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Isabel

Para hacerse kirchneristas, los peronistas entregaron a Perón.

Jorge Asis - 15 de abril 2008

Cartas al Tío Plinio

IsabelTío Plinio querido:

En la página 9, de La Nación de hoy, se notifica, desde el título, que Kirchner asume «como Jefe del PJ».
En la página 10, desde otro título, se notifica que «la viuda de Perón pidió que no la extraditen».
La jefatura política, de la que se habla en la página 9, puede interpretarse a partir del padecimiento que emana de la página 10.
Eslabones, en definitiva, de la misma problemática.

Para hacerse kirchneristas, lo último que les faltaba entregar, a los peronistas, era a Perón.
Pero es tarde. Porque a Perón, tío Plinio querido, ya lo entregaron. Por el instinto innato de la sobrevivencia.
La memoria de Perón, envuelta en papel celofán. Con moño rojo. Suntuoso regalo de bazar de barrio.

La mujer del General

Gracias a la extraordinaria docilidad de los entregadores, tal vez pronto podrá arribar, a la patria, la señora María Estela Martínez de Perón. Alias Isabel. O Isabelita.
Humillantemente extraditada. Dramáticamente esposada. Para algarabía de los reporteros gráficos.
Escala intermedia: Comodoro Py.
Aunque, si es por la tendencia de los adictos al congelamiento de la historia, el destino terminal, el más deseado, debiera ser Marcos Paz. En el Pabellón de «Lesa».
Aunque sea mujer. Española, y de 77 años. Y aunque sea, tío Plinio querido, la última mujer del General.

Autocríticas

Fijesé que de pronto prospera, entre determinados peronistas culposos, una visión estomacal, repentinamente autocrítica, sobre la epopeya del General.
Se le cuestiona el comportamiento durante el epílogo. Atribuible, a lo sumo, a la vejez.
En junio de 1973, cuando volvió, Perón tenía 79 años. No 78. Era de octubre de 1893, y no de 1895, cuando lo anotaron.
Para que tome nota tía Edelma, que le interesa más. Perón no fue Cabra de Madera. Fue Serpiente de Agua. Igual que Cristina. Cuando ella nace, en 1953, Perón cumplía 60 años. Un ciclo astrológico completo.
Se le promete ampliar los datos, en otra carta.

En esta carta debe destacarse la pasión por la autocrítica reservada. Porque es convenientemente gratis, en la revisión, encontrarle, al General, la placidez de los aspectos vulnerables.
Avanza entonces el mecanismo de la demolición indirecta. Al amparo de las recaudaciones del neomontonerismo.
¿Por qué es que el General le permitió ostentar tanto poder a López Rega?
Suele preguntarse con una inocencia estremecedora. O sin ir más lejos:
¿Por qué el General nos legó, como vicepresidente, a Isabel?

Cae entonces en el vacío la notificación de la página 10. Nada importa, porque no queda un huevo, que Isabel continúe en prisión domiciliaria. En Villanueva de la Cañada, proximidades de Madrid.
En adelante, a ningún peronista corporativo, de los que intenten ser aceptados, para infiltrarse, le indigna, aunque sea, que Isabelita esté en cana.
Ni siquiera brinda migajas de lástima que Isabel, la mujer del General, en la versión neomontonera de la historia, reciba el mismo tratamiento de los calificados como «genocidas».

Patologías

Sin veleidades visionarias, desde el Portal se anticipó, tío Plinio querido, la patología cultural del fenómeno que se venía. En diciembre del 2006, acuérdese. Al publicarse «El imberbe va por Perón». Cliquéela.
Justamente fue cuando irrumpía la ofensiva jurídica, promovida por el kirchnerismo, sobre Isabel. Por las barbaridades acumulativas de la Triple A.
Cualquier indagador podía darse cuenta. La ofensiva conducía, sin escalas, a enlodar la memoria de Perón.

Entre la globalización fatal del vacío, Kirchner supo imponer, entre tantas patologías, la retórica triunfal de la imberbocracia. Acéptese la teoría, al menos a los efectos de agigantar la autoflagelación de Duhalde.
Los imberbes, ya casi sexagenarios y panzones, supieron arrinconar, en un costado triste, a los viejos ganapanes del peronismo desplazado. Los desertificados de ideas. Los huérfanos en materia de conducción, que debían hacer méritos para infiltrarse, y quedar al costado de la caja. Para recibir las migajas de la recaudación.
Como categoría sociocultural, lo de «imberbes» obedecía al hallazgo semántico del General. De 1974, cuando ya tenía 80 años. Paulatinamente, El Viejo, se apagaba.
La reacción adolescente, de los caprichosos precipitados, consistió en darle, para siempre, la espalda. Un pucherito históricamente gestual.
El General, después de usarlos, los echaba de la Plaza. Sin embargo se asistía a un dilema generacional de usadores. Porque los Imberbes, anteriormente tratados de «maravillosos», se proponían usar al General. Para la alucinante construcción del socialismo imaginario. Nacional.
En adelante, Perón ya no les permitiría asesinar, a canilla libre, a sus camaradas, los militares. Tampoco a los sindicalistas, porque todavía representaban la columna vertebral del Movimiento.
Y no eran, los gremialistas, como hoy, una prótesis involuntaria.

Segunda muerte

Por unánime aclamación, El Imberbe será ungido, el próximo viernes, Jefe de la caricatura del peronismo. Página 9.
Los Rodríguez Saa, alias los Barros Schelotto, con su coherencia de grandes constructores de capitulaciones, deciden no presentarse a disputar la interna partidaria. Pero les sirvió para hacer, a falta de política, prensa. Durante tres meses.
Entonces Kirchner va a asumir la próxima semana. Muy aplaudido, con seguridad, por los infiltrados del peronismo caricatural que se bancan, sin el mínimo atisbo de pudor, los efectos imperdonables de la página 10.
Que se la juzgue, en España, a Isabel.
Al imponerse la versión neomontonerista de la historia, se asiste, tío Plinio querido, a la segunda muerte de Perón. La más triste.

Kirchner, al final, con Isabel, resultó inconcebiblemente más cruel que el general Videla.

Y a ningún peronista corporativo puede interesarle que, mientras Isabel, en el sur, estaba presa, un poco más al sur, Kirchner, afanosamente, se enriquecía.

Dígale a tía Edelma que Isabel también es Cabra. Pero Cabra de Metal. Del 31.
Cabra como Evita, aunque Evita era Cabra de Tierra, de la generación anterior, del 19.
El General tenía, en apariencias, una predilección natural hacia las Cabras. Son sensibles, queribles, apasionantemente sorprendentes.

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