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Glucolines de PDVSA

Sobre Adelantados como Wilson, y la marroquinería bolivariana, en la Argentina de alquiler.

Oberdan Rocamora - 16 de agosto 2007

Artículos Internacionales

Glucolines de PDVSApor Oberdán Rocamora
para JorgeAsisDigital

El Gordo clave, Antonini Wilson, el eventual lobbysta de Cojedes, es, apenas, un Adelantado. Una especie de Pedro de Mendoza, pero de la marroquinería política bolivariana.
En su condición de Adelantado, como su nombre lo indica, es de los que llegan antes. Con la valija cargada de glucolines verdes. Hacia los lugares donde Chávez acude, para peregrinar su enfático bolivarianismo.

Conste que, en el aeropuerto de Maiquetía, en Caracas, el Gordo Antonini Wilson, de tan adelantado, se le adelantó hasta al responsable del alquiler carísimo del avión.
El hombre que ve pasar las valijas, a su alrededor. Exequiel Espinoza, el titular de Enarsa.
La empresa estatal que el gobernador Romero, en un rapto de lucidez, bautizó «En Farsa».
Aquel viernes, los pasajeros llegaban, al Cessna rentado de En Farsa, separadamente. Desde distintas procedencias. Por ejemplo Espinoza llegaba, según nuestras fuentes, con deseos de viajar cómodo. De ser posible, despatarrado. Si en el primoroso aparato de la Royal Class sobraba el lugar.

La Vicky

Habían llegado tres patriotas. Claudio Uberti, el inflamado prócer superior, que siempre solía pasarlo, al prócer Espinoza, al cuarto. Completaba el plantel La Vicky, la atractiva secretaria de Uberti. Con su aspecto de Niña de Ayohuma, aunque maltratada, en la actualidad, por ciertos rumores sin fundamentación.
Digámoslo con contundencia: La Vicky no es mina del Presi.
Victoria Beneziuk, como secretaria, completaba la imagen que transmitía. Le servía. Eficaz, y acotadamente seductora. Una dama ideal para ser exhibida ante los influyentes venezolanos. Los que aspiraban, abiertamente, a avanzarla.
Gargantas Profundas de Caracas nos confirman que La Vicky era pretendida, sin ir más lejos, por un personaje fundamental en esta historia. Protagonista clave de las investigaciones del Padre Palmar. Gravitante, en el esquema bolivarianista, como Chávez, aunque con los instintos de otra íntima orientación. Rafael Ramírez, el poderoso que buscaba cualquier pretexto para hablar, directamente, con La Vicky. Y sin pasar por la fiscalización de Uberti, al que trataba, como correspondía, como un mero subordinado. Ramírez le ofrecía, según las Gargantas creíbles, a La Vicky, que se instalara, ventajosamente, en Venezuela. Como un primario usurpador de secretarias.

Dinero Negro

Trátase -Rafael Ramírez Carreño- del Ministro de Energía y Petróleo. Presidente, aparte, de PDVSA, la empresa petrolera nacional. La fuente principal de los glucolines. Del dinero negro, que adquiere una oscuridad más intensa, aún, que el color del petróleo.
Corruptela de miles de millones de dólares, denuncia el Padre Palmar, desde Reporte de la Economía.
Glucolines que Chávez suele distribuir, entre el selectivo pordioserismo del universo.
Así sean los desposeídos perennes del Perú, estimulados para ayudar a Ollanta. O del Ecuador. O los tantos Sin Tierra de Brasil. O el conglomerado activo de los traficantes de miserables de la Argentina.
Glucolines que subsidian, además, a ciertos grupos de alucinados que aspiran a la redención social.
Entonces dista de tratarse de una vulgar intromisión. Es peor. Porque los Adelantados pasan, a las cómplices autoridades locales, como si fueran meras rayas de cal. Pasto seco.
De todos modos, entre tanto subsidio bolivariano de extorsión solidaria, suele ser ostensiblemente notoria la diferencia. Entre lo que sale de las arcas de tinieblas de PDVSA, y lo que llega a las bocas, especulativamente mantenidas, de recepción.
Significativos porcentajes de los glucolines se diluyen, según nuestras fuentes, en el camino.
Ocurre que la corrupción en la materia es, descaradamente, orgiástica.
Sepa disculpar, Padre Palmar, la pecaminosa metáfora.

Charreteras

Para clarificar, aunque En Farsa haya contratado el avión, Espinoza mandaba, en la comitiva, menos que Uberti, el funcionario menor de los Peajes.
Hasta su caída, por esta descuidada estupidez, Claudio Uberti portaba mayores charreteras.
En realidad, venía obnubilado por la magnitud del crecimiento. Se había independizado, en cierto modo, de la tutela del protagónico ministro De Vido. El exclusivo destinatario, admisiblemente habilitado, para las sospechas. Carne, como Jaime, de una providencial diputación.
Los sorprendidos divulgadores de la prensa tradicional aún insisten en que Uberti, hasta la valija del Adelantado, era la mano derecha de De Vido. Sin embargo, desde hace un año, Uberti se había transformado en un par. Mantenía tanta autonomía de vuelo propio como el Cessna. Y se jactaba del tendido de la línea directa, con «El Presi». Sin la irritación de los intermediarios.
Como asegura un banquero siempre encolumnado, que conoce rigurosamente las tropelías del poder:
«A Uberti le quedaba grande la camiseta que le puso Kirchner. Lo mantenía a 250 por hora. Y el pobre no daba para más de 100, a lo sumo 120».
Entonces, por conocer las reglas, Espinoza se reportaba a las arrogantes charreteras de Uberti.
Y por las mismas reglas tácitas, Uberti se reportaba, asimismo, a determinados venezolanos.
Si Chávez llevaba 500 millones de dólares, hacia la Argentina tan alquilada como el Cessna, para comprar los especulativos bonos. Inimaginable que pudieran resistirse al más nimio pedido. En realidad, a la instrucción. O mejor, a la orden, de llevar, de favor, otros pasajeros. Aunque les encajaran cinco. Y aunque cargaran glucolines para subsidiar, con lo que llegara, a los adheridos que no tenían, por las mismas reglas del juego, por qué conocer.

Vueltos

Para los negocios que maneja Uberti, por habilitación de Kirchner, los 800 mil dólares que transportaba El Adelantado representan, en todo caso, un vuelto.
Es, en cierto modo, grotesco, que pasen por alto la sucesión de operaciones en las que Uberti participó. Y que pierda, en el fondo, por comerse un indigerible garrón.
Tanto cuidar que no trascendieran los detalles rosarinos de su biografía, para incinerarse, al final, por una falla, para la estética de la marroquinería, inadmisible.
De todos modos, es improbable que Uberti pueda alegar desconocimiento de los vueltos.
A esta altura, Uberti sabe, de memoria, lo que trasladan los expansivos adelantados. Aunque no portaban camisas tan estruendosas como el Gordo Antonini Wilson.
Glucolines de PDVSA que llegan, mensualmente, a veces con algún atraso, hacia los distintos destinos. Procedentes de Caracas, o de los países satélites, como Cuba y Bolivia. Hacia los países de alquiler, como la Argentina.
Glucolines similares a los que llegaron para financiar aquella Contracumbre de Mar del Plata. Para ser exactos, fueron 700 mil dólares, los que debieron llegar en otro avioncito, pero vía La Habana, y con el amparo de cierto referente identificado. Y de un dirigente -digamos- social. Para aquel nefasto acontecimiento, no hizo falta el envío de ningún Adelantado. Pero tampoco pudieron contarse, con exactitud, los glucolines. Porque llegaron, confirman las gargantas, menos de 500 mil. Se registró cierto resquemor ideológicamente contable. Por lo tanto, los dirigentes sugeridos no pudieron asomar por la posterior cumbre de Córdoba. Cuando habló Fidel Castro, por definitiva vez.

Arcos desguarnecidos

Para decirlo con claridad, los glucolines de los negocios binacionales no suelen llegar de este modo tan precario. Hay más seguridades, sin arcos desguarnecidos. Así sólo viene el grosero efectivo. El cambio chico, para financiar, con billetes de cincuenta dólares, la baratísima base política que supo consolidar el bolivariano. En la Argentina, país de alquiler.
Contribuciones, no precisamente desinteresadas, para determinada organización sindicalmente adicta.
Para distintas Federaciones de Pordioseros que se movilizan, tan sustanciales para el proyecto político continental. Y dominar la calle.
Para proyectos específicos de ciertos abnegados traficantes del humanitarismo. Los que en cualquier momento le darán, a Kirchner, la espalda.
Para la tratable marginalidad sociológica, que hiperactúa entre el movimiento de las fábricas recuperadas. Donde se conjugan los honestos, que resguardan la fuente de trabajo, con los frecuentes atorrantes que se suponen, de pronto, en condición de ejecutivos, como si fueran de verdad.
Para partiditos esclarecidos de la izquierda. Con militantes que contemplan, con simpatía mercenaria, el despilfarro inagotable del bolivarianismo. Y aunque sean ferozmente críticos de Kirchner.
A propósito, abundan las amistades que generan ciertos cortocircuitos, en Buenos Aires, entre los exponentes de la dependiente inteligencia cubana, y la que hoy talla, la venezolana. Contradicciones que se van a tratar. Parsimoniosamente, sin espacio para la ansiedad.
En agosto, indudablemente, se cobrará con atraso.

Oberdán Rocamora
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