Adiós al PJ
Segunda muerte del General.
Cartas al Tío Plinio
Tío Plinio querido:
Enternece la fila imprevisible de felatiadores.
Sindicalistas adoradores que se encuadran, con sistemática voracidad. Sobrevivientes encolumnados de aquella paradójica «columna vertebral», melancólicamente transformada en una prótesis involuntaria. En siliconas lastimosamente ubicables.
Gobernadores dependientes que sobreactúan la omnipotencia del Operativo Clamor.
Por decenas. Los mandatarios hacen méritos para mantenerse. Incorporarse a la clamorosidad. Aferrados al estigma indeleble de la Caja.
Aunque varios de ellos, sigilosamente, desprecien, con énfasis, a quien se deben reportar.
Actuaciones especiales. El coro afiatado de los clamorosos intendentes del FAM.
En el rubro «otros», clamorean, sin ser extras, los legisladores piadosamente disciplinados. Entrañables excompañeros que se incorporan, con unánime docilidad, a la escenografía del Operativo.
Militantes pirandelianos en búsqueda de un Conductor.
Dos almas que en el mundo
Salvo irrelevantes testimonialismos, los Partidos Políticos, en general, en los costados menos insensatos de la tierra, suelen crearse con el objetivo, ambiciosamente expreso, de conquistar el Poder.
En la Argentina, por gravitación de la cultura peronista, el camino es a la inversa. Sólo después de asegurado el Poder es que se intenta construir el gran Partido Político que lo sustente.
Pasa igual, sin ir más lejos, en la Venezuela Bolivariana. La Madrastra Patria. «Dos almas que en el mundo». Es el bolero que bailan, abrazaditos, Kirchner y Chávez.
Ellos no se encuentran unificados, tío Plinio querido, tan sólo, por la abrumadora pasión por el ridículo.
Tampoco se encuentran mancomunados, exclusivamente, por la impune cotidianeidad de la marroquinería (Al Gordo Antonini, nuestra embajadora en Caracas, debería condecorarlo).
Los aproxima, a las almas gemelas de los sensibles Chávez y Kirchner, el espejismo movilizador de dos clamores similares. La gestación de dos grandes Partidos.
Con admirable modestia, los caudillos fundacionales comienzan por reservarse, al unísono, en la excitación del bolero, el casillero del liderazgo.
Los Partidos que se construyen desde el Poder, suelen nutrirse, tío Plinio querido, del amparo moral que brinda el manejo arbitrario del Bandolerismo de Estado.
La teatralidad de Chávez induce a la gestación del partido oficialmente único. Es el sueño del PSUV, Partido Socialista Unificado de Venezuela. Engendrado, desde el Poder, a los efectos de canalizar la alucinada demencia del marxismo del siglo veintiuno.
La opacidad de Kirchner, en cambio, es más módica. Se inclina por liderar la eventual reconstrucción del degradado Partido Justicialista.
Desde la Unidad Básica de Puerto Madero, el Presidente Real se propone a recibir las montoneras de súplicas. Para que se imponga, el Providencial, al frente de la definitiva liquidación. De los penúltimos saldos del verano largo del peronismo.
Con el privilegio de portar, sin ingratas solemnidades, la manija principal del ataúd. Por las exequias sin grandeza, derivadas de la segunda muerte del General Perón.
Y de tantos muertos honrosos que nos instigan, desde la incomodidad de la memoria, a pesar de todo, a reanudar la épica, redituablemente mitificada, de La Resistencia.
El Movimiento ya nada tiene que ver, tío Plinio querido, con aquel «fenómeno maldito». Ni siquiera con la emotiva evocación de los mártires.
El peronismo, como Movimiento, está paralizado.
El tiempo venció por goleada a la organización.
En la cuesta abajo, tampoco supo utilizarse el instrumento electoral. El PJ. Diluido, en el último tramo, en la procaz humillación del Frente de la Victoria.
Servini Conducción
Por primera vez, Perón murió en 1974.
En adelante, el peronismo sólo pudo ser eficazmente conducido desde los Tribunales.
En materia institucional, lo poco de Partido formal que existe, se le debe, para ser justos, a la capacidad de maniobra de la Gran Conductora del Movimiento Nacional Justicialista. Trátase de la doctora Servini de Cubría. «Servini Conducción contra toda la Traición». Es la idónea jueza con competencia electoral. Una lástima que deba, la pobre, lidiar con los desbarajustes de otros trescientos esbozos de partidos.
Entre Servini, La Jefa Natural, y el difamado escudero Ramón Ruiz, un Juancito Duarte inclinado a la monogamia, se las ingeniaron, hasta aquí, para mantener vivo, con sueros elementales, al peronismo vegetal del PJ. A disposición, siempre, del que tenga el control ideológico de la chequera.
La superstición
A través del encanto febril de la inexistencia, el peronismo, paulatinamente, se convirtió en una superstición funcional.
Un conglomerado colectivamente a la carta. En condiciones para gerenciar cualquier sucesivo fracaso que se antepusiera. Para legitimar los borradores de las imposturas antagónicamente reversibles. Con baluartes anotados como miembros permanentes del inventario.
Predispuestos para privatizar, y después nacionalizar.
Para nacionalizar lo privatizado y privatizar, posteriormente, lo estatizado.
Pero siempre, en lo posible, desde el ejercicio del poder.
O lo que es lo mismo, desde afuera, a través de la instalación de la imposible gobernabilidad del otro.
Pese a la obscenidad del cuadro, es saludable conmoverse con la fila inagotable de próceres que se cuadran. Y exhiben la transitoria lealtad.
Trátase de los peronistas que pretenden, en la «media vuelta», infiltrarse en el otro bolero. El que signa la epopeya del neomontonerismo recaudador.
Zurditos improvisados. Progresistas de los 44 minutos del segundo tiempo. Doblegables que hacen cola para anotarse. Para manifestar la serena obediencia. Hacia el Jefe. El providencial dueño de la Caja. Kirchner.
Apotegma
Con los sindicatos y gobernadores en la bolsa, convénzase que nadie, en el fondo, tío Plinio querido, va a poner una moneda, para plantear, en disidencia, una interna nacional.
Para disputar, sin que este acordado, la jefatura incuestionable de Kirchner. Habrá, eso sí, amagues. Los Rodríguez Saa pueden emerger, a lo sumo, como los sparrings idealmente necesarios que se buscan. Para convalidar, en todo caso, la jefatura anunciada.
Pero los hermanos Barros Schelotto son demasiado peronistas, tío Plinio querido, para sumergirse en un decorado semejante.
«El que gana conduce y el que pierde acompaña».
Como lo esgrime el clásico apotegma. Emerge como argumento justificador para cobrar siempre. Mojar la medialuna sin costos.
Coma ahora, autocritíquese después. O simplemente apueste por las bondades del olvido manso. Sin asumir nunca los riesgos desaconsejables del llano. La alimentación en el desierto, a base de anchoas.
Vísperas
Son las vísperas, tío Plinio querido, de la segunda muerte de Perón.
Se asiste a la consagración triunfal del neomontonerismo recaudador.
Aquellos imberbes que le dieron la espalda al General, hoy se postulan para «depurar».
Por lo tanto, ya no hay más lugar para que prospere el versito del clásico apotegma. Gana Kirchner. Congratulaciones.
Sin embargo el Suscripto, afiliado a la popular extravagancia del PJ, vuelve, frontalmente, a perder. Pero sin el menor interés de acompañar.
Irrumpe entonces el momento indicado para despedirse.
Para apartarse, ponerse al costado, en la exacta instancia del Operativo Clamor.
Clamor, tío Plinio querido, de las p…
Adiós al PJ.
Pero sin derramar, que conste, ningún vestigio de lágrima.
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El país no tiene salvación. El peronismo se nutre, tío Plinio querido, del fracaso de los sucesores.
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