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El triunfo del Cardenal

30/10/2006. Unidos por la ingratitud, vencidos por San Miguel Arcángel, Rovira y Kirchner se encuentran en el octavo círculo del Dante.

Jorge Asis - 30 de octubre 2006

Cartas al Tío Plinio

El triunfo del CardenalTío Plinio querido,

Sin las salpicaduras del triunfalismo, pero sin mayor recogimiento, habrá que aceptar cierta Verdad a rebelarse.
Que ayer, en Misiones, el Cardenal Bergoglio le picó el boleto a Kirchner.

Arcángel San Miguel

La brusquedad del sufragio arrasó, tío Plinio querido, con el apasionamiento, por quedarse, de Rovira.
Se clavó la sensación del crucifijo. Porque fue el cardenal Bergoglio quien crucificó al Presidente Kirchner.
A través del Padre Piña, alias El Emérito. Con su inocente remerita del Arcángel San Miguel.
Trátase del Jefe de la Milicia Celestial. El Arcángel suele ubicarse a la vanguardia de la cruzada contra Satanás. O Lucifer. Aquel que pasó a la historia con el alias, casi despreciable, de El Demonio.
¿Pero quién es, tío Plinio querido, en esta carta, Satanás? Adivine.
En este segmento alejado de La Biblia, el gobernador Rovira, como Satanás, no mueve el amperímetro.
Acaso a su pesar cristiano, compulsivamente ejemplar, el Cardenal Bergoglio debió crucificar electoralmente al Presidente Kirchner.
Y sin siquiera proponérselo. Fue por culpa absoluta de Kirchner, que se acomodó, solito, en la cruz. Para instalar el inicio marcado de su caída.
Basta con el significado bíblico de una remerita estampada.

Que se queden todos

Misiones proporciona, tío Plinio querido, una elección medicinal. Aparte de improvisadas lecciones religiosas del teólogo de su sobrino.
Un sufragio estratégicamente sanador, pero, en lo inmediato, curativo. Sirvió para atenuar las próximas ambiciones de los desesperados. Es medicinal por el colesterol político. En alza inusitada, por ejemplo en Felipe Solá. O en el jujeño Fellner.
Especies standard de Rovira. Aunque con superiores detalles de terminación.
La compulsa, democráticamente utilitaria, puede lesionar, incluso, la legitimidad de los que consiguieron, con anterioridad, lo que intentó Rovira. El objetivo de aspirar a eternizarse.
Conste que crecía, tío Plinio querido, hasta el domingo de Misiones, la legión de los obstinados en permanecer.
Consolidados, sin saberlo, por la filosófica sentencia del positivista Vernet, que señala: “Del ‘que se vayan todos’, se quiso pasar al ‘que se queden todos’».

Conspiración del Cardenal

El brutal primitivismo de Kirchner irrumpió como el consejero menos recomendable.
El estadista, de pronto, se encegueció. Apoyarlo a Rovira, con estoico activismo, fue su manera de enfrentar al Gran Capo de los Prelados. Al Cardenal, al que identificaba con su interpretación del Mal.
Kirchner debió también haberle colocado, a su centurión, el breve Rovira, una remerita expresiva del Arcángel San Miguel. Como la que el Cardenal empomador le sugirió tal vez al Emérito. Pero los dos curas los madrugaron, a Kirchner y Rovira, hasta en el vestuario.
Ocurre que Kirchner sintió que debía detener, en la profundización del equívoco, la alucinante conspiración que encabezaba el cardenal Bergoglio. En su imaginario febril. En la visión del demonio personal. Al Cardenal que no alcanzaba para combatir, al menos todavía, con los incisivos libros de Verbitsky.
Ni aunque fueran volanteadas, las columnas domingueras de Verbitsky, por los pasillos empomadores del Vaticano. Donde suelen empomar los altos dignatarios desde hace dos mil años. Sin recurrir, siquiera, a las estampas de las remeritas.

En la Argentina prospera, tío Plinio querido, la intensidad mística del juego de los equívocos.
Puede entenderse que Kirchner, al perder con su centurión Rovira, desperdició la oportunidad de esmerilar, acaso para siempre, al Cardenal Bergoglio.
Al siervo legitimado de Dios, al que cotidianamente desairaba.
Decir El Cardenal, en adelante, puede presentar el riesgo comparativo de pronunciar, en el pasado, El General.

Excesos

Kirchner debe ser señalado por sus excesos. No represivos, al menos todavía. Políticamente bestiales, eso sí.
Como atarse, en su naufragio, al tronco blando de Rovira, a la deriva. Y a favor de la obscenidad de una campaña electoral que contrastaba, por su aroma de letrina, con sus imposturas ejemplares. Con las posiciones orales que lo llevaron, a Kirchner, muy alto. Como al colesterol de las encuestas mercenarias.
Apoyarlo a Rovira fue, hasta hoy, de los peores excesos de Kirchner. Aparte de una magnífica tontería, ideal para autoflagelarse.
Sucede que la retórica de presentación social de Kirchner, mantenía más puntos de concordia, con las invocaciones del Padre Piña, que con las petulancias de Rovira.
Por su parte, Rovira cumplió el sueño de disponer, en su contra, de una Unión Democrática propia. Y de haberla enfrentado, aunque haya perdido. Puede Rovira aspirar al privilegio de presentarse, muy pronto, como víctima.

Sin embargo el Padre Piña lo absuelve, tío Plinio querido, con la grandeza astuta del Emérito, a Kirchner. Porque se encuentra protegido por el Arcángel San Miguel.
Con clandestina inteligencia, en la campaña supo enviarle, El Emérito, ciertos mensajes de desorientación, anticipatorios de un garrochazo. Como si le dijera: «No se confunda, Presidente. Estoy más cerca de usted, que de Puerta».
En otra circunstancia, sin caer estampillado en su ceguera, Kirchner podía haberse entendido con Piña. El Emérito contestatario que supo hostigar, explicablemente, a Stroessner.
Pero Kirchner se encuentra naturalmente más identificado con la precariedad de Rovira. Y en definitiva, tío Plinio querido, no se lo diga a nadie, pero como cualquier peronista, Kirchner también debe identificarse con aquel Stroessner.

Octavo Círculo del Dante

Rovira es, en el fondo, un mal discípulo de Kirchner.
Después de todo, sólo quiso hacer Rovira, en Misiones, lo que logró exitosamente Kirchner, en Santa Cruz. Aunque no hable francés, Kirchner es, tío Plinio querido, un Rovira más aventajado.
Ambos se encuentran unificados por la espiritualidad inexorable de la traición. Porque Rovira traicionó a Puerta, como Kirchner traicionó a Duhalde (Y allá lejos, en sus inicios, a Del Val).

Acaso perturbe más, en el Dante, la Ingratitud que la Traición.
El infierno suele aguardar, en el Dante, con paciencia, a los ingratos. En el Octavo Círculo. El que Dante reserva para los Traidores.

A través de la confrontación con El Emérito, Kirchner creyó utilizar, al mascarón de Rovira, para destruir al Cardenal Bergoglio. Pero triunfó, por goleada, el Cardenal.
Gran negocio será, después de la trascendencia de esta carta, estampar remeritas con el Arcángel San Miguel. El Jefe de la Milicia Celestial. Que lucha contra Satanás. Así sea un Satanás de cotillón. Para utilería.

Dígale a tía Edelma que se le va a conseguir la remerita del Arcángel San Miguel. Y que está listo el estudio sobre cromología, de Medea Lobotrico-Powell. Que espere.

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