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Museo reelectoral

Sobre el traspaso inmobiliario del Museo de la Memoria, como cierre de campaña para el exitoso conyugalismo.

Jorge Asis - 4 de octubre 2007

Cartas al Tío Plinio

Museo reelectoralTío Plinio querido:

El Museo de la Memoria debe inaugurarse antes del 28 de octubre.
Como lo consigna Página 12. Aquel diario de lectura indispensable, que ahora funciona, melancólicamente, como una comunicativa Secretaría de Estado.

La explotación sistemática del calvario redujo, hasta la paradójica desaparición, el prestigio académico de la Escuela Mecánica de la Armada.
La ESMA entonces emerge, tío Plinio querido, como recurso meramente utilitario. Con la solemne quietud, en adelante, del Museo. Que llega justo para el cierre de la campaña electoral. Calificada, merced al batallón encolumnado de los encuestadores, como innecesaria.

La indagación minuciosa del padecimiento, en la ESMA, al fin y al cabo, valió la pena.
Con el febril desmantelamiento del traslado, la ESMA sirve como elemento sustentable.
Puede proporcionar los fundamentos, oportunamente progresistas, para la pregonada reelección conyugal que viene «para profundizar el cambio». Para renovar la permanencia.

Reivindicaciones

Desde los ochenta para acá, la causa, en general defensiva, de los derechos humanos, es políticamente redituable.
Portador de hidalguía visionaria, el primero que supo explotar la causa fue Alfonsín. Aunque lo hizo con el cholulismo de los extasiados. Por las migajas de prestigio gratis que le proporcionaban las repercusiones, altamente elogiosas, de Le Monde. De L’Express. Y que fascinaban al olvidado, injustamente, Caputo.
Durante el ochentismo epigonal y tardío de los Kirchner, en cambio, la temática se impone, tío Plinio querido, como la máxima expresión del simulacro. De la tergiversación incuestionablemente manipulada.
Porque las reivindicaciones, en la materia, fueron, durante el kirchnerismo, tendenciosamente banalizadas, con sagacidad.
Utilizadas, ordinariamente, con el pragmatismo cruel de las coberturas.
Por lo tanto, cuando esto -o sea el kirchnerismo-, se desintegre en la implosión contradictoria de su salsa, las reivindicaciones humanitarias podrán toparse con la estricta grosería del retroceso.
Cuando se descubra que los astutos traficantes del humanitarismo, con inteligente reciprocidad, fueron concientemente usados. Para la facilitación del máximo simulacro innovador.
Para proteger, en definitiva, la feliz propagación de los negocios.

Roban pero juzgan

«Roban pero hacen».
La clásica sentencia puede suplantarse, en la supuración, tío Plinio querido, por «Roban pero juzgan». Una sentencia claramente superadora.
Con aprietes del máximo nivel, se dispusieron, los que roban, a precipitar la sucesión de los castigos, para los antiguos violadores.
Las prisiones domiciliarias, para los leones inofensivamente envejecidos. Aparte nadie reclama por la suerte de esos condenados septuagenarios. U octogenarios, que pecaron.
O el enclaustramiento de los oficiales emblemáticos. Los cincuentones que aguardan otra oportunidad en la tierra. El turno explicable de la próxima revancha.

A los violadores vencidos se los condena, en la práctica, antes de juzgarlos.
Y se los encierra, a los violadores vencidos, para recaudar más.
Para recaudar, tío Plinio querido, mejor.
Con una solvente apuesta, tan altiva como suicida, hacia la insegura complacencia de la impunidad.

Simulacro

El simulacro consiste en exhibir, en el plano principal, el objetivo inmanente, noblemente superior, de impartir justicia.
Aunque se confunda, a la enarbolada justicia, con el ludismo reparador de la venganza.
Sin embargo, desde el neomontonerismo se los aprieta, en el fondo, a los jueces sobresaturados, para imponer la discreta eficacia del plano secundario.
El fortalecimiento del Sistema Recaudatorio de Acumulación.

Porque en la Argentina -como sostiene el pensador positivista I. Z.- quien «te manda preso, siempre, es la izquierda».
«La derecha, en general de facto -prosigue el pensador-, en vez de mandarte preso, te mata».

Por consiguiente, debe confortarse a la impostura cultural de la izquierda. Para «que no te manden preso».
Confortarlos con los nutritivos caramelos de madera. A los efectos de postergar, con semejantes chupetines, el desenlace irreparable de los conflictos.
La consigna táctica consiste, tal como acostumbran, en la dilatación. En «mandar para adelante». Porque «los melones suelen acomodarse en el carro».
Ganar tiempo, para recaudar hoy. Y retardar, en lo posible, la irrupción anunciada del desastre.

Coberturas

Entre los escasos progresistas honorables que adhieren, aún, a las jactancias de caja del neomontonerismo, circulan, tácitamente, sesudas reflexiones por el estilo.
Aluden a la expansiva sospecha de saberse, escatológicamente, usados.
Coberturas fuertemente honorables. Ideales para presentarse en sociedad.

Los dignos, los francos que se esfuerzan en captar atisbos de progresismo, entre los pliegues sucesivamente escandalosos de la corrupción superadora, suelen ampararse en la tibieza de los recodos humanitariamente argumentales.
Para proseguir, gracias a las virtudes de los caramelos, con la continuidad próspera del apoyo al gobierno.
Los recodos se encuentran, por ejemplo, entre los réditos de la anulación de las leyes. La ley de «obediencia debida». O la de «punto final».
Entre los réditos de la celebrada decisión de enviar, a la lona moral, los indultos.

El pragmatismo de las medidas anulatorias les permite, aún, a los francos progresistas, a los dignos trasparentes, la ficción de suponer, por ejemplo, que el anzorreguista Eduardo Luís Duhalde, o el infinitamente más sólido Rodolfo Matarollo, no pertenecen al mismo gobierno de Ricardo Jaime.
Del mismo modo, al exhibir, entre magistrales papelitos de colores, a las utilitarias señoras de Bonafini y de Carlotto, pueden perfectamente pasar, hacia el oculto plano secundario, las pendencias administrativas que suelen atribuírsele a De Vido. El Comodín, exclusivamente habilitado para la denigración. Como, en menor medida, el Neolopecito. O el incendiado, y entregado, Uberti. Y hasta Carlos Santiago, El Primito.
En semejante nivel de análisis, el caramelo del juicio televisado al cura Von Wernich, puede atenuar, en todo caso, la dificultosa digestión de las facturas truchas de Skanska.
Con la siniestra apelación, inclusive, del «Pingüino de acá dos cuadras».
Igual que el caramelo del enclaustramiento de «los torturadores».
Por la magnitud reparadora del encierro, o por la persecución implacable, se pueden simular, asimismo, las acciones seriales, terriblemente pintorescas, de la marroquinería política.

Museo de Campaña

Se explica entonces, como lo consigna la costosa Secretaría de Estado de Página 12, que el caramelo del Museo de la Memoria sea inaugurado, con la pompa merecida, antes del 28 de octubre.
Para ilustrar el rigor provocativo del análisis. Frutilla de la torta del festejo, para la gloriosa reelección conyugal. Para renovar, tío Plinio querido, la permanencia.

Dígale a la tía Edelma que conservo, aún, la última turmalina regalada. Que suelo purgarla, en copa de vidrio, al sol y con sal. Y que pronto irá el diario prometido de la otra campaña.
Moderación, aparte, con el Malbec de Ricardo Santos. Le envío dos botellas. Por intermedio de una meritoria aspirante a sobrina. Es excitante y sensual. Como la Otilia, pero, nunca se lo diga, mucho más joven.

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