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Cultura de guerra (I)

Privatización de conflictos, en el cyberespacio de batalla.

Osiris Alonso DAmomio - 27 de diciembre 2007

Artículos Internacionales

Cultura de guerra (I)escribe Osiris Alonso D’Amomio
de Consultora Oximoron, especial para
JorgeAsisDigital

«La guerra es un asunto demasiado grave para confiárselo a los militares».
Sentencia atribuida a Clemenceau.
Puede sostenerse, para parafrasearlo, que los efectos nocivos de la guerra, los crímenes de lesa humanidad, representan un asunto demasiado grave, para confiárselo a los abogados.

Los exclusivos profesionales, los científicos del DHI, «derecho internacional humanitario», suelen ampararse en el academicismo ejemplar de la Convención de Ginebra, de 1949.
Y en dos protocolos agregados.
Al calor de las innovaciones registradas en la «cultura de la guerra», la normativa reclama, probablemente, encarar actualizaciones.

Transformaciones

En «Terrorisme.net», indispensable Portal francés, se destaca, en la edición de diciembre, una ilustrativa entrevista a Mohammad Mahmud Ould Mohamedou. No es invento de Oximoron.
Teórico originario de Mauritania, especialista en el derecho de guerra. O sea, en el DHI, el derecho internacional humanitario.
Fue director de investigaciones, ante el Consejo del organismo respectivo, con sede en Ginebra.
Hoy persiste aposentado en la Universidad de Harvard, en carácter de investigador de los temas de referencia.
Viene de publicar «The transformation of war» (Pluto Press, 2007).

En La Transformación de la Guerra, plantea la declinación del monopolio de la violencia, por parte de los estados.
La irrupción de Al Qaeda -para Ould Mohamedou-, agudiza las nuevas concepciones que modifican la cultura básica del conflicto.
Las transiciones, según el investigador, presentan un desarrollo «más evolucionario que revolucionario».
En los últimos decenios, se asistió al desfile de sustanciales modificaciones en la concepción de la guerra entre los estados. En adelante, irrumpen otras guerras, de Cuarta Generación. El campo de batalla se convierte, de pronto, en un cyberespacio de batalla.
Los megaatentados terroristas, registrados en Buenos Aires, Nueva York, Madrid, Londres, marcan, para Ould Mohamedou, y para siempre, «el fin de la impunidad de las grandes metrópolis».
Las guerras actuales se encuentran menos centradas en torno de los estados. Están, en gran parte, privatizadas.

Privatizaciones

La privatización de la guerra permite la proliferación de los grupos armados, no estáticos. Desvinculados de los estados, a los que suelen conectarse, en ocasiones, sólo financieramente. A través de los tradicionales óbolos, o con derivaciones de sistemática extorsión. Hacia estados que pagan, en definitiva, para no ser atacados.
Grupos que supieron adoptar los esquemas de la guerrilla clásica. Como aquellos, difusamente románticos, que predominaron en el ciclo, violentamente revolucionario, de los setenta. Sin embargo, brotan con otros componentes, severamente inesperados. Ya habituales. Como la explotación de las creencias religiosas. La fe que funciona, aquí, como móvil violento de redención.
El máximo ejemplo innovador es Al Qaeda. Con la privatización celular de su membresía. Convertida, en síntesis, en una franquicia.

Ould Mohamedou se extiende en interpretar las «empresas militares privadas». En ocasiones, en versión opuesta a las empresas privadas que movilizan los grupos, inspirados en las tradicionales guerrillas.
Son privatizaciones encaradas, ahora, por los estados.
En la complejidad de Irak, por ejemplo, se asiste a la similar evolución del mercenariado.
Conste que los mercenarios ya no funcionan apenas como meros apéndices, debidamente contratados, de los ejércitos regulares.
El especialista interpreta, de manera más que discutible, su versión de la guerra en Afganistán.
De la cual, para Oximoron, se informa mucho más de lo que se la comprende.
En Afganistán impera, para Ould Mohamedou, la sensación de inutilidad de las estrategias tradicionales de confrontación. Para los americanos, en su tesis, resulta más conveniente recurrir a la contratación de determinados grupos locales. Los que rivalizan, hasta autoexterminarse.

Sexto conflicto

Sobre todo Ould Mohamedou se introduce, con mayor fortuna, en la evolución de la guerra que denomina el «sexto conflicto árabe israelí, de julio del 2006».
El enfrentamiento que se libró entre un ejército regular, el estatal, israelí. Contra el Hizbollah, un grupo armado privado.
La confrontación bélica entre un actor estatal contra un actor privado.
El «sexto conflicto» representa la primera guerra ganada, en la región, por un grupo privado, el Hizbollah. Con sus consistentes apoyaturas en fuerzas estáticas, como Siria e Irán. Y en desmedro del actor estatal. Israel.

El derecho prisionero

Las leyes del derecho humanitario internacional (DHI), basadas en la Convención de Ginebra, debieron ajustarse a una visión más plácida de la guerra. Que mantuvo vigencia en los últimos ciento cincuenta años. Pero que no alcanza para ser el instrumento eficazmente utilizable para regular las guerras de hoy.
El derecho internacional se mantiene, por lo tanto, «prisionero» de una visión, ostensiblemente superada, por la cultura dinámica de la guerra.

Sin embargo, si se impulsan las necesarias modificaciones del DHI, es posible que pueda devaluarse, en adelante, la noción básica de la libertad individual. La protección que gozan, aún en casos de conflicto armado, los sectores civiles. Y también, obviamente, las atribuciones que suelen aprovechar los terroristas. Los cuales, convenientemente mezclados, entran y salen desde la clandestinidad, a través de las ventajosas contradicciones de una legalidad que los beneficia. Y, en cierto modo, los ampara.

Osiris Alonso D’Amomio
Consultora Oximoron,
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