Libro de pases
OSTIAS DE MADERA (II): Del Ejecutivo al Legislativo, la Diplomacia o la Nada. Dossiers Ginés y Bielsa.
Artículos Nacionales
por Oberdán Rocamora,
redactor exclusivo de JorgeAsísDigital
A Ginés González García, El Sanitarista de San Nicolás, le aplicaron, en el 2007, el mismo castigo meritorio que Kirchner le aplicó, en el 2005, a Rafael Bielsa, El Vate de Rosario. Lo mandó como cabeza de lista para diputado. Aunque, en el «dossier Ginés», fue transferido para la lista de concejales. Los que se autodenominan, infatuadamente, «diputados de la ciudad».
Kirchner suele denigrar, con un énfasis ejecutivamente copador, al refugio institucional de changarines irrelevantes que se amontonan en el Poder Legislativo.
El Parlamento le sirve, de todos modos, para los escasos movimientos del libro de pases. El libro tácito que digita desde el único Poder que cuenta, el Ejecutivo.
Capitalizado por una desconfianza proverbial, Kirchner es bastante reacio para promover los inflamados cuadros que suelen facturar, hasta el endiosamiento, a Alberto Fernández, El Sonetista, un discípulo casi aventajado de Eduardo Bauzá, el Flaco Celeste.
Por lo tanto, Kirchner suele fascinarse con el jugueteo de las postulaciones intercambiables. Sirven para distribuir las ostias de madera de referencia.
Las changuitas de las diputaciones emergen, entonces, para que Kirchner pueda sacarse de encima a los ministros que le rompan, en el Ejecutivo, las paciencias.
Fue el dossier, sin ir más lejos, de Bielsa. El Vate de Rosario suponía, en sus excesos de autoponderación, que podía heredarlo a Kirchner. Pero porque se lo decía, con la perversidad del poderoso, el propio Kirchner, mientras planificaba la conveniente manera de sacarlo, a Bielsa, de la ponderación del primer plano. Para castigarlo con una distinción.
Otro caso, bastante diferente, es el del autónomo Ginés. Por su tendencia académica a cortarse solo en los aspectos que Kirchner considera más trascendentales. Por adelantarse lo suficiente, El Sanitarista de San Nicolás, como para pasarlo. Y quedar, para Kirchner, como aquel alma del «Che, bandoneón». En «orsay».
Si a Kirchner le interesa, después les extrae, compulsivamente, a los postulantes, la ostia de madera de la boca. Los libera del sacrificio de hacerse cargo de la devaluada banca obtenida. Para mantenerlos, por su control absoluto, en la «obediencia debida» del Ejecutivo.
Fue el caso de Tomada, El Bueno, en el 2007. El abnegadamente complaciente ministro de Trabajo que supone participar, en su estremecedora inocencia de adolescente tardío, de una gesta generacionalmente revolucionaria.
O fue el caso del recatado canciller Taiana, allá lejos, en el 2005. Kirchner utilizó al Recatado, mientras era vicecanciller, como candidato a una diputación bonaerense. Pero lo transfirió de manera efímera, para arrancarse de encima al canciller. El «alarmante» tábano de Bielsa.
O el caso de su hermanita Alicia, en aquel mismo 2005. Porque la Caja del Desarrollo Social era infinitamente más gravitante que desperdiciar, a la «sorella», en una banca de la dulce monotonía del Senado.
En cambio a Filmus, El Psicobolche, por su apasionada tendencia hacia la derrota, Kirchner prefirió, en el 2007, transferirlo. Cerrarle el libro de pases para dejarlo olvidado en el Senado. Con la ostia de madera en la boca, y con la perspectiva de una tercera postulación. Que le permita mantener, al Psicobolche, en materia de caídas, el consagratorio invicto.
Excursión express
Otra ostia de madera, algo más sofisticada, consiste en despojarles la banca obtenida durante la transferencia. Para despacharlos como embajadores. Una excursión express desde el Ejecutivo hacia el Legislativo, para acabar en la Diplomacia. Como hizo Kirchner con «el alma en orsay» de Ginés.
En su oportunidad, Kirchner instruyó a la Presidente Delegada para que mantuviera abierto el libro de pases. Y lo enviara al Ginés, El Gran Sanitarista de San Nicolás, a Chile. Hacia la victoriana residencia de la Avenida Vicuña Mc Kenna, donde descollara, en su momento deslumbrante, el embajador Spinoza Melo. Pero sólo para reemplazarlo, en el ministerio de Salud, por la señora Ocaña, una experta en materia de pases, fuertemente promovida por El Sonetista, quien debía acabar, por instrucciones de Kirchner, con las autonomías del Gran Sanitarista.
Por su parte, la señora Ocaña es un «cuadro» de alto contenido ofídico que se dedicaría, habilitada por El Sonetista (o sea por Kirchner), a acosar, con minuciosas investigaciones administrativas, al antecesor compulsivamente diplomatizado. Con el propósito loable de deshacer los «kioskitos» impecablemente armados por El Gran Sanitarista de San Nicolás, la tierra de Díaz Bancalari, el Zurdito, que pide a los gritos que se acuerden de él.
Antes, en el 2005, Kirchner intentó despacharlo a Bielsa, el Vate de Rosario, con otra excursión express. Del Ejecutivo pasar al Legislativo y de ahí saltar hacia la Diplomacia. Con la idéntica ostia de madera del embajador. La misma que se reduce, paulatinamente, en la boca de Ginés.
Después de hacerlo diputado por el artificio de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Kirchner intentó enviar al Vate de Rosario como embajador a París. Sin embargo aún la sociedad mantenía ciertas reservas en el depósito del hartazgo. Por la reacción desfavorable de «la gente» que le reprochaba «por la calle», Bielsa debió retroceder. Desde la ilusión de París decidió recalar entonces en el Congreso, a los efectos de bancarse la penitencia de la banca. Sin embargo Ginés, en el 2007, tuvo más suerte y pudo zafar de la concejalía, hasta desembarcar en Chile. La sociedad porteña, en materia de reproches, ya había agotado las reservas.
Ética y eticudo
El del Vate de Rosario, con Kirchner, fue un servicio completo. Con cama adentro.
Después de perder, en el 2005, en Buenos Aires, Bielsa fue también enviado a perder, en el 2007, como candidato gobernador por Santa Fe.
A partir de la flamante derrota ante Binner, el Vate de Rosario ya no se atrevió a reasumir como diputado. Conste que el Vate es un altivo intelectual que suele tomarse dramáticamente en serio. Y que se dispone a creer, incluso, en la ética. Y hasta le molesta, en su patología, que otros supongan que «deben pagarle con algún cargo».
El hipersensible Vate de Rosario sentía ahora que no debía ser legislador por Buenos Aires. Sobre todo después de perder su afán de representación por Santa Fe. Le costaba a Bielsa aceptar que, más allá de alguna formulación oral con destino mediático, en la Argentina a casi nadie le importaba, de verdad, el manoseado asunto de la ética. Y que irían a tratar al Vate, en adelante, de «eticudo». De pobre eticudo.
Y por ahí anda El Vate de Rosario, en la densa espera de un estudio de abogado. En formidables interlocuciones, según nuestras fuentes, en asados memorables, con Martiniano Picca Benedictini, El Pensador de La Toscana. Y con los amagues de otras ostias de madera que amenazan con colocarle en la boca.
Primero divulgaron que Bielsa se iba como embajador a Alemania, pero lo mandaron a Guillermo Nielssen. Volvió también a hablarse de Francia, pero lo mandaron a Luis Ureta Sáenz Peña.
Después, Kirchner, en su franco afán por transferirlo, entusiasmó al Vate de Rosario con la respetable ostia de madera de la vicepresidencia del BID, en Washington. Pero Alberto Fernández, el inflamado Sonetista, según nuestras fuentes, congeló la transferencia en un cajón. El Sonetista sostiene, con excelente criterio, que en el BID, lo que se necesita, son técnicos especializados en proyectos. Y de ningún modo un ex canciller que se disponga a aconsejar estrategias geopolíticas.
De la ostia de Washington lo tentaron después, al Vate de Rosario, con una ostia de madera en Caracas. Representante en la Corporación Andina de Fomento.
En el impresionante trayecto, apareció, para Bielsa, la providencial Secretaría de Cultura.
A Kirchner, se sabe, la cultura le apasiona tanto como al perro la cebolla. Pero Alberto Fernández, el Sonetista de lirismo encendido, se encuentra decidido a suplantar, en Cultura, a la soberbia intrascendencia del señor Nun. Lo divulgó, incluso, Clarín, que a Cultura iría Bielsa. Fue en una crónica ostensiblemente inspirada por El Sonetista. De todos modos, prosigue parsimoniosamente el indemne aburrimiento institucional del consultor Nun. Por el mantenimiento de su estabilidad de funcionario, Nun debería seguir de cerca los altibajos de la relación de los dos pesos pesados de la historia contemporánea. De Kirchner con Clarín. Para que la Secretaría de Cultura, desperdiciada a su cargo, no se la lleve, al menos en lo inmediato, la señora Silvia Fajre. Ella es una dama eficiente en lo suyo. Aunque se encuentra hostigada por el relativismo conyugal que ineludiblemente, a su pesar, la proyecta. Pero que simultáneamente la acota. Como los andariveles de una patológica relación que excede sus eventuales competencias. Entre Kirchner y Clarín. Condenados, diría el positivista Duhalde, al éxito de entenderse.
Oberdán Rocamora
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