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Pericias e impericias

El crimen por encargo, de Luís Emilio Mitre, se debate entre hisopados rectales y muestras mitocondriales.

Jorge Asis - 4 de enero 2007

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Pericias e impericias

Casi inadvertido pasó el primer aniversario del crimen de Luís Emilio Mitre.
Téngase en cuenta que «La Nación», diario del que era accionista, tan solo expresó, hasta hoy, la fría elocuencia del silencio.
Con la información que emane de esta crónica, a lo mejor se intenta, para mañana, apenas el esbozo de una gacetilla lavada.
Cierto semanario, Veintitrés, supo ocultar la indolencia investigativa, a través de la espectacularidad del camino más fácil. Ampliamente fatigado, en su momento, por «Noticias».
El recurso de entrevistar al Ener. Con un rótulo trasgresivo, inofensivo, para legitimar la portada.
Algo similar intentó Facundo Pastor, en el noticiero de América. Pero Pastor evidenció un conocimiento superior del problema. Por haber cubierto, en su momento, el asesinato. Por haberse ingeniado para graficar aquel crimen, con la utilización del departamento de cierto vecino de otro piso.
De un peronista, con vista al mar.

28 de diciembre

Sin embargo, tres días antes del primer aniversario del crimen de Mitre, el juez de Instrucción, Ricardo Matías Pinto, emitió, digamos, un documento.
Una cédula ideal para fechar un 28 de diciembre. Con ciertas resoluciones que permiten conocer, al menos, el estado en que se encuentra, en la actualidad, la «investigación».

Por lo que se ve, el magistrado se despreocupa, razonablemente, del conglomerado de irregularidades cometidas, desde que se descubrió, tardíamente, el cadáver. «Con las piernas dobladas a la altura de las rodillas,…de cúbito dorsal, …vestido con una camisa floreada…».
Tampoco, al menos hasta ahora, el magistrado considera la tesis del Crimen por Encargo.
Prefiere inclinarse por el camino correcto de las pericias.
Señales que pueden atenuar las impericias de una causa signada, desde el vamos, por la carencia de eficacia y movilidad.
Es un camino técnicamente científico. Que permite también simular el paso, a veces enloquecido, del tiempo.

Líquido seminal

Los «peritajes practicados en Autos» extienden, en apariencias, un manto de inocencia hacia el primer imputado.
Es Gaspar Chiappeta, popularmente conocido como el Ener.
Al que la víctima llamaba, también, Rivadavio.
Trátase del joven que fue presentado, equivocadamente, en el Portal, en principio, como un Perejil.

En el «hisopado rectal», que se le «practicó a la víctima», se le encontró «líquido seminal».
Y «sustancias del grupo A y H».
Podrían, se evalúa,  corresponder a «un individuo secretor del grupo A».
O a la mezcla de «sustancias de individuos secretores de los grupos A y O…»
En fin, El Ener, o Rivadavio, técnicamente se salva, porque su identidad sanguínea la marca el Grupo B.
Aparte, por las «muestras mitocondriales» de dos pelos analizados, y por otras tantas honduras entrañablemente similares, se marca que las huellas capturadas mantienen un «patrón genético» distinto.
Por lo tanto, el joven Chiappeta puede dedicarse a exhibir, en adelante, sin inconvenientes cercanos, su comprensible adicción hacia la popularidad.
Al menos, Rivadavio, o el Ener, hace, admirablemente suya, la tesis principal del Portal.
La del Crimen por Encargo. Que admite, por otra parte, la alternativa, nada novelesca, del Entregador. El que ofreció, entregado, a la víctima. Vaya a saberse a quién.

Resquicios

Aparte, se analizan otros resquicios esclarecedores.
Por ejemplo una frazada azul. Y cierto resto de tela, encontrado en un pantalón negro, de marca Airborn. Talle 34.
Habilitan, al juez Pinto, estos resquicios, para eximir explícitamente a Rivadavio. Y solicitar nuevas pericias.
Por lo tanto, el magistrado considera «razonable y proporcional», someter, a exámenes de ADN, a otros tres desafortunados. Los cuales, pobres, pueden ser vinculados por distintos motivos. Y no sólo por brindar el perfil sexual de sus personales orientaciones.
Se trata de C.A.S. Es el «custodio del edificio» de Posadas. El que estuvo «cargo de la seguridad del lugar al momento del hecho».
El documento señala, en un desborde interpretativo, que C.A.S. fue la última persona en «verlo con vida» a Mitre.
En apariencias, el honorable magistrado tampoco toma en cuenta otra posibilidad sugerida desde aquí. Con alguna información que se puso, oportunamente, a su merced.
Indica que los dos asesinos se encontraban en el interior del edificio.
Porque los asesinos habían ingresado, acompañados, casualmente, por un vecino, A..G.
Desde bastante antes que la futura víctima, Luís Emilio Mitre, volviera a su casa.
Antes de la medianoche del 30 de diciembre del 2005.
De comer, solo, en Panini, ravioles de calabaza. Con champagne tibio.

Compañero de viaje

También habrá que averiguar el perfil genético de E.T.G.
El juez Pinto valora «que se trata de una ex pareja del occiso».
T. es aquel muchacho que supo acompañar al Ener-Rivadavio, en su cinematográfico periplo por Corrientes y el Paraguay.
Fue iniciado el 2 de enero, pocas horas después de haberse descubierto el cadáver. 60 horas antes que lo masacraran a golpes.
En algún momento de su nutrido relato, el Ener supo manifestar cierta desconfianza hacia T. Desconfianza de la que después se arrepintió.
Incluso se insinuaba la posibilidad que T. utilizara el password del Ener, a los efectos de enviar distintos correos.
De los tantos mensajes cruzados que enturbiaron la historia. Y que admiten la necesaria deconstrucción semántica. Ya encargada, en algún momento, por el Portal.
De todos modos, el señor Juez prefiere razonablemente prescindir de los frondosos datos que se suministraron por Internet.
Acaso por la alucinante tendencia de la superioridad de descalificar, como prueba, el modernismo comunicador de la informática.

Poeta Persa

Por último, también le espera el ingrato camino de los análisis a otra «ex pareja de Mitre».
Se trata de M.G.G.G, alias el Poeta Persa.
Sospechoso por haberse enredado, amorosamente, o por alquiler, en algún momento con Mitre. Y por el parecido de su nombre Gaspar, con el «co imputado Chiapetta».
De manera que el Poeta Persa también brinda, a criterio del juez Pinto, «una prueba indiciaria suficiente». Como para someterlo al camino de las extracciones.
Advierte, no obstante, que la «medida de prueba ordenada», implica una «mínima intromisión a la integridad física y privacidad de los afectados».
Mientras tanto, aún sin defensa, y tal vez, hasta hoy, sin enterarse, «los afectados», los tres, serán asistidos por el Defensor Oficial. El Número 6. Cerrito al 500.
Con la colaboración de la suerte, gracias a las próximas pericias podrá llegarse hacia la impericia del olvido.
Algo diluida, acaso, la historia, hasta el segundo aniversario.

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