Santuario
Faulkner, Camus, Greene, Gallegos y Gelman sirven para entender "el basural".
El Asís cultural
escribe Carolina Mantegari
editora responsable del Asís Cultural,
emanación de JorgeAsísDigital
A Nicolás Maduro, el canciller de la Venezuela Bolivariana, hay que compadecerlo.
Tiene menos recato que Jorge Taiana, el canciller argentino.
Por lo menos, Taiana no habla. Exhibe el atributo del silencio, que pasa por perfil bajo.
La locuacidad de Maduro, en cambio, resulta enternecedora. Al pobre, no le alcanza el tiempo para denunciar las sucesivas conspiraciones del imperialismo.
Greene, Mauricio
Para armar la exitosa «operación basural», con el propósito conjunto de esmerilar a Chávez y a los Kirchner, los perversos norteamericanos debieron adiestrar, minuciosamente, al agente Antonini. Es el actual «Prófugo».
Trátase de una versión, grotescamente llanera, de «El americano impasible». Como la novela que publicara, en 1955, Graham Greene.
Debieron entrenar, al agente llanero, Antonini Wilson, para las sutilezas actorales del desplazamiento con marroquinería.
Para introducirlo, al impasible «Prófugo», en un vuelo oficial argentino, de alquiler. Proeza operativa, comparable al best seller de la Operación Entebbe.
Para enseñarle a descubrir, oportunamente, «La valija». Alude a la pieza teatral de Julio Mauricio, un dramaturgo doméstico, torpemente olvidable.
Una valija colmada, en este caso, de glucolines verdes.
Fue detectada por una aduanera dulce, ambiciosamente atractiva. Junto a los ochocientos mil glucolines, la dama descubre, de pronto, sus dotes contenidas de patinadora vocacional.
Mujica Laínez, Escudé
Debieron adiestrarlo, al Prófugo impasible, para desfilar, más tarde, por La Casa.
Según malas fuentes, vinculadas al operativo basural, el agente desfiló por dos despachos de La Casa. Alude al magistral novelón compuesto por Manuel Mujica Laínez.
Sin embargo, La Casa por la que desfiló «el americano impasible» de Greene, el portador de «la valija» de Mauricio, fue la Casa Rosada. Basural total.
Para después despacharlo, como si lloviera en la Manhattan de Allen, hacia el conflictivo Montevideo de Onetti.
Y partir, pero con pasaporte del imperio, hacia Miami. Es el esternón soleado donde prosigue el amontonamiento de residuos. Una especie de CEAMSE. Paraíso febril de los gusanos que envejecen en la masturbación de la espera.
Gusanos que espantan, ya sin dosis de recatos, a los antiimperialistas confirmados. Como Humberto Tumini. Y hasta a los revolucionarios súbitamente sorprendentes, como Carlos Escudé. El desconcertante intelectual K.
En adelante, con El Prófugo a resguardo, entre los brillos de Key Biscayne, los perniciosos norteamericanos hicieron estallar, con precisión matemática, el escándalo internacional.
Para blanquear, de inmediato, al Prófugo. Convertido, por mero acto borocotista, en Garganta frontal del FBI. A los efectos de recibir, desatada la enfática «operación basura», debidamente cableado por expertos, a los emisarios venezolanos.
Una manga de aventureros asociados que pretendían llevarlo, al Prófugo, y a cambio de millones de glucolines, por el camino del bien.
Persuadirlo para que se hiciera cargo de la propiedad de aquellos glucolines que quedaron a disposición en Buenos Aires. Y evitar la trascendencia, extendidamente nociva, del basural. Que enloda, miserablemente, a dos gobiernos revolucionarios. Fue el objetivo logrado.
Acierta, entonces, Kirchner, al reclamar, a los Estados Unidos, al Prófugo.
El Prófugo que dejó, impasible, el maletín en la Aduana. Aunque no vaciló en penetrar al país de utilería. Lo más campante. Del mismo modo en que partió. Con la satisfacción del lodazal cumplido.
En algo debe coincidirse, colectivamente, con la evaluación de Kirchner:
«Es una vergüenza».
Faulkner
Con su perversidad habitual, la CIA también se puso a operar desde la supuesta izquierda europea. Es una suerte que Nicolás Maduro haya sabido detectar, a tiempo, los tramposos mecanismos.
La CIA se las ingenió para operar desde el diario El País.
Para Maduro, El País también se encuentra al «servicio de las peores ideas». Porque mantienen, estos progresistas europeos, «una visión colonial y racista», de las transformaciones sociopolíticas. Las que se registran en el sur del continente, con nuevos liderazgos.
Como el de Chávez, el Evo. O los Kirchner.
La culpa de El País consistió en editar, en la portada del Suplemento Domingo, una producción firmada por John Carlin. Con seguridad, un agente.
Trátase de La Conexión Venezolana de las FARC. El título, de por sí, contiene la impertinencia de una provocación.
El texto indica que las FARC mantienen, en territorio venezolano, un Santuario.
Dista de aludir al «Santuario» de aquella novela iniciática de William Faulkner. Una obra que es, para Albert Camus, superior, incluso, a «El sonido y la furia», o «Absalón Absalon». Narrativa de Faulkner que recrea la magia del imaginario Yoknapatawpha.
El Santuario de El País, el de Carlin, alude al Santuario de la guerrilla colombiana. Aunque situado, el Santuario, en territorio bolivariano.
Santuario entendido, aquí, como área de recogimiento. De entrenamiento de combatientes y de protección política, en abierta connivencia con el transversalismo del narcotráfico. Al amparo saludable del líder más transformador.
En Venezuela, según Carlin, las FARC conservan cuatro campamentos. Las relaciones de las FARC, con el hegemónico bolivarianismo, atraviesan un momento solidario de esplendor.
Síntesis histórica, basada en coincidencias inesperadas. La revolución latinoamericana aún es posible.
Basado en testimonios de cuatro guerrilleros que desertaron, Carlin, acaso un agente secreto presentado como periodista, rebela, desde El País, algunos datos de impacto.
Por ejemplo que Ingrid Betancourt, la rehén principal de las FARC, estuvo en el Santuario. Secuestrada.
La imprudencia del dato motiva, con seguridad, que -en el caso utópico que el dato fuera cierto-, la señora Betancourt haya sido inmediatamente trasladada.
Gallegos, «Doña Bárbara»
La malicia informativa del basural se ensaña, en extremo, con el bolivarianismo.
Indica, además, que la señora Betancourt estuvo alojada en las afueras del poblado de Elorza.
Elorza es parte del municipio, más literario aún, de Rómulo Gallegos.
Alude al autor de Doña Bárbara, célebre novela, de 1929, que anticipaba, en más de tres décadas, el próximo boom de la literatura latinoamericana.
La lectura de Doña Bárbara podría generar, probablemente, obvias identificaciones. En la señora presidente, sin ir más lejos, de la Argentina.
Elorza, municipio Rómulo Gallegos, condado de Apure.
Para mayor precisión, el agente Carlin indica que el Santuario era supervisado por Germán Briceño. Alias Grannobles. Un miembro del Estado Mayor de las FARC.
Alma llanera
Para llegar a Apure, basta, aún sin necesidad de saberse «el hermano de la espuma, de las garzas y las rosas», con cruzar el Arauca «Vibrador».
Trátase del río Arauca que signa, sin siquiera vibrar, la frontera entre Colombia y Venezuela.
El basural del Santuario mantiene el objetivo de devaluar los colosales atributos de mediador del presidente Chávez. Y de hacerlo despertar, a Uribe, de la sublime siesta neoliberal. A los efectos de desenmascarar la mediación del comedido que se proyectaba. Lanzado a la liberación de rehenes que, en cierto sentido, también le pertenecen.
Según la basura del imperio, para Chávez es bastante fácil mediar. Porque la Betancourt, se encontraba, con su consentimiento, en territorio venezolano.
Vigilada por expertos que lo tienen, a Chávez, en la condición de ídolo. Como Estación ideológicamente Terminal.
Final con Gelman
Para interpretar la literatura del Santuario, hay que recurrir, como siempre, a la poesía.
Entender los riesgos de «El juego en que andamos».
Las comillas aluden al título del librito de poemas del mejor Juan Gelman. Fue editado en 1959. Dice, a pesar de Gelman:
«La salud de saber que estamos muy enfermos/…la dicha de andar tan infelices».
Los Kirchner tienen la obligación de conocer las reglas del juego en que andan.
Juego al que someten, irresponsablemente, a la Argentina.
En un contexto menos lírico, costará desprenderse de las consecuencias. De la sucesión previsible de basurales, a los que arrastran estos juegos. De chiquilines cincuentones, inconcientemente amateurs. Juegan con fuego.
Carolina Mantegari
para JorgeAsísDigital
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