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Rue du Bac

LA ELEGIDA (II): El kirchnerismo se desmorona. Chocó la calesita. Huele a calas.

Jorge Asis - 9 de abril 2008

Cartas al Tío Plinio

Rue du BacTío Plinio querido,

Se les anima Schiaretti. Los cordobeses, para la gambeta corta, son sigilosamente más eficaces que los patagónicos. Para constatarlo, tiene la ejemplaridad de Jaime. El Señor de los Subsidios, como se lo bautizó desde el Portal, para algarabía impune de los copiones. O tiene a Zannini, El Ñoño, el soprano de pizzería recalentada, transformado en el ideólogo que pierde influencia. O lo tiene, para completarla, a Gerardo Ferreira, el dilecto beneficiario de Electroingeniería. Empresa del comisario que amontona las licitaciones triunfales.
Se les anima Das Neves. Con la venia, probablemente implícita, de Kirchner. Para algarabía de De Vido, el Rudy Ulloa y Moreno, avanza Das Neves, en la cruzada contra el poeta post romántico Alberto Fernández. Autor promisorio de los antológicos «Sonetos a la Paraguaya encantadora». Con el pretexto racional de culpabilizarlo, encaran la ofensiva. Por la sucesión de errores de «lesa ingenuidad». Por las chiquilinadas insaciables de las «retenciones móviles». Instrumentadas por Lousteau, el blanco móvil, ministro fusible a plazo fijo, semanalmente renovable.
Con Schiaretti y Das Neves el cartón estaba casi lleno. Pero ya se les anima Reutemann, y esto si que es prerrevolucionario. Entre tanta fragilidad, puede explicarse el dictamen, de la más alta instancia judicial, sobre Patti. Si se descuida, falta apenas que se les rebele Pichetto. O Pampuro.
La bala de plata política, tío Plinio querido, nunca se la va a poner, a Kirchner, alguien situado afuera del peronismo. Ni Macri, ni Binner ni Carrió pueden hacerle siquiera una marquita.
Quien va a ponerle, en la primera de cambio, la bala de plata, a Kirchner, en la frente, es alguno de los aplaudidores que hicieron méritos para amontonarse, oportunamente, en las oficinas de Puerto Grosso.

Vigencia de las provocaciones

El kirchnerismo, tío Plinio querido, se desmorona. Chocó la calesita. Tiene picado el boleto. Huele a calas. Entró en «tiempo de descuento». Cuenta regresiva. Habrá que ayudarlos, a los Kirchner, para llegar, con tubos de oxígeno, hacia la frontera (definitiva) del 2011.
Hasta aquí, las sistemáticas provocaciones del Portal. Entibiadas, analíticamente, con el manto del vaticinio. Pero hoy adquieren una vigencia luminosamente indeseable.
La penúltima provocación indica que el kirchnerismo «besa la lona».
Aseveraciones fatídicas que nunca debieron confundirse con expresiones de la voluntad.
Es análisis político.

La casquette

Puede percibirse el desabastecimiento, en la estantería de la respetabilidad.
Cualquier comunicador vocacional se les desmarca e insolenta. Redacta columnas abiertamente reclamatorias. Ostensiblemente burlonas.
En honorables casas de familia supo festejarse, con la indignación de las carcajadas, la «casquette» de La Elegida. Pudo confundirse con una simple boina vasca.
Basta la «casquette» para apreciar el rostro, humanitariamente compungido, de La Elegida. Ante los previsibles camarógrafos que, a su paso, retrocedían, en los bulevares de París.
Mientras pedía, La Elegida, por la redituable libertad de Ingrid.
Se mofaron tanto de ella, tío Plinio querido, que el analista más desapasionado puede conmoverse por el crecimiento, casi colectivo, del desprecio.
Emerge entonces la persistencia del gorilismo estremecedor. Tan nocivo como la propia altivez artificial de la imagen generada.
Por La Elegida, bellamente, con la «casquette».

Medalla Milagrosa

El panorama es sombrío. «Oscuro como la tumba donde yace el amigo». Pero se agrava por los nubarrones severos del horizonte.
Una lástima que La Elegida haya abandonado París. Se le hubiera recomendado, desde el Portal, y a los efectos de ayudar a la república, que se dirigiera hacia el sitio mágico donde aún pueden ayudarla.
El 140 de la rue du Bac.
Desde el Meurice -hotel donde Victoria Ocampo solía cultivar la filosofía horizontal con Drieu de La Rochelle-, La Elegida podía haber tomado la rue de Rivoli. Perseguida, incluso, por los viatiqueros de la comitiva. Hasta cruzar, después del Jardin de Tuilleríes, la majestuosa Place de la Concorde. Para atravesar la frontera del Sena y toparse con el Bulevard Saint Germain. A su derecha, a 200, acaso a 300 metros, la espera la rue du Bac. Sólo basta con buscar, la próxima vez, el 140. Para ingresar a La Capilla. Sin siquiera la sobreactuación de postrarse, ante la imagen de la Virgen de la Medalla Milagrosa.

La Elegida sólo debía mirar, concentrada, detenidamente, hacia el brillo cautivante que emana de las aureolas doradas. Para pedir, en silencio y sin pudores, por la lícita suerte personal. En cierto modo, por la suerte de la república.
En el 140 de la rue du Bac, La Elegida puede pedir por el mantenimiento armónico del gobierno que aún tiene que conquistar. Y que, aceleradamente, se le escabulle. Porque, a los 120 días, el gobierno no le pertenece. Por las dificultades de ser mujer. Pero por ser la mujer del hombre que debiera obstaculizarla lo menos posible.
La Elegida debía pedirle, con la mente, a la Virgen mágica de la rue du Bac, el fundamental fortalecimiento para superar la inseguridad que inseparablemente la persigue. Que suele confundirse con la altanería insolvente de la ineptitud. La que hoy mayoritariamente descubren, a su alrededor. Sin decírselo.

Final con Chapadmalal

Ultima provocación. Para los Kirchner se viene un largo Chapadmalal.
La instancia simbólica, en Chapadmalal, aquí carece del beneficio de la fugacidad. La espantosa brevedad que signó la estancia, en Chapadmalal, de Adolfo Rodríguez Saa.
Aquel verano terrible del 2001 se evoca en este «otoño imperdonable», del 2008.
El Chapadmalal de los Kirchner va a ser intensamente entretenido. Con apelaciones a las concentraciones multitudinarias de apoyo. Como el acto de la semana anterior. El más innecesariamente insatisfactorio de la historia, hoy tan banalizada, del peronismo.
Impuso el Portal que Kirchner es un duro en el difícil arte de arrugar. Entonces tiene la obligación de ser un duro en el arte de resistir. En pleno descascaramiento.

Dígale a tía Edelma que, en la próxima visita, tendrá el rosario encargado. Especialmente adquirido para ella, en la rue du Bac. Y la medalla plateada. Para que la lleve, como excelente devota, siempre, en su izquierda.

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