
Según el secreto que se expande, Ed Sohat actúa, acaso en tandem, con el estudio también imaginativo del doctor Richarte. Baluarte de alta competición que supo atravesar, sin escalas, desde el «sushismo» de Antonito De la Rúa, hasta la corte de Daniel Hadad, El Fenicio. Sin embargo, los deslizamientos de Richarte merecen ser tratados en otro despacho. Dedicado a los colosales atributos de diseño judicial. Tarea que comparte, según nuestras fuentes, con el doctor Javier Fernández, de quien cada día se habla más entre los pasillos impugnados de la Justicia. La miniserie se encuentra en proceso de instrumentación. A cargo de Oberdán Rocamora. El Redactor Estrella.
En esta crónica, algo menos ambiciosa, basta con consignar que el Estudio Richarte representa la causa, estrictamente perdida, del blanco aún móvil. Claudio Uberti, el Señor de los Peajes (multiplicados).
A los efectos de hacerla socialmente presentable, la historia oficial de Uberti debe iniciarse mucho más al sur del santafesino pueblito natal. Para ser precisos, en Río Gallegos. Sin detenerse a evocar el infortunado período de su existencia transcurrida en Rosario. Evocarla sería, en todo caso, un encarnizamiento. Y don Asís, el director del Portal, nos impide maltratar informativamente a los caídos. Sostiene que los buenos leñadores sólo tienen que prodigar hachazos a los árboles fuertes. Los que se mantienen de pie.

A través del estruendo de la direccionada artillería, la señora Telpuk puede colaborar, sustancialmente, con el objetivo expreso de los Shohat. Descalificar las argumentaciones, deshonrosamente ejemplares, de Antonini. Cinchar para que la valija sea finalmente de Antonini. Y nunca de Uberti.
Para el kirchnerismo, Antonini tiene que ser una suerte de James Bond, tamaño baño. Un cuadro del FBI adiestrado por la CIA, por instrucción del doble W Bush. Un desestabilizador que pudo infiltrarse en aquel avión de alquiler argentino. Donde, entre jamones y quesos de Valenti, se trasladaron los glucolines de una cometa rutinaria, posteriormente estremecedora. Cometa atribuida, para proporcionarle atisbos de legitimidad, al basurero argumental de una campaña política.

Riesgo Uberti

Asoma la cabeza de Uberti, pero en palangana de plástico.
El Riesgo Uberti hoy resulta más inquietante que el Riesgo País.
En defensa propia, los Kirchner quieren sostener, adherida a su cuerpo, la cabeza del Señor de los Peajes (multiplicados). El máximo tiempo que sea posible. Por lo tanto, instruyeron al ministro De Vido, irreparablemente salpicado. Para que contenga emocionalmente al desgraciado, que supo deslizarse sin redes. Desde el pináculo de espuma del poder.
Entonces Uberti, potencialmente, es un peligro. Dilema que nunca puede resolverse con la desprolija eficacia del rifle sanitario. Al contrario, a Uberti, los Kirchner deben atenderlo en exceso. Arroparlo. Colocarle antiguas ventosas en la espalda. Proporcionarle paracetamol. Ponerle bufanditas, por si se resfría.
Debe Uberti ser minuciosamente cuidado. Casi tanto como B, el aún misterioso contador B. El pariente políticamente ingrato del señor Lázaro Báez, alias El Resucitado. El socio de alguien absolutamente incapacitado para tener socios. Y que no admite, siquiera, testaferros.
En Gallegos, se dice que B los embocó, a los socios, en unos cuantos millones de glucolines.
De los dos B, de Báez y del misterioso B, nos ocuparemos en próximo despacho prometido. Con el desparpajo que permite encarar estas cuestiones desde Miami. La ciudad abierta. Ciudad en espantosa liquidación inmobiliaria. Contiene más departamentos en venta que habitantes en condiciones de comprarlas.
Tampoco debería resfriarse esta corresponsal.

Estación Terminal

Los caminos de Uberti, sin pagar peajes, conducen más allá de la Estación De Vido. Del que, en los momentos inexplicables de jactancia, se independizó.
Los caminos de Uberti conducen hacia la Estación Terminal.
En aquel maldito domingo de agosto, después que la señora Telpuk le hiciera abrir la marroquinería al venerable Antonini, se registraron doce comunicaciones telefónicas. Entre el celular de Uberti, y la residencia de Olivos. Merced a las virtudes de la inteligencia oficial, pudo ocultarse que al menos diez, de las doce llamadas, fueron efectuadas directamente desde Olivos. Y no a la inversa. Predominaba la ansiedad, en Olivos. Para comunicarse, afanosamente, con Uberti. Por cuestiones de índole espiritual.

Serenella Cottani
para JorgeAsísiDigital

[youtube]JeBxlZtKWxw[/youtube]

Grabación de conversación telefónica
entre Antonini Wilson y Franklin Durán

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