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Senador Vacante

OSTIAS DE MADERA (III): La provincia de Buenos Aires está sub-representada en el Senado.

Jorge Asis - 29 de abril 2008

Artículos Nacionales

Senador Vacantepor Oberdán Rocamora
para JorgeAsísDigital

Después de todo, con la mayoría ampliamente asegurada, a Kirchner, de nada le sirve tener otro senador. Menos aún si es bonaerense. A ver si asume el riesgo de tomar los atributos en serio.
A partir del grotesco de la provincia de Buenos Aires, administrada «con optimismo y con fe», puede percibirse la magnitud del desmoronamiento del sistema institucional argentino.
Por un desacuerdo casi insustancial entre la señora Cristina, la Presidente Delegada, y el poeta post-romántico Alberto Fernández, Buenos Aires acepta rebajarse.
Sus autoridades se resignan a la sub-representación. Se conforman, «con fe, esperanza y siempre para adelante», con disponer de sólo dos senadores. En lugar de los tres, como federalmente le corresponde.

Significa que la superpobladísima provincia de Buenos Aires mantiene, en la Cámara de Senadores, menor representación institucional que el artificio difuso de la Ciudad Autónoma.
O que Formosa, Chubut. El Estado Libre Asociado de San Luis. O cualquier otra.

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Semejante desperdicio legislativo admite aludir a la indemne persistencia de la Argentina Trucha. Donde impera, patrióticamente, la consagratoria picaresca de vuelo bajo.
La actual Presidente Delegada, La Elegida, Cristina Fernández de Kirchner, hasta diciembre del 2007 fue senadora por Buenos Aires. Para ser exactos, desde diciembre del 2005, en que dejó de ser la senadora por Santa Cruz.
En aquella transferencia geográfica del 2005 llegó, al honorable Senado, acompañada por José Pampuro. El crédito del Portal, Pampuro es nuestra debilidad. Por haber triunfado en el legendario Torneo «Tweety Carrario».
Por el conglomerado del Frente de la Victoria, Cristina y Pampuro compitieron con la señora Hilda de Duhalde, del Partido Justicialista. Fue secundada por Díaz Bancalari, el venerable Zurdito de San Nicolás.
Téngase en cuenta que Hilda Duhalde era la dama a la que Pampuro solía cebarle los más estremecedores mates con sacarina del conurbano. Y que Díaz Bancalari, en aquella épica campaña, no se desprendía de la garrocha. Iba a utilizar, al final, la garrocha, para pegar, con admirable destreza, el salto programado. Desde la derrota justicialista, hacia la victoria frontal.
La imbatible dupla Cristina-Pampuro competía, además, con López Murphy, quien recreaba la estratégica decisión de derrumbar su trayectoria.

El banco de suplentes, de la dupla Cristina-Pampuro, fue ocupado por la señora Graciela Ocaña. Y por el Eriquito Calcagno.
Dama de alto poder ofídico, Ocaña ya exhibía sus muestras gratis de ética.
Mientras administraba el PAMI, retenía una banca de diputada. Se la había arrebatado, en un descuido, a la desairada señora Carrió.
Para desconsuelo de las atribuladas condesas octogenarias, Eriquito Calcagno, o el Calcagno junior, es el intelectual que mantuvo la impertinencia de ser embajador en París. Después de ser atendida por el propio dueño que la había escriturado. Archibaldo Lanús.

Implosión

Para representar a la provincia, en el Senado, continúa Pampuro, el Cebador.
E Hilda de Duhalde, la antigua receptora de aquellos vibrantes mates con sacarina.
Pero Pampuro, nuestra debilidad, está en carrera. Porque es el Presidente Provisional del Senado. De continuar los Kirchner con el país puesto de sombrero. De incrementar la tendencia a estrellarse estúpidamente con la calesita. De intensificar la implosión como corolario de la insolvencia. De no poder superar los Kirchner la instancia Chapadmalal, Pampuro es, probablemente, el próximo Presidente, interino, de la República.
Según decida la eventual Asamblea Legislativa. Pampuro podrá cumplir con el mandato interrumpido por los implosionados. O convocar a indeseables elecciones, en 120 días. Dios no permita.
Aunque, entre Cristina y Pampuro, en la línea de sucesión, institucionalmente comedido, se encuentra el Cleto Cobos. El vicepresidente que, en todo caso, podrá ser conjeturalmente aniquilado, por la básica crueldad del peronismo. Y por la dramatización de cuestiones administrativas que proceden de Mendoza. Un aguijón clavado para un próximo despacho.

Para concluir el presente, basta con instalar la idea de la sub-representación de la insignificante provincia de Buenos Aires. En el desvalorizado Senado de la Nación. Y por un desacuerdo apasionante entre La Elegida y el Alberto.
De las tres changas de senadores se ocupan dos porque Ocaña, la primera suplente del poder ofídico, prefiere quedarse como ministro de Salud. Con la ostensible instrucción de perseguirlo a Ginés, el antecesor (ver «Libro de pases», en «Ostias de Madera II»).
Y el segundo suplente, el Eriquito Calcagno, abandonó la embajada en París, pero de ningún modo fue para tomarse en serio la changa de la banca del senado.
Juró, apenas, para constar en actas. Y disparó, con la licencia bajo el brazo, por pedido de La Elegida, hacia el entretenimiento de una subsecretaría, merced al decreto 152 -08.
Es la Sepyme, Subsecretaría de Pequeña y Mediana Industria.
Prefiere, el Eriquito, razonablemente, la ostia de madera de ser un subsecretario del montón. Perdido entre la tercera línea de la órbita de Lousteau, hoy de Carlos Fernández. Le resulta conveniente, antes que languidecer en la opacidad de una banca. De lo que fue el Senado. Y de lo que fue la Nación. En representación de la escasamente interesante provincia de Buenos Aires, que dista de armonizar con las responsabilidades de su historia.
Y Cristina y el Alberto se tiran, según nuestras fuentes, con la banca vacante del Honorable Senado. Sin ponerse de acuerdo.
El Alberto entonces le discute a La Elegida. Quiere que Calcagno abandone la licencia. Que el penúltimo cristinista deje la subsecretaría del montón, y que se haga cargo de la lenta abulia de la banca.
Sin embargo, justamente La Elegida le propone, al poeta post romántico, lo contrario. Que deje el ministerio Ocaña, que fue la primera suplente. Que sea entonces Ocaña la que encare el sacrificio parlamentario. Para que no zafe, del senado, como zafó de la diputación.

Oberdán Rocamora
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