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Vignatti

Vendedor de ajos, de autos usados o de futbolistas. Director de banco, patrón de La Capital de Rosario y próximamente de Ámbito Financiero.

Carolina Mantegari - 21 de mayo 2008

El Asís cultural

Vignattiescribe Carolina Mantegari
Consultora Oximoron, Mediología,
especial para JorgeAsísDigital

La dupla Manzano-Vila, el perenne Raúl Moneta, Daniel Hadad, entre otros cretenses de Palermo, ya fueron asimilados como empresarios de la comunicación.
En proceso de asimilación, aunque aún empatotado con la dupla de referencia, se encuentra el caudillo popular don Francisco de Narváez. Contiene América TV para hacer sus declaraciones. Y el diario El Cronista.
Otro meritorio es Sergio Spolsky. Ya logró acumular revistas como 23, Newsweek y 7 días. Y dos diarios. El Infobae, aunque sin Internet. Y un experimento en estudio, Diagonales, acaso para acotar a Scioli en la provincia de Buenos Aires.
Mientras tanto, se aguarda, para pesar del señor Magnetto, el desembarco del mejicano Carlos Slim. Y del kirchnerista chileno Rodolfo Ulloa Igor.
Sin embargo, el circuito de la mediología metropolitana debería sorprenderse con dos irrupciones previas. En principio, del español Antonio Mata.
Porque después de tramitar la adquisición truncada de «Ámbito Financiero», Mata acaba de adquirir, según nuestras fuentes, y mediante un millón de euros, una parte sustancial del creativo diario «Crítica de la Argentina».
Sobre todo la mediología porteña debiera asimilar el desembarco de Orlando Vignatti.
Es el novelesco rosarino, de edad indefinida por las cirugías, aunque merodea los 70 años.
Vignatti logró aquello que Mata no pudo conseguir. Quedarse con el maremagnum hereditario. Con la complejidad estructural, familiar y societaria, de Ámbito Financiero. Producto del legendario poeta Julio Ramos. De origen económico, el diario supo instalar, consagratoriamente, su gravitancia política.

Ser nacional

Antonio Mata, alias El Gallego, aunque sea oriundo de Santander, es el ejecutivo racionalmente solemne de Marsans que supo comandar, con resultados bastante relativos, la inviabilidad esotérica de Aerolíneas Argentinas.
En la densidad del reciente reportaje, del definitivamente asimilado Jorge Fontevecchia, Mata deslizó el razonamiento que ilustra nuestro ser nacional. Lo atribuyó, por coquetería, a un español anónimo. Dijo:

«Los argentinos primero te venden sus empresas quebradas. Y cuando las empresas, mejor gestionadas, comienzan a dar ganancias, los argentinos se arreglan con sus gobiernos, para robártelas».

Si la sentencia semejante pasó inadvertida, según evalúa el departamento mediático de la Consultora Oximoron, fue porque, razonablemente, casi ningún lector se aventura en las interminables requisitorias de Fontevecchia.
Reportajes ideales para ser coleccionados. Pero no leídos.

Mata

El capitalismo rosarino, que impulsa Vignatti, se impone sobre el capitalismo español que representa Mata.
Por el momento, Mata debiera conformarse con adquirir una porción apreciable de Crítica de la Argentina. Trátase del diario dirigido, hasta hoy, por otro asimilado, Jorge Lanata.
Emerge Crítica como la fórmula melancólicamente inteligente de releer aquel antiguo Página 12. Emblema de la estudiantina de avanzada que alcanzó la plenitud durante el menemismo que degradaba.
En su paulatina declinación, Página 12 llegó a convertirse, a los tumbos, en la virtual Secretaría de Estado de la actualidad. En el lazo, probablemente último, que unifica los intereses lobbysticos del Gobierno con una travesura de las tantas de Héctor Magnetto, el ultraasimilado del Grupo Clarín.
Otra travesura pulposa de Magnetto, aunque a través de paraísos superiores, mantuvo enlaces estructurales con el diario «La Nación». Para desmenuzar en otro texto.

El representante de Mata, en el directorio de Crítica de la Argentina, va a ser, según nuestras fuentes, Matías Marutián. En realidad, ya lo es.
Trátase del abogado impetuoso que suele jactarse de ser el hijo de Andrés, el abogado especializado en los alborotos menos presentables que jalonaron la trayectoria de Mata. Por ejemplo, la esponja insaciable de Aerolíneas Argentinas. Empresa que vale, según Mata, nada.
Emblema del fracaso colectivo de una cultura estatal, movilizada por el objetivo implacable de la autodestrucción.

Datos para la «due dilligence»

Alias Semilla, Gitano, o Linyera, Orlando Vignatti es un personaje de Santa Fe que pudo haber surgido de la inspiración de Tom Wolfe. El de «Todo un hombre».
La adquisición, irreparablemente atravesada, del diario de referencia, se encuentra en estado de «due dilligence». En el período de la «auditoria general de compra».
La anécdota de su epopeya debiera instigar a la admiración. A la escritura de una biografía autorizada, la que tal vez ya compone el «Bigote» Acosta. Amenaza, en todo caso, con ser infinitamente más entretenida que la escritura aséptica de José Ignacio López, utilizada para reverenciar a Magnetto.
De Andino, aunque anotado en Aldao, le aclaró Vignatti a la notable periodista María Grande.
Vendedor de «ristras de ajos». Hasta el último ajo, en Capitán Bermúdez (donde se lo evoca por el apodo de Semilla). Vignatti supo escalar la pirámide accidentada con una potencia que hubiera sorprendido a Vance Packard. La concatenación de oficios entrañables magnifican la condición de «busca», y remite a los inicios de Silvio Astier en la mejor novela de Roberto Arlt.
Aventurero, meramente innovador. Chofer de colectivos, vendedor de autos usados (de aquí procede el apodo de Gitano). Astuto merodeador de las entretelas del justicialismo santafesino.
Al alcanzar la chapa de Presidente del Comité Editorial del diario La Capital de Rosario -fundado en 1867-, Vignatti debió compartir, litigiosamente, con los socios Vila-Manzano. Con quienes pronto se pelearía.
La noción, la rutina del conflicto, emerge, en Vignatti, como una característica en la evolución de su crecimiento empresarial.
Cuenta una Garganta que, al llegar por primera vez al que iba a ser su despacho, Vignatti contempló el retrato de un miembro fundador de La Capital, del que nadie conocía su nombre. Convocó entonces a un pintor de Rosario para encargarle un retrato similar. Con la ropa del siglo diecinueve. Pero con su rostro. Y como si fuera un antepasado. En adelante Vignatti se adquiría, también, una historia.

Cables

Pero antes de presidir La Capital de Rosario, de explotar un hotel en Miami, de incursionar en el negocio del agua y del puerto, de intentar introducirse con las licitaciones del juego, Vignatti fundó también el diario El Ciudadano. Pero también varias emisoras radiales, tanto en Santa Fe como en Entre Ríos. Y se atrevió al mercadeo apasionante de los jugadores de fútbol. Y hasta a proponerse, desde Argengol, como una suerte de privatizador del Club Rosario Central. Para convertirse en el máximo acreedor del Club.
La evolución, comercialmente espectacular, del inspirado vendedor de ajos, sólo puede interpretarse a partir del aprovechamiento marginal de la acción política. A la que Vignatti accedió en su condición de apuntalador de Luis Rubeo, alias Alegría de Verte.
Los innumerables enemigos suelen reducirlo, al Gitano Vignatti, a la categoría de «chofer de Rubeo».
Gracias al senador Rubeo, llegó Vignatti a ser director del Banco Provincial de Santa Fe.
Fue precisamente en un revoleo parlamentario, cuando Rubeo, impulsado por su vocación democrática, les dio un voto afirmativo, a los alfonsinistas de los ochenta, para algo. Cuentan que se encontraba en condiciones de pedir alguna retribución.
«Pediles una licencia para un cable», le sugirió Vignatti a Rubeo.
Desde el cablerío televisivo debe asistirse al verdadero origen de la fortuna.
Pronto Vignatti hizo una extraordinaria pelota con el extendido de cables. Compró la parte de Rubeo, siempre necesitado por las campañas que perdía, en unos pocos miles de dólares. Pero le vendió a cualquier Liberman la parte del león. La suya. En mitológicas decenas de millones de dólares.

Posteridad

Es el turno de la proyección nacional.
Con Ámbito, con seguridad, Vignatti mantendrá la cotidianeidad del conflicto. Signa la dinámica de su temperamento. La irrupción produjo, según nuestras fuentes, un litigio atravesado.
Con frustrados «hermanamientos de sangre», que derivaron en un juicio encarado por otro personaje, igualmente memorable. ¿Ampliaremos?

Desde algún lugar de la posteridad, don Julio Ramos, alias El Pelado, debiera intentar la gestación de algún poema menos olvidable. Más logrado, acaso, que los editados durante el primer aniversario de su muerte.
En vida, Ramos se esmeró, en exceso, para que el diario, o sea su memoria, no terminara entre los brazos de Magnetto. Su enemigo unilateral.
Pero a Ramos, a falta de un Magnetto, le llegó un Vignatti.
Travesuras del significante. Broma semántica que hubiera fascinado a Milan Kundera.

Carolina Mantegari
para JorgeAsísDigital

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